Hay dos grandes clases de locas, las que quieren ser modelos y las que quieren cogérselos (o, al menos, mostrar que cogen con modelos).
Son dos caminos diferentes, con sus pro y sus contra. La loca que quiere ser modelo, por muy fea que sea, siempre estará divina y tratando de estar mejor. Aunque, por supuesto, cada vez le costará más y deberá encontrar alguien que solvente sus gastos de gimnasio, ropa, maquillaje, tratamientos y, en ciertos casos, cirugías.
La loca que quiere coger con modelos, en cambio, se dejará estar cada vez más y se volverá panzona, arrugada, malvestida y totalmente “out” de la onda cool. Pero, al menos, tendrá tiempo de laburar en serio y concentrarse en aumentar sus ingresos para pagar los gastos de su gato.
Es ésta una ley universal que equilibra la relación gato/amante de los gatos sin la cual el sistema económico del mundo gay se sumiría en un caos irreversible o, peor, en una revolución de la versatilidad que nos conduciría a un estado de espantosa barbarie donde no existirían los activos ni los pasivos y todos cogerían con todos (brrr!).
Porque la loca que quiere ser modelo es invariablemente pasiva, por muy masculina o estrecha que sea. Y la loca que quiere coger modelos se ve obligada a ser activa, por mucho vértigo en la cola que tenga, ya que es la única forma de levantar que tiene. A menos que tenga muuuucha plata, pero ésos son casos muy escasos. La mayoría apenas tiene para vivir o malvivir, por lo que tiene que ponerla, además de poner plata.
Ahora ¿qué ocurre cuando esta esencial regla se rompe? Simplemente que nos encontramos con casos de inconsistencia entre lo material y lo ideal. En términos marxistas, nos encontramos frente a un desequilibrio entre la infraestructura y la superestructura que difícilmente puede sostenerse en el tiempo. En términos estructuralistas, nos encontramos con una disfuncionalidad de ciertos aparatos que sólo puede interpretarse como una patología.
Y en castellano gay básico, nos encontramos con locas feas haciéndose las lindas.
Todos sabemos que el “mundo gay” está muy cerca del mundo de la estética. Los grandes diseñadores, estilistas, maquilladores, peinadores, escenógrafos, decoradores, etc. han sido y son, invariablemente, locas con todas las letras.
Ahora, cuando se trata de pararse en el escenario, la pasarela o cualquier lugar que concentre la luz de los reflectores, ahí podemos llegar a encontrar algún que otro heterosexual. Y es que parece que las talentosas Musas y el brillante Apolo prefieren inspirar a las locas antes que a los chongos y reservan sus dones artísticos a cualquier ser que se destaque por su femineidad. En cambio, la estúpida y sensual Afrodita (*copyright, Homero pensando en la cola de Flanders*) no parece tan selectiva y reparte la belleza casi por igual, entre chongos y locas.
Por eso hay modelos heteros (sí, los hay) junto a una enorme y agobiante cantidad de modelos gays. Y hay más modelos gays no porque hayan más hombres lindos entre los gays que los heteros sino porque sólo un gay podría tener vocación de ser modelo.
Lo que le puede llegar a atraer a un chongo de la carrera de modelo es la plata fácil y, por supuesto –y por ende- las mujeres fáciles. Pero la ropa, el maquillaje, el brillo, el glamour, la coquetería, la vanidad, la esencia del modelaje es algo que no sólo no atrae a los machos sino que hasta los repele. Y no quiero decir que no hayan hombres heterosexuales vanidosos o coquetos, pero la vanidad de un hetero siempre estará más cerca del mundo del deporte, los autos, la tecnología, la milicia, etc, que de los peines y los cepillos.
Es decir, que la “vocación” de ser modelo, es más propia de un gay que de un hetero. Hay cientos de locas que gastan una buena parte de su tiempo en mirar vidrieras y no precisamente por estar shirando, sino que realmente miran lo que está en exhibición. Y sueñan con poder usar todo tipo de pantalones, camperas, remeritas, boxers, collares y demás huevadas colgables. No puedo hablar mucho del tema porque, aunque no lo crean, yo no soy de esas locas (aunque conozco varias). Se los juro. Si me ven mirando una vidriera, hay un 99,9% de probabilidades de que, en realidad, esté shirando o, al menos, mirando disimuladamente a alguien. Pero ¿ver ropa cara? ¡Not even en pedo! Aunque en mi caso no es por ser macho sino por ser avaro, pero ese es otro tema.
Así que volvamos al tema y digamos sin miedo que hay una gran cantidad de locas con vocación para ser modelos. Ahora ¿cuántas de todas esas locas tienen realmente la materia prima necesaria? Es decir, ¿cuántas tienen la vocación y la posibilidad real (léase: lomo y jeta) de ser modelos y cuántas son pura vocación?
Tomemos por ejemplo a Ricky Martin, una loca que a mí no me mueve un pelo pero que está considerada como un sex symbol a nivel internacional (incluso después de haberse tomado la molestia de confesar su siempre evidente homosexualidad).
Cuando Ricky pone carita seductora, o frunce los labios, o guiña los ojos, o infla los biceps, o asume alguna pose o dice alguna frase romántica en tono suave, nadie se molesta. Muchas/os adolescentes (y no tan adolescentes) se enamoran o se hacen pis encima, pero lo importante es que nadie se molesta. Porque la Ricky no sólo entra dentro de ciertos estereotipos de “belleza latina” sino que, además, tiene ya encima la fama de chico lindo que lo acompaña de hace años. Entonces, es normal que se comporte como un sex symbol. Y más allá de que tenga su fortuna hecha, seguro más de un/una admirador/a estaría dispuesta a pagar por Ricky, sea para sexo o para entrar con él del brazo a alguna fiesta.
Es decir, Ricky Martin es una loca total y perfectamente integrada al sistema gato/amante de los gatos que ordena al mundo gay. Y sólo con éso ya podemos imaginar lo pasiva que es, aunque también podríamos sumarle su decisión a tener hijos vía inseminación artificial para evitar cualquier contacto visual, olfativo y, sobre todo, táctil, con una vagina. Pero cualquiera, gay o no, nos rotularía de prejuiciosos si usáramos ese argumento, así que mejor quedarse en el puerto seguro del marxismo.
Tomemos ahora el ejemplo de cualquier dueño de boliche gay, resto gay, agencia gay, sauna gay, hostel gay, revista gay, partido político gay, centro cultural gay y cualquier micro o macro emprendimiento y/o ocurrencia gay que conozcan. ¿Han visto alguna vez peor desfachatez estética????
Todos -pero todos- los dueños de empresas gays que conozco, sean de Argentina, Brasil, Paraguay o Bolivia -que conozco hasta personalmente- y todos los dueños de empresas gays de otros lados –que conozco por la tele, internet o el cine-, son las locas más feas, horrendas, zaparrastrosas y descuidadas que he visto en mi vida. Incluso aquellas que usan las marcas más caras, viven en los countrys más lujosos, conducen los autos más chetos y se hacen las cirujías más nuevas no tienen nada que envidiarle a un espantapájaros. Primero porque, generalmente, son viejas (y no hace falta aclarar que la vejez no es nada estética en nuestra sociedad). Y segundo –y más importante- porque no tienen la necesidad de ser lindas ya que son ellas las que pagan. Lo único que necesitan hacer es producir plata (cada vez más acordando nuevamente con la lógica capitalista) para tener uno o varios gatos que cojer/exhibir y unos cuantos giles dispuestos a adularles empalagosamente cada centímetro de costura importada que compran o cada centímetro de piel que se estiran a cambio de un puestito, un regalito, una recomendación, un sueldito, etc.
Así que, cualquier empresario gay (exitoso o no) también es funcional a este universal sistema económico-sexual capitalista en el que estamos todos insertos.
Pero veamos ahora el caso que rompe los esquemas, veamos el caso revolucionario, el anatema, la antítesis final. Es decir, veamos a la loca fea que se hace la linda.
Su naturalmente gay vocación de modelo lo inclina a ataviarse con los últimos gritos (en este caso, alaridos) de la moda, a peinarse, maquillarse, entornarse y –sólo a veces- ejercitarse físicamente para parecerse lo más posible al modelo estético inventado hace 2500 años en la Grecia clásica por unos finos y maduros escultores (léase: viejos verdes que tallaban mármol y bronce) que se la pasaban mirando y palpando las curvas de gimnastas adolescentes de la clase alta.
Sin embargo, a veces no hay crema, tintura, gimnasia ni hechizo que valga y por más que uno tenga un talento comparable al de Mirón, Policleto o Praxíteles, el mármol sigue siendo mármol, el bronce, bronce y la mona, mona. Y así, aparecen en los boliches, los saunas, los fotologs y los chats, unas locas que se comportan como si fueran sex symbols sin tener ninguna razón material con la que justificar su conducta.
Ellas creen ser lindas o, al menos, parece que lo creen, por ende, actúan como tales. Y por más que uno se empeña en pincharles la burbuja y en indicarles, sutil o asquerosamente, lo fieras que son, siguen yendo por la vida como si caminaran sobre una pasarela y hubieran mil cámaras y reflectores apuntándoles desde todas direcciones.
Y como siempre ocurre cuando se analizan las conductas humanas (sobre todo gays), encontramos una patética paradoja: la loca fea, en su deseo de encajar e integrarse al sistema que la excluye tan cruelmente, se convierte en el principal factor destructivo del sistema al que quiere pertenecer aún a costa de su tiempo, dinero, vida sentimental y posibilidades físicas. Porque al mostrarse, exhibirse y conducirse como si fuera linda, genera una confusión en todo aquel que cree tener en claro los conceptos de belleza y fealdad tan perfecta y cabalmente promovidos por los medios.
De golpe, nos encontramos con locas narigonas que se muestran de perfil, cejonas que no se depilan, gordas que usan puperas, huesudas que usan musculosas, viejas vestidas a lo flogger, pendejas que se hacen las dandys, maricas depiladas que usan shorts y medias de futbolista, machas peludas que usan tanga y medias de lycra y así toda una infinidad de blasfemias contra el orden de Dior.
Pero lo terrible es que estas horripilantes locas no se comportan como si fueran atroces pecadoras que insultan a las sagradas escrituras (léase: Cosmopolitan) sino como si fueran Ricky Martin en persona.
Hasta ahora el mundo no ha explotado y nuestro exclusivo sistema sigue vigente...¿Pero qué pasará el día en que una estúpida loca amante de los gatos se confunda y comience a pagar y mantener a una loca fea como si fuera un verdadero gato? ¿Se producirá por fin esa última crisis que nos arrastrará de nuevo a la terrible barbarie o, en el mejor de los casos, a la aburrida utopía?
Es de esperar que dicha crisis se produzca muy pronto y tiemblo al pensar en lo que ocurrirá con los Ricky Martin de éste mundo cuando se desate el cataclismo.
Pero de una cosa estoy seguro y es de que jamás se producirá una ruptura del sistema desde el otro polo dialéctico, es decir, jamás veremos a una loca amante de los gatos convertirse en gato ya que, en su caso, tanto las posibilidades materiales como ideales de transformarse en su antítesis directamente no existen.
Existen, por supuesto, muchas locas amantes de los gatos que son total y absolutamente pasivas. Pero ésto no altera el funcionamiento del sistema ya que pueden fomentar positivamente el activismo de algún gato incrementando el nivel de los gastos por felino. Además, cuentan con la posibilidad de escabullirse en otros sistemas económico-sexuales pagándole miserias a algún hetero necesitado que, ocasionalmente, desempeña la función de los escasos gatos activos lo cual encima redunda en un incremento del capital acumulado para los verdaderos gatos debido a la reducción de gastos al emplear gatos heteros.
Como sea, más allá de su difícil pasividad y su transitable actividad, las posibilidades de un amante de los gatos de convertirse en gato son nulas, por lo que el sistema está a salvo por ese lado. Pero asusta pensar que toda la lógica funcional del sistema depende de que una loca amante de los gatos termine creyéndose la actuación felina de una loca fea.
Es por ello que al sistema no le queda otra salida que hacerse cada vez más y más excluyente y añadir cada vez más dificultades a la obtención de la belleza para desanimar a un mayor número de locas feas en su vocación de modelar. Pero, sinceramente, creo que la vanidad de un gay es más fuerte que el progresivo espiralamiento del capitalismo y cualquier día de éstos nos vamos a encontrar con que cualquiera puede ser lindo. De hecho, ya se pueden observar varias fugas dentro del sistema, como en las gafas que usa Polino o, si quieren algo menos farandulero, los perfiles de manhunt. Pero, por ahora, son sólo fugas. Aún podemos reírnos y burlarnos de tales cosas.
El cataclismo final sólo se dará cuando ya no nos riamos.
No entendi nada
ResponderEliminarYo tampoco, pero no me animaba a decirlo jaja.
ResponderEliminarYo entendí que soy un vil amante de los gatos
ResponderEliminarLOCO SOS UN GROSO!!!!! AL FIN UN PUTO CON TODAS LAS DE LEY..!!!
ResponderEliminarComo gato, declaro plenamente mi apoyo a estas teorías y brego por la instauración de una legislación seria y contundente que desaliente la aniquilación de los principios básicos de la sociedad capitalista que nos da de comer.
ResponderEliminarAmigo, conozco un par de dueños de boliches que no estarian de acuerdo con tu teoria.
ResponderEliminarEllas se creen las divinas mas divinas que un gato
Quizas soy muy tonto y vos muy inteligente (o vicecersa) pero no entendi si realmente te repugna la idea de una barbarie en la que "todos cojan con todos" o si lo dijiste de forma ironica. Me gustaria que me aclararas eso.
ResponderEliminarConozco un amantedelosgatos como de 54 de edad que estuvo perdidamente enamorado de un aspirante a gato (loca bien fea)que nunca le prestó ni a oler la cola.
ResponderEliminarEso es lo peor del sistema, cuando un aspirante a gato juega a ser no sólo gato sino la mamá de los gatos (la más rica de todas) y un estupido amantedelosgatos le entrega todo en bandeja de plata a cambio de nada.
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ResponderEliminarVA DE NUEVO: para ser sincero no me gustó, tanto texto para criticar al dueño de zen? una foto de cuando andaba con pollera escocesa basta. te lo resumo, las locas copian el modelo dolce & gabanna (ver gafas de polino), sueñan con ese estatus social, vida, glamour. los viejos tienen el "apendejamiento"; en el fondo quieren ser esas locas, frescas, jóvenes, tan llenas de vida.... y sin tantas arrugas y sin artritis PORSUPUESTO (tengo todo una teoría en base a eso) [googlear proyección]. entonces quieren comprar eso, ya se que no se puede, pero en el fondo las personas creen que pueden 'chupar' (jajaja) lo del otro, y si tienen que poner plata bueh es lo de menos, como decís les sobra. es como cuando tu viejo quiere que le sigas los pasos y maso te intenta manejarte tu vida, virtualiza que su vida es la tuya (bahhhh), esto sería versión asexual de lo que hablas. ( si, a los viejos (padre) se les pide plata, es la primera institución de donde sacás billetes para vivir y hacerte el lindo bla bla bla)
ResponderEliminarYo si entendí y concuerdo contigo, así es la vida, en general incluyendo a los heteros, aunque en el mundo gay está más representado.
ResponderEliminarCreo que soy gato XD jajaja
Me costó un poco comprender el texto en su totalidad, mas pude capturar su escencia.
ResponderEliminarDicen que en país de tuertos el ciego es rey, por tanto, una clásica personificación de este escenario lo vivo en los saunas. Allì, que generalmente predominan los huesos, los pellejos colgantes, barrigas por dar a luz y criaturas propias del abismo marino, el mínimo cuerpecito hasta con 1 desviación estándar por encima de lo que sería un cuerpo aceptable, se convierte en el objeto de deseo de las aves de presas...Entonces el tuerto se siente rey y la loca se autoproclama como la última cocacola del desierto.
Y vivimos infelices por siempre.