sábado, 18 de diciembre de 2010

Eat My Ass


Hace unos cuántos años, explorando las infinitas posibilidades sexuales que ofrece Internet, entré a una sala de chat para Amos y Esclavos. Era un chat norteamericano y, por lo tanto, estaba lleno de yanquis, uno más gordo que el otro. Si algún zurdo o algún amante de los vegetales quisiera hacer una buena propaganda contra McDonald’s, le recomendaría mostrar un par de fotos de aquellos tipos. Eran el efecto de la comida chatarra expresado en carne y grasa viva.


Pero bueno, como me interesaba descubrir de qué se trataba aquello de la disciplina y los esclavos sexuales, me puse a chatear.


Por supuesto, me hice un perfil falso, diciendo que vivía en Detroit o algo así y hasta puse la foto de algún modelo, para recibir más privados. También con la idea de que me hablaran muchos, decidí poner que mi rol era el de “amo” porque sospechaba que éso atraería más que declararme “esclavo”. Y no me equivoqué, casi toda la sala me mandó un privado con las típicas frases de “what’s up” o “hot”. Para iniciar una conversación, las locas de allá son igual de originales que las de acá.


La cuestión es que la mayoría de los esclavos que me hablaban querían saber todo lo que yo les haría para saber si elegirme o no como amo. Aquello me pareció bastante ridículo ya que, siguiendo cualquier criterio medianamente lógico, es el amo el que debería elegir al esclavo ¡Cómo se reirían los mercaderes de esclavos del imperio romano si supieran que ahora hay un mercado de amos! Aunque quién sabe, quizás los esclavos de aquella época también elegían a su modo. Hoy en día la moda en Historia es desmitificarlo todo y seguramente hay o habrá algún estudio del poderoso y decisivo habitus de los esclavos en la antigüedad (aunque dudo que un galo capturado por Julio César tuviera muchas opciones).


De todas formas, las cosas eran así en este chat. Los esclavos eran los que exigían a los amos demostrar su capacidad de amos. Es decir que, a fin de cuentas, estaba en una sala llena de pasivas calentonas buscando un activo masculino, como son todas las salas de chat gay, sólo que pintadas con el colorcito pseudo-sadomasoquista de amo/esclavo.


Y por fin, entre todas las gordas y viejas, me habló un pibe medianamente lindo. Quizás era otro con perfil falso como yo, pero no importaba. Ya que estamos mintiendo, mintamos con alguien que mienta lindo. Después de contarme varias cosas que le gustaban (de las cuales, una de las más light sería oler medias sucias) me preguntó qué le haría. Y ahí dejé volar mi imaginación, convirtiéndome en un proyecto de nazi durante unos minutos. Sí, lo iba a encerrar en una jaula diminuta, lo iba a tener sin comida durante días, le iba a pegar con un látigo en la cola, etc.


El tipo estaba entusiasmado con lo que le decía y me preguntó si tendría sexo con él y qué haría exactamente.


Yo, en mi papel, comencé a decirle todas las cosas que, típicamente hace un activo. Y guiado también por la lógica (mi lógica) supuse que un activo “amo” tenía que ser el colmo de la masculinidad y lo viril. Por eso, una de las cosas que le haría sería chuparle la cola. Ahí, de golpe, me paró la charla y me dijo “rimming?”, Y yo, iluso, le contesté, “yes, of course”. “I’m sorry”- me contestó – “but I think that rimming is not a master’s practice”. Y acto seguido, me cerró la ventana.


Por supuesto, durante unos segundos, me enojé y lo puteé mentalmente. “Pero ¿quién se cree esta loca para cerrarme a una ventana de chat???” pensé, embroncado. Y después me consolé pensando “Qué cerrado de la cabeza, pobre tipo. Así no va a disfrutar nunca de nada”. Luego le deseé una muerte lenta por leucemia y, ya más contento y tranquilo, seguí con mi vida.


Pero más allá de mi bronca espontánea, así fué como supe algo que después comprobé más fehacientemente: chupar la cola no tiene el mismo significado en la tradición nórdica que en la tradición latina. Si bien estoy seguro que tanto en Islandia como en Italia hay locas que chupan o se dejan chupar la cola sin ningún problema, la idea de sumisión que existe en la práctica del sexo oral se extiende, a veces, al rimming.


Es decir, cuando se trata de chupar una pija, está bastante claro en casi todas las culturas (por no decir todas) quién es el sumiso y quién es el sometedor. Un hombre que le chupa la pija a otro hombre, se está sometiendo. Habrá quizás algún fetichista que le guste atar a otro para chupársela, pero lo que sería la práctica “normal” del sexo oral, dentro de una sociedad patriarcal, implicaría un dominador y un dominado. En la misma Roma estaba penalizado practicar sexo oral a un esclavo o a un ciudadano de menor jerarquía aunque no había ningún problema si un esclavo realizaba sexo oral a un amo. Y esta legislación depende de una lógica mental que aún hoy está presente en la cultura occidental (y quizás también en la oriental): el hombre (o mujer) que la chupa, se inferioriza, se somete, es decir, se esclaviza.


Por éso es que acá en Argentina decimos “chupámela” o “chupáme un huevo”. Esos términos no sólo implican desprecio hacia el otro que, supuestamente, nos la va a chupar, sino que exaltan la propia masculinidad o virilidad que, en este caso (como en muchos otros) significa superioridad. Significa ser amo.


Pero, curiosamente, acá nadie dice “chupáme el culo”. En cambio, en Estados Unidos existe el “eat my ass” que tiene prácticamente la misma significación del “chupáme la pija” argentino. Es decir, allá chupar el culo es inferiorizarse, es someterse. Es una práctica propia de un esclavo y no de un amo. En cambio, acá en Argentina, la mayoría de los pasivos prefieren cien veces a un activo que chupe la cola a uno que no. Y creo que no es sólo porque éso supone una mejor lubricación sino porque no existe acá esa idea de que chupar el culo sea una práctica propia de un ser inferior. Más bien, al contrario, uno tiene la idea de que si a un tipo le gusta chupar la cola, es porque es activo. Y ser activo supone, también, ser superior, porque supone ser hombre o cumplir con el rol de hombre.


Por supuesto que en la práctica las cosas son diferentes y seguro hay gente que hace de todo. Pero si hablamos de las ideas que operan o dan sentido a las prácticas sexuales, es interesante ver cómo dependen más de la cultura que de lo físico. Y éso que son prácticas estrictamente físicas.


Recuerdo una vez que un chico me dijo “me gusta que me chupen la cola pero, si me lo hacen, después no me gusta que me besen”. Y claro, éso es un poco más lógico y más comprensible desde el punto de vista físico. De hecho, la posición inversa también sería perfectamente lógica: si a alguien le gustara sentir el mal aliento del otro en la boca, entonces con todo gusto esperaría un beso en la boca después del “beso negro”. Y ahí no hay ninguna idea social de superior o inferior, sólo hay un imperativo físico-gustativo.


Pero más allá de las conclusiones lógicas (que no hacen más que repetir las típicas premisas de “el mundo es diverso”, “cada persona es un mundo”, “en gustos se rompen géneros”, etc) yo me pregunto de dónde vienen estas ideas sobre qué es una práctica sexual propia de un amo y qué es una propia de un esclavo. ¿A quién se le ocurrió por primera vez que chupar una pija es degradante y chupar una cola no (o sí)? Es decir, ¿de dónde sale la idea de que chupar una pija o una cola te convierte en un ser inferior?


La respuesta más tentadora es el machismo, pero aunque seguro tiene mucho que ver, no lo explica todo.

Ignoro cómo cogían los sumerios y los egipcios, pero parece que los griegos no tenían tantos reparos ni preconceptos sobre el sexo oral ni sobre ninguna otra práctica sexual. Aunque hubieran, en cierta forma, dominadores y dominados dentro de la famosa relación de los erastes y erómenos, el poder tenía más que ver con la edad y el rango social que con lo que pasara en la intimidad de la pareja. Es decir, no importaba mucho quién se la chupaba a quién ni quién se lo cogía a quién. Al menos, no ha quedado ningún dato que probara que eso importara, lo cual es diferente en Roma, donde sí habían leyes punitivas contra los que la chupaban y practicar sexo oral era claramente una práctica degradante.


Y tanto los griegos como los romanos eran tan o más machistas que nosotros, así que o esperamos que aparezca alguna fuente griega reveladora de que el griego que la chupaba era inferior o buscamos otra respuesta que supere al machismo.


El marxismo invitaría a pensar al sexo como una relación de poder. Es decir, del sexo oral ¿quién se beneficia? Pero esta pregunta no tiene respuesta. Teóricamente, el mayor beneficiado es el que recibe el sexo oral porque es el que siente placer. Pero el que realiza el sexo oral también puede experimentar placer.

Uno pensaría que el que recibe sexo oral experimenta placer psicológico al sentir que está sometiendo a otro y placer físico al ser estimuladas sus partes erógenas. Pero el que realiza sexo oral también puede experimentar placer psicológico sintiéndose sometido y puede llegar al orgasmo hasta quizás sin necesidad de tocarse. Es decir, que ambos obtienen un beneficio: a uno le gusta que se la chupen y al otro chuparla. El marxismo queda, entonces, descartado.


Encima, si vamos a la vida real, lo que impera no es la relación de poder sino la versatilidad. Por mucho que le podría pesar a Marx -si se hubiera dedicado a estudiar a la homosexualidad- es raro encontrar a un gay puramente activo o puramente pasivo. Sí, es muy fácil encontrarlos de la boca para afuera (sobre todo en un chat). Pero en la cama, la mayoría hace de todo. De hecho (y espero que Karlitos no se esté revolcando en su tumba) la mayoría de los gays prefieren la versatilidad. Pueden tener mayor inclinación hacia un rol que hacia el otro, pero la mayoría son pura barbarie comunista que adora el 69.


Es decir, en lo que respecta a las relaciones sexuales, parece que estamos en el primer estadio marxista: uno coge lo que puede, no lo que quiere. Si te toca un pasivo, serás activo. Si te toca un activo, serás pasivo. Si te toca un amplio, serás amplio. Y así.


Hasta que se inventó la agricultura, el hombre no tenía tanta necesidad de esclavos y comía lo que podía cazar y recoger en su ambiente natural (y no estoy intentando ningún mensaje subliminal con estas palabras). Hasta que se invente algo parecido a la revolución agrícola-ganadera en el plano sexual ¿los homosexuales seguiremos levantando y cogiendo lo que se pueda en el ambiente (léase chats, boliches, saunas, parques, etc.) sin preocuparnos mucho por quién se inferioriza y quién no?


Por supuesto que éste no es un tema preocupante ni urgente. Aunque el Papa y los testigos de Jehová no estén de acuerdo, nadie se va a morir por chuparla o no chuparla. Pero quizás sí es un tema importante a nivel personal, es decir, quizás es importante saber porqué, de golpe, te gusta chupar una pija o tenés ese deseo. O chupar una cola. O que te la chupen. ¿Te da placer? ¿Te sentís inferior? ¿Te sentís superior? ¿Tenés ganas de sentirte superior o inferior? ¿Te da lo mismo? ¿Te gusta el sabor? ¿No te gusta? ¿Lo hacés porque todos lo hacen? ¿Lo hacés para retener al otro? ¿Creés que te vas a ir al infierno por hacerlo? etc.


Yo creo que uno casi nunca se hace esas preguntas. Más bien, uno va inconscientemente realizando todo tipo de prácticas sexuales (hasta donde se atreve) sin pensar mucho en su significado real o en si realmente obedecen a un deseo propio. Pero, sobre todo, lo que casi nunca nos preguntamos es de dónde viene ese deseo (quizás porque la respuesta está más en el inconsciente, pero de psicología sé poco, aunque la ansiedad oral también debe tener que ver con el tema).


Y, repito, no es un problema tan urgente como el hambre o la enfermedad o la última cirugía de Madonna (¡Por Dior, qué mal quedó! Espero que sea sólo hinchazón). Pero si uno conoce esas respuestas, si uno es consciente de lo que le gusta y porqué le gusta, es probable que el sexo se disfrute mucho más que cuando es una mera práctica inerte, repetitiva y calcada de alguna porno.


A fin de cuentas, el “esclavo” que me cerró la ventana cuando supo que yo le iba a chupar la cola, tenía razón. Quizás se esté limitando pero, al menos, es consciente de ello. El quiere un amo de verdad, y un amo de verdad no chupa la cola, al menos en los países nórdicos. Está bueno saber lo que te gusta y ser coherente con ello.


Ojalá que no le de leucemia.