Y a quien me quiera incinerar los versos argumentando un folio inmemorial le haré la historia de este sol adverso que va llorando por el universo esperando el día en que podrá alumbrar
jueves, 1 de septiembre de 2016
Carlos Jáuregui cerró la grieta
lunes, 1 de julio de 2013
Charla sobre el orgullo en Manhunt
Otra opción sería que me trasvista yo o me comporte como afeminado aunque no lo haga o no le sea en lo cotidiano, pero eso sería hipócrita y al pedo. Me alcanza con ir y sumarme al movimiento y marchar al lado de todas las personas, afeminadas o no, travestidas o no, promiscuas o no, que van a la marcha porque, con todas nuestras diferencias, estamos peleando por lo mismo.
Rubio: Querido, yo no te prohibo ir simplemente porque no puedo. No controlo quién entra o no entra a la marcha (lamentablemente). Cualquiera puede ir o dejar de ir. Vos no estás yendo porque no te sentís representado. Muy bien. Aplaudo tu decisión, me parece coherente. Alguien como vos, que cree que el orgullo está "demodé" no tiene nada que hacer en una marcha del orgullo. Sin embargo, siempre vas a ser bienvenido y nadie te va a pedir ningún requisito para que participes. Nadie prohibe la entrada a nadie y de hecho en la práctica sería imposible hacerlo. Si no estás yendo es por tu elección, tal como has afirmado hasta ahora.
Ahora, si tanto te preocupa el tema, armá una contramarcha con los que piensan como vos, o andá a la misma marcha representando a los que crees que no están representados, o acercáte a discutir con los que están ahí sosteniendo la idea del orgullo. O hacé lo que mierda se te cante el culo para pelear por tus ideas, que no son las del orgullo. O no hagás nada, quedáte rezongando en internet o en donde puedas y criticando a los que hacen algo que creés incorrecto. Es un mundo libre y hay libertad de expresión incluso para los cómodos y quedados y pesimistas como vos que no mueven un dedo más que para criticar negativamente.
Vos decís que la marcha no te representa. Te equivocás. No te representa en el sentido de que no te identificás con los gays que marchan, porque son afeminados o por lo que sea. Pero sí te representa en el sentido de que representa la lucha por tus derechos como gay, aunque no participes de ella.
Es gracioso pensar que personas como vos, que no quieren ir a la marcha porque son demasiado machitos y prefieren criticarla con tanta saña antes que los vean marchando al lado de esas "despreciables maricas afeminadas", hoy pueden casarse, adoptar, tener la posibilidad de pedir amparo judicial si son discriminados en algún ámbito por su sexualidad, y tantas otras cosas gracias a todas esas “maricas”, afeminadas o no, que tuvieron los huevos de enfrentarse a la policía, al ejército, a la Iglesia, a la sociedad entera para lograr un mínimo de derechos humanos que antes nos estaban vedados.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
De Las Heras a San Martín
El sábado tenía un montón de cosas que hacer y cero ganas de hacer ninguna así que, para no sentirme tan vago e inútil, decidí ir a la marcha del orgullo.
Según me habían dicho, la marcha comenzaba en el parque las Heras. Sí, nada menos que esa descuidada plaza donde, cada noche, un variable número de locas bastante impresentables aprovecha la escasa iluminación del lugar para caminar en círculos y elipses con el fin de encontrar una pija o una cola o una boca con la cual tener algún rápido contacto detrás de un eucaliptus o de alguna estatua, columna o pedazo de cemento cubierto de graffitis y meada.
Por supuesto, ninguna de esas locas estaban en la marcha. El parque las Heras funciona todo el año para los gordos, viejos, casados y tapados que en un boliche no se levantarían ni a la mañana ni siquiera con la ayuda de la luz negra y que de sólo pensar en acudir a un lugar gay donde alguien pudiese verlos (fuese un boliche o una marcha) se les pondrían los ojos en blanco y la cabeza les giraría como a la pendeja del exorcista.
Pero bueno, paradoja o capricho del destino, ese lugar tan apreciado por las locas que odian ser locas y no hablan de su sexualidad ni con Dior cuando rezan cada Domingo (lo cual no las inhibe de comerse las pijas más sucias e infectadas de la ciudad noche por medio) se transformó en lugar de encuentro para todas las locas que, supuestamente, estan felices y orgullosas de ser locas y quieren gritarlo a los cuatro vientos por una de las calles más transitadas de la ciudad.
También estaba allí mi amiga Karina, acompañada por su novia y su cámara de fotos. Karina, como muchas mujeres burguesas –lesbianas o no- solteras y de mediana edad, está obsesionada con el facebook y vive publicando cada pequeña o gran boludez que ocurre en su vida como si tuviera una legión de fans ávidos de enterarse de los pormenores de su existencia. Cualquiera que entrara a su face y quisiera creer en sus palabras, se convencería de que Karina es una especie de mezcla entre la Madre Teresa y el Che Guevara: apoya públicamente a todas las causas humanitarias que puedan existir pero siempre con leve tinte zurdoprogre, es decir, que está a favor del matrimonio gay y la despenalización del aborto, los derechos de la mujer, de los niños, de los animales y de cualquier cosa o persona que sufra lo suficiente como para conmoverla un poquito (cosa nada difícil teniendo en cuenta que lloró hasta con los X men).
Pero claro, para Karina no es suficiente pertenecer a toda página cool del facebook. Para crear su virtual perfil de luchadora y defensora de los DD HH sabe que una imagen vale más que mil palabras, por lo cual me hizo sacarle más de 100 fotos ondeando la banderita del arco iris y abrazandose con todo travesti, transgénero o persona rompegéneros que le dió bola para la foto.
Y el lunes, por supuesto, las fotos estarían en su face para despertar la admiración o envidia de sus contactos kirchneristas y de sus amigas tortas que están dentro del closet. Por supuesto, la mamá y el papá de Karina son mayores de 65 años y no tienen face (ni computadora) y creen que su hija vive con una amiga para compartir los gastos. El hermano de Karina cree que su hermana está un poquito rayada pero que pronto se casará y tendrá un par de hijos y se dejará de joder con la política, el humanitarismo, los animalitos abandonados y los derechos de los putos. Pero lo peor de todo es que Karina seguirá sintiendo que ella “hace algo” porque va a la marcha (y porque lo publica en face, claro) y que no importa la vergüenza o el miedo que le da confesarle a su familia o a sus compañeros de trabajo que le encanta franelear su vagina contra la vagina de otra mujer.
Porque no es lo mismo estar fuera del closet con los amigos y en el face que estar realmente orgulloso de ser gay, pero para Karina eso no importa, porque ella es la primera en creer en su facebook. Y así, evade tranquilamente la realidad y se sigue sacando fotos en la marcha del orgullo como una esplendorosa y flamante torta que lo único que tiene de torta es la decoración.
En todo éso pensaba yo mientras sonreía y apretaba el botón de su camarita y hacía los típicos chistes sobre el fotoshop. No, no soy falso: todo ésto también se lo digo en la cara a ella pero en aquel momento no me parecía adecuado ni divertido decirle lo falsa y obtusa que creo que es así que me entregué a su jueguito. Además, ya me conozco y sé que las multitudes (sobre todo las multitudes con tambores y pancartas) me ponen de mal humor, por lo que decidí controlar mi hermoso y siempre amado (por mí) carácter de mierda.
La marcha estaba encabezada por no sé quién, supongo que por los organizadores. Después venía un grupo de gente figuretti y unas drag queens que bailaban algo parecido al carnavalito al son de una batucada. Más atrás venían algunas agrupaciones políticas y bares y pubs gays de la ciudad con sus banderas y gente con camisetas del partido o lugar gay, no sea que alguien fuera a decir que tal partido o tal lugar gay nunca figura en la marcha. Los kirchneristas eran unos 20 o 30 y detrás venían los radicales, unos 10 o 15, que cantaban –con bastante desubique- una canción que decía algo así como “a Alfonsín no se lo toca”. La verdad que me pareció bastante ridículo. Los K, a los cuales también detesto profundamente, al menos pueden capitalizar lo del matrimonio gay (más allá de las disidencias internas que hayan tenido con el tema y de que Cristina recién se haya declarado a favor del matrimonio un día antes de la votación en el senado ¡Y nada menos que desde la mismísima China!) pero ni los radicales ni Alfonsín tienen mucho que hacer en una marcha gay. Pero ahí estaban. Faltaba un contingente del ejército y otro de la Iglesia Católica y ya completábamos el circo.
Pero bueno, si una torta semidestapada como Karina puede ir a la marcha y sentirse progre ¿porque no pueden hacer lo mismo 10 o 15 radicales? También ellos se sacan fotos y las suben al face y se sienten felices así, incluso ante el vergonzoso hecho que hasta el bar de osos llevó más gente que ellos y hasta tenían una bandera más grande.
Detrás de los osos venía una enorme bandera de arco iris y luego una traffic con unas travestis en tetas subidas al techo. Luego seguía un enorme camión lleno de gente que no entendí nunca porqué se subió ni qué pretendían mostrar. Las travestis al menos se producen, muestran las tetas, gritan, etc. Estos nomás eran unas locas silvestres que apoyaban los codos en el borde del camión y miraban desde arriba (¿).
Y bueno, querrían figurar, qué se yo.
Inmediatamente después venía un grupito de tortas y transexuales con las tetas al aire gritando que había que acabar con el género y, finalmente, las agrupaciones de izquierda que marchaban al final y que eran más o menos un cuarto de la cantidad total de personas en la marcha. Porque en éso la marcha gay es igual a cualquier otra marcha de protesta o de reivindicación de derechos: las agrupaciones de izquierda son mayoría mientras que los partidos mayoritarios están apenas representados por 10 gatos locos (que encima ni saben bien lo que hace su partido con ese tema). En el senado y en diputados, la izquierda prácticamente no existe, pero en todo lo que sea salir a gritar con pancartas al hombro, están siempre. Claro que habría que pensar qué sirve más, marchar con una pancarta y un altavoz o meter más gente en las Cámaras. Pero los zurdos de Argentina parece que últimamente prefieren acusar a la derecha, a la Iglesia, a Cristina (o a Duhalde o a quien sea) -a veces a la sociedad entera- de un complot contra su partido y sus actividades en lugar de hacer la más mínima autocrítica a sus estrategias políticas (y no políticas también).
Anyway, ahí estaban, dando menos pena que los k y los anti k. Es una suerte que la mayoría de las locas sean tan apolíticas y posmodernas, porque así ni siquiera Cristina, con su glamour y su apoyo tardío desde el Extremo Oriente al avance más importante en “derechos homosexuales argentinos” de los últimos tiempos, ha logrado cautivar al colectivo gay y politizar algo que debería escapar a los partidos. Y no niego que está lleno de locas K y anti K (igualmente ciegas, soberbias e insoportables), pero, por suerte, la mayoría de los putos seguimos despreocupados por nuestra falta de liderazgo y aglutinamiento, lo cual me llena de alegría porque quiere decir que aún pensamos críticamente (o, al menos, elegimos no pensar).
Me olvidaba que cerca mío iba una parejita hetero, la chica muy contenta y el guaso bostezando mientras un par de locas le miroteaban sus horribles piernas peludas y también unas cuantas parejas gays que se besaban una y otra vez ante la mirada risueña de todo cordobés que, por desgracia o por suerte, se tropezaba con la marcha.
Cuando la marcha llegó a su punto cúlmine, es decir, la plaza San Martín (otro lugar bastante frecuentado por las locas tapadas y los curas del interior de la provincia que vienen a ofrecer plata a los chicos de la calle menores de 7 años y que encima se enojan porque algún periodista que jamás aprendió ortografía les hace cámaras ocultas de vez en cuando para conseguir un ascenso) las tortas en tetas se pararon frente a la catedral para cantar la predecible “Iglesia, basura, vos sos la dictadura” (loco, sigan insultando a la Iglesia pero cambien las letras alguna vez!) mientras unas pobres viejitas que salían de rezar y asegurarle a Dior que son buenitas las miraban con un pánico que me conmovió incluso a mí. Y no es que defienda a las viejas que van a misa, pero me imagino que debe ser al menos chocante salir de la Iglesia y encontrarse con diez pares de tetas al aire gritando blasfemias y diez mil personas apoyándolas.
Bueno, al ratito subió gente al escenario y empezaron a tirarse flores entre los organizadores y demases figuras importantes de la marcha, como siempre ocurre. Luego subió la madre de Natalia Gaitán para que la aplaudieran un rato (merecidamente, por supuesto) y ahí ya me fuí porque tenía que bañarme para ir a una fiesta donde habían 16 locas que no habían ido a la marcha y otras 4 que ni se habían enterado que era ése día (pero, por supuesto, unas y otras querían que les contara todo lo que pasó).
Y bueno, están las locas que no van porque no se enteran, las que no van porque no están de acuerdo, las que no van porque tienen miedo que alguien los vea o -peor- les saquen una foto- Y están las que van porque, precisamente quieren salir en la foto, porque quieren que las vean, porque creen que con la marcha hacen algo. Y estoy yo que voy porque no tengo ganas de quedarme en casa mirando la pila de apuntes que tengo que leer y mirar locas y travestis me distrae de mis responsabilidades (quiero creer que no soy el único).
¡Y después los ultraderechistas se asustan de los cambios culturales y acusan de ellos al "lobby" gay! Me gustaría saber dónde ven un lobby en esa heterogeneidad de gente que lo único que tiene en común es ser catalogada de puto o torta, pero que piensan y viven su sexualidad de un modo tan diferente que me sorprende que no nos hayamos agarrado a las piñas todos contra todos (o a los arañazos, aunque sea).
En resumen, lo de siempre, aunque con mucha más gente que la del año pasado. Diez mil personas dicen que había. No sé cómo calculan pero la verdad que parecía haber mucha gente y quizás ésa sea la única razón válida para hacer una marcha de este tipo: demostrar que los gays existimos.
Y que somos muchos, aunque las viejitas de la catedral se asusten.
viernes, 29 de abril de 2011
De Tin Marín De Do Pingüé Cucara Macara Titere Gay

Hay tantas pero tantas huevadas que se dicen sobre la homosexualidad que daría para escribir enciclopedias enteras sólo recopilándolas y sin hacerles ni un sólo comentario.
Y es que tampoco hay nada, ni ciencia, ni religión, ni creencia popular, ni documental de programa de cable que tenga la posta sobre la homosexualidad (o, mejor, sobre la sexualidad). Como de tantos otros temas, se puede decir y afirmar cualquier cosa aunque uno ni siquiera sea homosexual o, al menos, conozca a algún homosexual. Y ni hablar cuando uno es homosexual y ni se conoce a sí mismo pero igual habla de sí mismo.
Así que sobre homosexualidad se dice de todo: se dice que es una enfermedad, un pecado, una orientación sexual anormal, una orientación sexual normal, un mandato de los genes, el resultado de algún abuso infantil, una consecuencia psicológica de la falta de una figura paterna fuerte o de la sobreprotección materna, un gusto causado por un exceso de Barbies en vez de autitos en el cajón de los juguetes, una disfunción causada por un exceso de pollo transgénico en la alimentación (¿no se le ocurrió a Evo pensar en los miles de insoportables locas vegetarianas?), un mal de “estos tiempos” (increíble que lo diga gente que sepa un mínimo de historia), un síntoma de decadencia social, un vicio como cualquier otro, un plan de la CIA para disminuir la natalidad en los países subdesarrollados, una excusa para no asumir responsabilidades de hombre (como matar mujeres y niños en la guerra), una actitud de rebeldía pura, un umbral más que cruzar en la exploración sexual, un amor excesivo por Madonna o la diva de turno, etc.
Pero por muy anticuadas, postmodernas, perversas, increíbles, patéticas, hilarantes, ahistóricas, descontextualizadas, freudianas, pseudofreudianas, foucaltianas o simplemente estúpidas que sean todas esas afirmaciones, creo que ninguna superará nunca a la mayor huevada que se ha dicho nunca sobre la homosexualidad: que es una elección.
Basta con pensar simplemente en que, si la homosexualidad realmente fuera una elección, directamente no existiría. Porque nadie sería tan idiota para elegir ser discriminado como un paria pudiendo elegir estar integrado.
Y por supuesto, podría llegar a haber algún ultracristiano obtuso que afirme que al homosexual le gusta ser discriminado y por eso elige ser gay. Pero en ese caso nos enfrentaríamos con un problema de rebeldía o de masoquismo social que trasciende el tema sexual.
Porque, yendo a lo concreto, la homosexualidad es un tema básicamente sexual y el gusto por un sexo u otro no se elige. O sea, yo nunca me dije “entre un hombre y una mujer, elijo a un hombre”. Simplemente un día, más o menos a los 11 años, me dí cuenta que me gustaban los hombres y no las mujeres.
Y, concretizando más, tampoco un heterosexual elige ser heterosexual. Simplemente un día se da cuenta que le gusta el sexo opuesto y listo. No se para de pronto a decir “a ver ¿qué me gusta más?¿un pito o una concha?”. Simplemente le gusta un pito o una concha.
En ese sentido (y teniendo también en cuenta la cantidad de nenes que se ponen los tacos de la madre antes de aprender a caminar o la cantidad de nenas que se atan la corbata del padre antes de aprender a vestirse), podríamos decir que la homosexualidad es algo, si no genético, al menos no elegido.
Porque una elección implica, primero, tener y conocer dos o más opciones posibles y, segundo, tener la posibilidad de elegir cualquiera de ellas.
Es decir, una elección implica consciencia y libertad.
Con la sexualidad no se da ninguno de los dos casos.
En primer lugar, uno no prueba primero los dos sexos para después decidir cuál le gusta más. Lo que primero pasa es que se siente atraído hacia uno o hacia otro sexo y después, cuando se siente listo físicamente (o, más bien, cuando se da la oportunidad), prueba lo que le atrae. Y acá hay una gran diferencia entre los heteros y los gays, (que es en cierta forma la causa por la cual haya tanta falta de comprensión entre los heteros y los gays). Porque los/as heteros prueban el sexo por primera vez con una persona del sexo opuesto.
Siempre es así.
Incluso los/as heteros violados o abusados por alguien de su mismo sexo, cuando se deciden a probar el sexo por ellos mismos, eligen a alguien del sexo opuesto. Porque es lo que les atrae, lo que les dicta su deseo sexual.
En cambio, muchos gays probamos primero con el sexo que no nos atrae. Hay algunas locas que jamás estuvieron con una mujer, es cierto. Entre las lesbianas, se suele denominar como “lesbiana golden” a la mujer que jamás estuvo con un hombre y siempre estuvo con mujeres. Podríamos decir que hay muchos gays “golden”, pero también hay muchos que tuvieron su primera vez con una mujer por no asumirse como gays, por imposición social, por no estar seguros aún de ser gays, por “probar”, etc.
Pero un/a hetero jamás se ve enfrentado/a a esas situaciones. Cuando se da cuenta que le gusta alguien del sexo opuesto, no experimenta ningún conflicto interior del tipo “soy un desviado” ni, mucho menos, social. Simplemente, la vida se da como “tenía que darse”.
Entonces, ni los heteros eligen ser heteros (porque no prueban ambos sexos antes de decidir cuál les gusta) ni los gays elegimos ser gays (porque aunque probemos con otro sexo ya sabemos que nos pasa algo con los de nuestro sexo).
Y, en segundo lugar (y más importante aún), tampoco nadie tiene la posibilidad de elegir libremente una u otra orientación sexual. Es decir, supongamos que, a cierta edad, sin probar o incluso habiendo probado relaciones sexuales con ambos sexos, pudiéramos decirnos “ok ¿qué elijo? ¿que me gusten los hombres o que me gusten las mujeres?”. ¿Puede alguien ser tan idiota para creer que, en ese momento crucial, los gays dijimos “ay, voy a ser puto así me insultan, me humillan, me discriminan, me odian, me persiguen y me impiden tener los mismos derechos que los demás” mientras que los heteros dijeron “voy a ser hetero así nadie me tacha de desviado y mis papis están orgullosos y me caso y tengo hijos y envejezco rodeado de nietos”?
¿Puede alguien ser tan idiota para pensar que existe ese “momento crucial”?
Y, sobre todo ¿puede alguien ser tan idiota para pensar que un ser humano puede condicionar a voluntad su deseo sexual?
Bueno, sí. Existen miles y miles y millones de idiotas, empezando por Benedicto XVII (por nombrar a un famoso), que afirman que la homosexualidad es una elección. Existen personas que creen que uno eligió ser puto. Existen personas que creen que vino el diablo a susurrarnos a la oreja que chupemos una pija de la misma forma que a los asesinos les susurró que mataran a alguien o a los ladrones que robaran algo. Y entonces, como viles y sucias criaturas de Satán, no nos resistimos a la tentación y fuimos y chupamos una pija así como el asesino fué y mató y el choro fué y choreó.
Supongamos, por un momento (un momentito nomás) que tamaña huevada fuera cierta. Supongamos que, efectivamente, no nos resistimos a la bestia interior y elegimos el camino del mal y chupamos una pija o cogimos con otro hombre. No murió nadie ni nadie fue robado. No hubo violencia ni dolor (y si lo hubo, fue zarna con gusto). No hubo daño ni, mucho menos, intención de daño. En todo caso hubo intención de complacerse o complacer. Y, con suerte (porque no siempre pasa), hubo placer.
Pero, para ciertas mentes, igual fue un pecado. Yo aún sigo esperando que algún doctor en teología me explique porqué (y, sobre todo, que me convenza). Pero la única razón que dan es que la Biblia dice por ahí que éso está mal y, como con la Biblia no se discute, no hay más nada que decir del tema.
Por ahí te saltan con que uno tiene que refrenar sus pasiones porque sino, el mundo sería un caos de libertinaje y estaría justificado hacer cualquier cosa que se nos antoje. Sería como decir “si quiero matar y chupar una pija, mato y chupo una pija, porque es mi deseo”.
Pero no es así tampoco porque una persona normal elige no matar -por más que sienta el deseo de hacerlo- porque sabe que eso está mal, que provoca un daño. En cambio, coger con otro hombre (consentidamente, obvio) no provoca ningún daño a nadie. Claro que, para algunos, coger con otros hombre atenta contra el orden social-sexual instaurado. Y es muy cierto. Pero el orden social-sexual instaurado atenta contra todos los que no nos sentimos cómodos en él y, como hay gays en todas las clases sociales, no se los puede exterminar tan fácilmente como se extermina a los marginales que molestan.
Si al menos este orden social-sexual instaurado garantizara un buen vivir general para todos, o al menos una amplia mayoría, entonces habría que pensar si vale la pena combatirlo o no. Pero, con sólo mirar alrededor, nos damos cuenta que sólo unos pocos viven bien en este orden y, para colmo, cada vez son menos.
Por lo tanto, en vez de ver si un libro escrito hace cientos de años permite o no una cosa, sería más cuerdo y más humano juzgar las acciones por sus resultados. Pero hay gente que no es cuerda ni humana y prefiere seguir considerando pecado a cualquier cosa que le convenga o que le digan de arriba. Pero eso, aunque terrible e importantísimo, es otro tema.
Así que volviendo al tema principal –la homosexualidad como elección- y ya que he terminado de decir las obviedades más estúpidas para probar la estupidez de tal juicio, habría que señalar que, en la homosexualidad (como en toda sexualidad) hay algo que sí se elige: el cómo vivirla.
Uno no elige si le gusta un pito o una concha. No elige sentir deseo por un sexo o por el otro (ni siquiera por una persona u otra).
La ciencia no está en condiciones de afirmar fehacientemente que el deseo sexual humano obedezca a razones genéticas, o a las feromonas, o a la luz solar, o al tamaño del hipotálamo, etc., a pesar de la cantidad de estudios que se hacen sobre el tema. Lo que sí está claro para cualquier estudio científico (y para cualquier cerebro medio) es que el deseo sexual no es una elección consciente ni algo sobre lo que la voluntad tenga poder (por más que hayan sectas que dicen tener “la cura” para la homosexualidad).

Uno no puede condicionarse para que le guste un sexo o el otro. Puede negarse, mentirse, ocultarse, reprimirse, etc. pero si nos gusta el pito, nos va a seguir gustando siempre porque el deseo sexual no se elige.
Lo que sí se elige es decirle o no decirle al mundo lo que a uno le gusta.
Los hombres heterosexuales destinan prácticamente la mitad de su tiempo (si no más) a decir lo que les gusta, a gritarlo, a exhibirlo y hasta a agrandarse con ello. Es decir, cuanto más te gusten las mujeres, más macho sos. Cuantas más minas te cojas, más ganador sos. Y cuanto más macho ganador sos, más admirado, más imitado y más envidiado sos en nuestra sociedad.
Para las mujeres, la cosa es al revés. Cuanto más te gusten los hombres más puta sos. Cuantos más tipos te cojas (o, más bien, te cojan) más loser-solterona-facilona-desesperada sos. Y cuanto más puta sos, más criticada, más odiada y más discriminada sos en nuestra sociedad.
Por lo tanto, para los gays es doblemente terrible decirle al mundo que uno es gay. Porque implica que no sólo no sos hombre sino que encima sos puta.
Y decir o no decir éso sí se elige.
Y hay todo tipo de elecciones. Están los que eligen no decirlo nunca -ni a los padres ni a los amigos ni a la esposa ni a los hijos ni al psicólogo ni al cura- y coger con tipos en la semisegura oscuridad de un sauna o en el riesgoso anonimato del motel con taxiboy.
Y, pasando al otro extremo (y salteando muchas otras elecciones), están los que salen a caderear con los ojos delineados y posando alegremente ante cualquier cámara que quiera filmarlos o fotografiarlos en las poses y frases gays más clásicas y –tradicionalmente- más repulsivas en nuestra sociedad.

Pero, paradójicamente, en nuestra sociedad hay que ser muy macho para salir así a la calle y asumir que uno es puto delante de los padres, amigos, jefes, novios y de quien sea.
Desde un punto de vista antropológico, resulta gracioso comprobar que el “macho” que se la pasa fingiendo ser macho es, en realidad, más maricón que cualquier travesti, flogger, emo o cualquier ser andrógino que, gesticulando como Lady Gaga, proclama ser gay en plena luz del día. Porque, a diferencia de los hombres heteros...¡y de las locas asumidas!!!...no tiene los huevos suficientes para decirle al mundo lo que le gusta. No tiene los huevos para decir que le gustan los huevos...ni mucho menos tiene huevos para estar orgulloso de ello. Sólo tiene huevos para hacer lo que le gusta en alguna oscuridad, donde no corra ningún tipo de riesgo (sacando el más fácil contagio de HIV o el riesgo que supone relacionarse con el ambiente de la prostitución clandestina). Es decir, vive como un verdadero cobarde-maricón-afeminado cuando, en teoría, tales cosas le causan repulsión y formatea su entera existencia para evitar ser tachado de lo que realmente es, llegando incluso hasta casarse y tener hijos (a veces) para montar una fachada.
Y por ello es que el concepto de “orgullo gay” es un verdadero anatema para las locas tapadas. Pero el grado de confusión, negación y auto-indulgencia es tal que cualquier loca “promedio” (es decir, las que van de medianamente afeminadas a exagerada y fingidamente masculinas) te dice, en tono filosófico: “Detesto a las mariquitas, porque por culpa de las mariquitas nos tachan a todos los gays de maricones”.

Y sí, no todos los gays son maricones, es cierto. Pero habría que ver el verdadero significado de la palabra maricón, primero.
Si ser maricón es ser amanerado, todos somos maricones por aquello de que “a todos se nos cae una pluma”. Incluso está lleno de varones heteros amaneradísimos o mujeres hetero hipermachonas. Sería difícil encontrar a un hombre o a una mujer que no tenga nada de amaneramiento del otro sexo. Claro que existen grados, pero definirlos sería siempre una cuestión subjetiva (no hay más que pensar en las modas del bigote, del pelo largo o del hippismo para ver que una misma cosa puede ser a veces de puto y a veces de macho).
Si ser maricón es no atreverse a ser uno mismo, a jugarse, a correr riesgos, a asumir una posición, a descubrirse, entonces también todos somos maricones, porque ¿dónde habrá alguien tan maravilloso cuya única socrática meta en la vida sea “conócete a tí mismo” y que jamás se desvíe de ella?. Claro que acá también existen grados y, como ya dije, una loca que se prueba la peluca sería menos maricona que el “macho” que no se atreve a hacerlo por miedo al qué dirán. Pero, por supuesto, jamás se le ocurriría pensarlo.
Y si ser maricón es ser homosexual, es decir, ser hombre y que te guste coger con hombres, ahí sí que todas las locas son mariconas, tapadas o no. Y acá no hay ningún grado más que el pensar qué tanto te gusta coger con hombres.
Por lo tanto, como conclusión de todo ésto, se podría decir que cuanto más amanerado sos, más macho sos, cuanto más tapado sos, más maricón sos y cuanto más homosexual sos más homosexual sos.

Es decir, como ya dijo alguien alguna vez, hay que ser muy valiente para ser feminista en un mundo machista.
Yo nomás le sumo que hay que ser muy maricón para ser machista en un mundo machista. Y éso sí es una elección.
jueves, 15 de julio de 2010
Otro 14 de Julio

Ayer fue otro 14 de Julio propicio para
Igual, no importa, ganó el SÍ a la igualdad y el NO a la discriminación. Eso debería ser todo lo que importa.
Al menos por un tiempo, mientras celebremos, mientras nos vistamos con el arco iris y vayamos a festejar por ahí con toda la onda y todo el alcohol, justo en épocas de exámenes y de comienzo del semestre nuevo.
¿Y después? A casarse los que quieran, claro. A adoptar, a formar familias, a tirarles en la cara a los homofóbicos sus prejuicios y sus enfermedades siendo felices en sus narices. En una palabra, a amarse.
Pero ojalá nadie se olvide lo que fue la sesión de ayer en el senado. Realmente un espectáculo de no creer. Las cosas que se dijeron, los argumentos que se usaron, tanto a favor como en contra, revelan que, a pesar de tanto progresismo logrado, esa gente a la que votamos para que nos gobierne no tiene un pito de idea no sólo sobre la homosexualidad, sino sobre la realidad entera.
Hay excepciones, claro. Pero ¿teníamos que bancarnos 15 horas de escuchar sandeces, encima repetidas a cada rato? Parece que así es la democracia.
Cantidad de senadores que dieron una mini clase de historia de la homosexualidad ¿para qué? ¿para probar que siempre hubo gays? Lo que se discutía era darle derechos a una minoría, éso era lo único que tenían que debatir. ¿Les damos los derechos o no se los damos? Nada más. Pero hubo que escuchar que Alejandro se comía a Hefestión, que Saladino era medio-medio, que el pobre Oscar Wilde estuvo preso por homosexual, etc. Eso sin mencionar las reiteradas citas a Kant, Habermas, Engels, etc.
Bueno, bárbaro, querían demostrar que saben, que les importa el tema, que estudiaron, que son intelectualoides, que se basan en algo. Pero sólo una senadora, que yo sepa, María Eugenia Estenssoro, se refirió a una pareja de gays que ella conocía para ilustrar con una anécdota lo que es la situación actual de los gays. Porque no hay que irse a
Anyway, quizás algunos pensaron que mencionar a Wilde o Da Vinci les daba más fuerza para votar a favor del proyecto. Y apoyaron la igualdad.
Pero qué manía esa de hablar de los gays famosos de la historia. Yo también la tengo, pero no soy senador. Creo que los senadores deberían dejar un poco los libritos de antropología, historia y biología y salir un poco a hacer trabajo de campo en los diversos barrios de las ciudades que ellos legislan, donde pululan realidades mucho más ricas y más inmediatas que las que puede darnos un libro. Y no les digo que se metan a las villas miserias, si eso los asusta. Vayan a un country si quieren, pero vayan. Hablen con los gays, pregunten, interésense por ellos no sólo como un colectivo votante sino como argentinos que también son.
Me pregunto cuántos de esos senadores tendrán contacto con personas o lugares gays. Seguro que muchos, aunque la verdad, tener contacto no es lo mismo que conocer.
Eso lo dejó clarito Rodríguez Saa, quien, según sus palabras, respeta mucho a los homosexuales y está en contra de la discriminación, pero igual vota para que el proyecto ni se discuta. Y claro, como no puede decir “me dan asco los putos” como argumento, se agarra de lo único que podían usar los homófobos, “no se discutió con suficiente tiempo la norma de la unión civil”.
Ya está, chavón. La votación era por el sí o por el no. ¿Vos querías más tiempo, más debate? Cagáte, tuviste tiempo, tuviste debate. Ahora la votación es por el sí o por el no. Si tanto querés y respetás a los gays y tanto odiás a la discriminación, hubieras votado por aprobar el matrimonio. Era la única opción posible para alguien que realmente pensara así. Y no la tomaste. O sea, ¿qué creés, Rodriguez,Saá, que somos los mismos boludos que se creen los cuentos de Bergoglio sobre el diablo? Las palabras bonitas no sirven si no se las acompaña con actos que las hagan valer.
Igual ni Rodríguez Saá ni ninguno de los otros homófobos que desfilaron por el senado ayer le llegan a los talones a ese esperpento político que es la senadora Negre de Alonso.
Pobre mina. Se hizo un videito tendencioso que despertó sonrisas ahí nomás y protestas muy justificadas de otros senadores. Juntó 700 mil firmas en contra del proyecto ¿para qué? No tienen valor de consulta popular, de plebiscito, de nada. O sea, usó la plata que le dieron para juntar 700 mil firmas al pedo. Y como bien le dijo la senadora Morandini, el derecho no depende de la mayoría sino de la universalidad.
Pero esta señora oxigenada sólo quería contar que anduvo por un montón de provincias, con el mejor espíritu federal, charlando con abuelas y madres de familia preocupadas por el tema. No sé cuántas veces se felicitó a sí misma y a sus compañeros de comisión por su trabajo, que al final no sirvió para ocote.
Para colmo, la pobre estúpida interpretó, con su cola de paja, que le dijeron nazi. Nadie te dijo, nazi, nena, sólo dijeron que una de las fórmulas legales que tanto defendés es propia de una ideología nazi. Pero ahí nomás saltaste a gritar como loca en medio de la cámara y después....te largaste a llorar!!!!
O sea, si a mí me dicen nazi, puedo pasarme horas discutiendo si está bien que me lo digan o no. Pero ni una lágrima me van a sacar porque sé muy bien que no lo soy. Esta, en cambio, no está tan segura.
Pero que se quede tranquila, porque ni nazi llega a ser. Es sólo una pobre retardada a la que le meten ideas en la cabeza y cuando le impostan en la cara la obtusidad de sus ideas no sabe defenderse y llora. Lo terrible es que esta tarada que sólo sabe defenderse diciendo “la objeción de conciencia la tienen en Bélgica, Suecia y 6 países más” (qué casualidad, igual que el matrimonio gay ¿porqué no copiamos todo, ya que estamos copiando?) es senadora.
Y bueno, al menos perdió.
Y con ella perdió
Lo mejor fue que no hubo un sólo argumento válido en contra (que yo sepa). Se quejaron de que hubo poco tiempo para el debate, que el oficialismo usó todo el kilombo para hacer campaña, que había mucha presión externa, que el proyecto de la unión civil era mejor...pero nadie pudo decir (a pesar de que algunos se morían de ganas): “No hay que darles derechos a los putos” porque queda mal. Porque si decís eso, te serruchan la banca, y no sólo los gays.
Al menos éso se ha logrado. Ya no es políticamente correcto hablar mal de los gays, ya no está bien burlarse ni degradar. Ya no se puede discriminar tan fácil como hacían los milicos, los sacerdotes y otras autoridades en otros tiempos no muy lejanos. Si lo hacés, el costo político es grande. Y eso es un logro tremendo.
Porque ya no somos los putos, a los que se puede humillar, perseguir, torturar y usar de chivos expiatorios. O, más bien, seguimos siéndolo, pero ahora el que nos diga puto, tiene que pagarla. Al menos en la esfera pública.
En la cancha, en la barrita del barrio, en el aula del colegio y en miles de lugares más, nos seguirán tratando como a negros en el Apartheid con toda impunidad. Pero en el congreso de la nación, en la tele, en la radio, en los discursos, en todos los medios masivos, no.
Y esa es una primera conquista, bastante importante. Sobre todo hoy, que son los medios los que manejan la opinión pública y no los curas con sus biblias.
Ya sé que ésto viene de hace mucho, pero una sesión como la de ayer deja ese precedente bien firme y clavado frente a los rosarios y vírgenes que usan los intolerantes para justificar su odio, su miedo, su intolerancia, su bestialidad inhumana y, sobre todo, su ignorancia.
Una verdadera guillotina...virtual, como todo en ésta época, pero no menos filosa.