Unas horas después de que Macri ganara aquel histórico ballotage en el 2015, una loquita k de 24 años -que se había pasado el último mes militando como nunca antes para evitar ese desenlace fatídico- puso de estado de face "A los macristas, ni un pete".
Recuerdo haber empezado a comentarle algo así como "Pero qué te hacés la solicitada" o "¿Desde cuándo la chupás tanto, meamarr???".
Pero claro, no daba.
No era un buen momento para ponerme a boludearla ni a discutirle nada, sobre todo por que efectivamente la loca, igual que muchos creyentes k de las bases del partido, salió a la calle a hablar con la gente (mientras Cristina mantenía un silencio casi sepulcral y Scioli comenzaba a dar muestras de vida propia) y a tratar de convencer a todos con los que se cruzaba de que Macri era una especie de demonio corrupto y lavador de dinero que sólo quería ser presidente para aumentar tarifas, despedir gente, cerrar fábricas, eliminar subsidios, quitar planes sociales, eliminar retenciones e impuestos a las exportaciones en general, endeudar al país, desligar al estado nacional de las paritarias y, como si esto fuera poco, otorgar a su familia y amigos perdones de deudas multimillonarias y conceder las mejores rutas aéreas a sus propias empresas (bueno, esto último no estaba en la "campaña bu" pero lo agregué yo por que tengo la ventaja de leer las noticias de hoy).
Pero sacando el pequeño aunque encomiable respeto que me generó esta loquita por militar tan esforzadamente por sus creencias en sólo un mes haciendo esa inservible campaña del miedo (que hasta el cerebrito poco complejizador de Pamela David se vió obligado hace poco a admitir en vivo su cumplimiento) también me retuve a comentarle algo por que mi enorme y nada encomiable conocimiento de las locas y sus berrinches me advirtió que era pura pose.
Supuse que si se le cruzaba un chongo macrista que tuviera al menos buenas gambas o buenos brazos o buena pija y anduviera con ganas de largar unos chorros, la muy puta no se iba a quedar con la boca cerrada, por más que estuviera llorando por Cristina.
Supuse que si se le cruzaba un chongo macrista que tuviera al menos buenas gambas o buenos brazos o buena pija y anduviera con ganas de largar unos chorros, la muy puta no se iba a quedar con la boca cerrada, por más que estuviera llorando por Cristina.
De golpe, lo que había sido antes una leve tendencia, tanto de los k como de los anti k, de coger sólo con los que estaban dentro de tu partido político se volvió una especie de mandato.
Si hay familias, parejas, amigos y compañeros que se han dejado de hablar porque unos son k y los otros anti k, era lógico esperar que a la hora de ponerla o dejársela poner, los argentinos empezaran a pedir credenciales políticas además de todo lo que venimos pidiendo desde siempre (que podríamos rápidamente resumir en lomo, jeta, pija, culo, plata y juventud).
Y claro, no es sólo con los gays. Ya era la época de los Panamá Papers cuando Matías, un excompañero hetero recién divorciado empezó a pedir a todos sus amigos y conocidos que le presentaran conchas para desquitarse por 8 años de (en teoría) comerse a la misma mina. Y claro, yo pensé en mi amiguita Belén, una morocha ojos verdes que no se pone otra cosa que puperas así sea una mañana helada de julio (si yo tuviera su cintura, también viviría a pupera) y que encima tiene la voz parecida a la de Scarlett Johanson.
Obvio, ese juntadero de leche condensada, que era el Mati recién divorciado, se babeó una semana pensando en todo lo que le conté de mi diosa Belu, para colmo sumándole el mítico morbo de que las amigas de los gays son terriblemente putas.
Y Belén, después de ver fotos de Matías que le pasé por Face, me confesó que le parecía muy sexy su barba, sus ojos dulces y sobre todo, su prometedor bulto.
Así que, contrariando mis experiencias anteriores de arreglador de citas pero confiando en el irresistible encanto de ambos, los presenté por face. Y ese mismo día arreglaron una salida juntos.
Pero la madrugada del sábado en que ellos estaban en plena cita en algún bar de Güemes -mientras yo estaba en el patio de Zen mirando con quién andaban ahora mis ex amantes y los ex amantes de mis ex amantes que anduvieron con los ex amantes de mis actuales amantes (y así ad eternum)- me llegó un whatsapp de Matías diciendo "Culiado, no me dijiste que tu amiga era k".
Supuse que el speed con vodka mezclado con fernet y cerveza en mi estómago me estaba haciendo ver visiones: que Matías -chongo hetero treintañero de la vieja escuela capaz de cogerse un poste de luz con hueco mientras tenga pollera- haya rechazado un diosón de 26 años sólo por su ideología k era más bizarro que ver a una pasiva a la que me cogí en 2004 toda inflada por los esteroides estrechando su brazo tatuado sobre los hombros de una drag queen con focos de luz puestos como tetas.
Al otro día, en la plaza de la intendencia, Belén me dijo que mi ex compañero era un machista, misógino, homofóbico, neonazi, neoliberal y otras cuantas innegables verdades más mientras echaba burro y menta en el mate y se hacía la que no notaba los 7 u 8 chongos que la miraban con hambre desde distintas direcciones.
Claro, Belén esa misma noche se fue de Güemes a Dorian y terminó en la casa de una loca fumanchera -pero con depto cheto en nva cba- que le prestó la pieza para que cogiera con el pelado de ojos claros que se levantó apenas movió las caderas en la pista mientras la fumanchera y sus amigas se reían de los nuevos colores que veían gracias a no sé qué ácido.
Y para esa triste noche de domingo Belén ya tenía un mínimo de 10 propuestas mientras Matías con suerte comería asado en lo de su hermano siempre y cuando su cuñada estuviera de humor.
Y sin embargo, era Matías el que la había rechazado primero al ver que Belén tenía una foto de CFK de protector de pantalla en su cel.
No, no era que Matías se dió cuenta rápido que Belén no le iba a dar bola y usó su kirchnerismo de excusa para rechazarla primero. Es que, según él mismo cuenta, cuando vió la foto de Cristina, Belén pasó de ser una pendeja sexy, desenvuelta y divertida a convertirse en una puta de mierda choriplanera defensora de choros y corruptos.
Y Belén, aunque se quedó con la duda de saber si el bulto del Mati era real o producto de unas medias hechas bollo dentro del slip (cosa que siempre creí), declaró que no tocaría a ese macrista ignorante clasista ahistórico y vendepatria ni con un puntero láser.
Estos y otros casos parecidos me dejaron verdaderamente preocupado.
Y no por mí, ya que la grieta para mí existe desde hace mucho y atraviesa todo tipo de cuestiones no sólo políticas. Toda mi vida he rechazado chongos hermosos y/o maricas divinas sólo por comentarios racistas, homofóbicos, machistas, católicos, ignorantes y, sobre todo, anti madonnistas. El factor k o anti k, no varía ninguna de esas cuestiones ya que imbéciles así hay de los dos lados.
Lo que sí me pareció preocupante era cómo esta nueva grieta, que nos habilita la posibilidad de resumir nuestros gustos y disgustos con la sola y simple letra k (que encima siempre estuvo de más en nuestro alfabeto), iba a afectar a la sociedad en general y a las locas en particular en esa eterna lucha y competencia por recibir y dar favores sexuales.
Los griegos tenían a Afrodita para la belleza y el amor y a Atenea para la sabiduría. Afrodita cogía y favorecía a los amantes que daban su vida por un momento más de hedonismo. Atenea era casta y favorecía las grandes aventuras donde los héroes se sacrificaban por ideales colectivos.
Eso debería ser suficiente para explicarnos que el sexo y la política no se mezclan. Pero los griegos también nos dejaron otras cosas para aprender como la democracia, la justicia y la bondad y muy bien no las hemos aprendido así que tampoco hay razón para que comprendamos la diferencia entre Venus y Minerva.
Y, finalmente, con todo este caos olímpico, grieta política, lecciones milenarias jamás aprendidas, broncas y revanchismos, pasó lo que tenía que pasar.
La catástrofe final
Era un domingo a la tarde. Yo estaba chateando aburridamente en Manhunt cuando ví una terrible discusión en el tablero general entre una loca anónima y una loca más quemada que Freddy Krueger, a la cual casi todos los gays de Córdoba conocen por el sobrenombre de La Mantis.
La Mantis es de esas pocas y selectas locas que parecen haber vivido siempre en el ambiente gay. Ya era famosa cuando yo fuí por primera vez a Piaf y la he visto luego en todos los boliches y emprendimientos gays en los que estuve. Su edad se pierde en la noche de los tiempos aunque podría llegar a calcularla si es cierta mi teoría de que un brujo sumerio teletransportó una señora gorda de barrio Las Palmas para cruzarla con un escarabajo egipcio y producir a La Mantis (claro, alguna loca estúpida con escasos conocimientos de biología habrá visto el parecido físico de la Mantis con un escarabajo y le clavó "Mantis" por que le sonaba a insecto).
Y no se apresuren a tacharme de mala, gordofóbica o, quizás, macrista por elaborar mi teoría del origen secreto de la Mantis por que la Mantis es una loca mala. Es de esas locas que no se relacionan con nadie, a pesar de tener edad y experiencia para conocernos a todos y todas. De esas que van al boliche a mirar con desprecio a los demás mientras beben un trago barato y tratan de levantar pendejos ofreciendo plata que después no dan (no, no me pasó, pero me contaron...¡en serio! si me pasaba a mí, la Mantis ya estaría muerta) y que si se te acercan para charlar por que te ven cara conocida es sólo para decir que odian a las locas de mierda y a los ghettos de mierda para locas de mierda y que son todas unas locas de mierda, etc. mientras te ahoga con su mal aliento.
La cuestión es que la Mantis jamás levantó nada en ningún lado y, que sepamos, sólo ha cogido con taxi boys que se la tienen jurada por no pagar o por dar billetes falsos. Hasta hace poco, que la Mantis fuera rechazada y vilipendiada universalmente dentro del ambiente gay era lo normal, aceptable y hasta diría justo.
Pero ese domingo en manhunt, era la Mantis la que rechazaba públicamente a otra loca acusándola de ser k (sí, chicas de Macri, la Mantis es macrista. Manéjenlo como puedan, si pueden).
¿En qué mundo estamos viviendo que la Mantis se da el lujo de rechazar a alguien? ¿Hasta qué otros bordes apocalípticos nos llevará esta grieta que está destruyendo a la sociedad argentina?
¿No sería hora de que nos dejemos de joder y nos volvamos a unir antes de que nos devore una plaga de langostas o de que locas malcogidas empiecen a actuar como divas y a negarnos sus whatsapp?
Y claro, no es sólo con los gays. Ya era la época de los Panamá Papers cuando Matías, un excompañero hetero recién divorciado empezó a pedir a todos sus amigos y conocidos que le presentaran conchas para desquitarse por 8 años de (en teoría) comerse a la misma mina. Y claro, yo pensé en mi amiguita Belén, una morocha ojos verdes que no se pone otra cosa que puperas así sea una mañana helada de julio (si yo tuviera su cintura, también viviría a pupera) y que encima tiene la voz parecida a la de Scarlett Johanson.
Obvio, ese juntadero de leche condensada, que era el Mati recién divorciado, se babeó una semana pensando en todo lo que le conté de mi diosa Belu, para colmo sumándole el mítico morbo de que las amigas de los gays son terriblemente putas.
Y Belén, después de ver fotos de Matías que le pasé por Face, me confesó que le parecía muy sexy su barba, sus ojos dulces y sobre todo, su prometedor bulto.
Así que, contrariando mis experiencias anteriores de arreglador de citas pero confiando en el irresistible encanto de ambos, los presenté por face. Y ese mismo día arreglaron una salida juntos.
Pero la madrugada del sábado en que ellos estaban en plena cita en algún bar de Güemes -mientras yo estaba en el patio de Zen mirando con quién andaban ahora mis ex amantes y los ex amantes de mis ex amantes que anduvieron con los ex amantes de mis actuales amantes (y así ad eternum)- me llegó un whatsapp de Matías diciendo "Culiado, no me dijiste que tu amiga era k".
Supuse que el speed con vodka mezclado con fernet y cerveza en mi estómago me estaba haciendo ver visiones: que Matías -chongo hetero treintañero de la vieja escuela capaz de cogerse un poste de luz con hueco mientras tenga pollera- haya rechazado un diosón de 26 años sólo por su ideología k era más bizarro que ver a una pasiva a la que me cogí en 2004 toda inflada por los esteroides estrechando su brazo tatuado sobre los hombros de una drag queen con focos de luz puestos como tetas.
Al otro día, en la plaza de la intendencia, Belén me dijo que mi ex compañero era un machista, misógino, homofóbico, neonazi, neoliberal y otras cuantas innegables verdades más mientras echaba burro y menta en el mate y se hacía la que no notaba los 7 u 8 chongos que la miraban con hambre desde distintas direcciones.
Claro, Belén esa misma noche se fue de Güemes a Dorian y terminó en la casa de una loca fumanchera -pero con depto cheto en nva cba- que le prestó la pieza para que cogiera con el pelado de ojos claros que se levantó apenas movió las caderas en la pista mientras la fumanchera y sus amigas se reían de los nuevos colores que veían gracias a no sé qué ácido.
Y sin embargo, era Matías el que la había rechazado primero al ver que Belén tenía una foto de CFK de protector de pantalla en su cel.
No, no era que Matías se dió cuenta rápido que Belén no le iba a dar bola y usó su kirchnerismo de excusa para rechazarla primero. Es que, según él mismo cuenta, cuando vió la foto de Cristina, Belén pasó de ser una pendeja sexy, desenvuelta y divertida a convertirse en una puta de mierda choriplanera defensora de choros y corruptos.
Y Belén, aunque se quedó con la duda de saber si el bulto del Mati era real o producto de unas medias hechas bollo dentro del slip (cosa que siempre creí), declaró que no tocaría a ese macrista ignorante clasista ahistórico y vendepatria ni con un puntero láser.
Estos y otros casos parecidos me dejaron verdaderamente preocupado.
Y no por mí, ya que la grieta para mí existe desde hace mucho y atraviesa todo tipo de cuestiones no sólo políticas. Toda mi vida he rechazado chongos hermosos y/o maricas divinas sólo por comentarios racistas, homofóbicos, machistas, católicos, ignorantes y, sobre todo, anti madonnistas. El factor k o anti k, no varía ninguna de esas cuestiones ya que imbéciles así hay de los dos lados.
Lo que sí me pareció preocupante era cómo esta nueva grieta, que nos habilita la posibilidad de resumir nuestros gustos y disgustos con la sola y simple letra k (que encima siempre estuvo de más en nuestro alfabeto), iba a afectar a la sociedad en general y a las locas en particular en esa eterna lucha y competencia por recibir y dar favores sexuales.
Los griegos tenían a Afrodita para la belleza y el amor y a Atenea para la sabiduría. Afrodita cogía y favorecía a los amantes que daban su vida por un momento más de hedonismo. Atenea era casta y favorecía las grandes aventuras donde los héroes se sacrificaban por ideales colectivos.
Eso debería ser suficiente para explicarnos que el sexo y la política no se mezclan. Pero los griegos también nos dejaron otras cosas para aprender como la democracia, la justicia y la bondad y muy bien no las hemos aprendido así que tampoco hay razón para que comprendamos la diferencia entre Venus y Minerva.
Y, finalmente, con todo este caos olímpico, grieta política, lecciones milenarias jamás aprendidas, broncas y revanchismos, pasó lo que tenía que pasar.
La catástrofe final
Era un domingo a la tarde. Yo estaba chateando aburridamente en Manhunt cuando ví una terrible discusión en el tablero general entre una loca anónima y una loca más quemada que Freddy Krueger, a la cual casi todos los gays de Córdoba conocen por el sobrenombre de La Mantis.
La Mantis es de esas pocas y selectas locas que parecen haber vivido siempre en el ambiente gay. Ya era famosa cuando yo fuí por primera vez a Piaf y la he visto luego en todos los boliches y emprendimientos gays en los que estuve. Su edad se pierde en la noche de los tiempos aunque podría llegar a calcularla si es cierta mi teoría de que un brujo sumerio teletransportó una señora gorda de barrio Las Palmas para cruzarla con un escarabajo egipcio y producir a La Mantis (claro, alguna loca estúpida con escasos conocimientos de biología habrá visto el parecido físico de la Mantis con un escarabajo y le clavó "Mantis" por que le sonaba a insecto).
Y no se apresuren a tacharme de mala, gordofóbica o, quizás, macrista por elaborar mi teoría del origen secreto de la Mantis por que la Mantis es una loca mala. Es de esas locas que no se relacionan con nadie, a pesar de tener edad y experiencia para conocernos a todos y todas. De esas que van al boliche a mirar con desprecio a los demás mientras beben un trago barato y tratan de levantar pendejos ofreciendo plata que después no dan (no, no me pasó, pero me contaron...¡en serio! si me pasaba a mí, la Mantis ya estaría muerta) y que si se te acercan para charlar por que te ven cara conocida es sólo para decir que odian a las locas de mierda y a los ghettos de mierda para locas de mierda y que son todas unas locas de mierda, etc. mientras te ahoga con su mal aliento.
La cuestión es que la Mantis jamás levantó nada en ningún lado y, que sepamos, sólo ha cogido con taxi boys que se la tienen jurada por no pagar o por dar billetes falsos. Hasta hace poco, que la Mantis fuera rechazada y vilipendiada universalmente dentro del ambiente gay era lo normal, aceptable y hasta diría justo.
Pero ese domingo en manhunt, era la Mantis la que rechazaba públicamente a otra loca acusándola de ser k (sí, chicas de Macri, la Mantis es macrista. Manéjenlo como puedan, si pueden).
¿En qué mundo estamos viviendo que la Mantis se da el lujo de rechazar a alguien? ¿Hasta qué otros bordes apocalípticos nos llevará esta grieta que está destruyendo a la sociedad argentina?
¿No sería hora de que nos dejemos de joder y nos volvamos a unir antes de que nos devore una plaga de langostas o de que locas malcogidas empiecen a actuar como divas y a negarnos sus whatsapp?
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