miércoles, 21 de julio de 2010

Esas cosas que cree la gente



Los heterosexuales suelen creer cosas muy raras sobre los gays.


Algunos piensan que las locas tenemos el armario lleno de consoladores, borcegos y látigos de cuero. Otros creen que apenas llegamos a casa ponemos Gloria Trevi a todo volumen y practicamos coreografías con tacos altos.


Y no faltan los que creen que somos todos drogadictos, ateos, satanistas y que nos reunimos en sótanos clandestinos para planear cómo destruir la institución matrimonial y discutir ideas de perversos agitadores, como Marx, Foucalt o Nietzche (o, en su defecto, Madonna, Britney y Shakira).


Y, por supuesto, creen que todos los gays tenemos Sida.


Y no me refiero sólo a los heteros que jamás en su vida tuvieron contacto con gays o con el mundillo gay. También incluyo a los heteros que conviven con locas, que tienen parientes y/o amigo/as gays, que salen a lugares gays o que incluso a veces terminan en la cama de un gay, etc. Creen lo más fácil porque les da vagancia ver cómo es la cosa en realidad.


Los heteros suelen creer que tenemos costumbres y pensamientos casi alienígenas venidas de Plutón a pesar de que también tomábamos mamadera, jugábamos al pac man y veíamos cada producto que defecaban (y defecan) Tinelli y Cris Morena en la tv argentina.


Pero existe una creencia sobre los gays entre los heteros (sobre todo los hombres heteros) que es la más terriblemente equivocada de todas: Los heterosexuales creen que los gays nos pasamos la vida teniendo sexo.


Creen que cada día nos levantamos al lado de alguien (que puede ser nuestra pareja o no) y tenemos un mañanero con lagañas y mal aliento. Después salimos de casa y le hacemos un pete al portero, al vecino, al taxista y/o a cualquier chongo que pase por la calle y tenga unos minutitos. En el trabajo seguro hacemos chanchadas en el baño o en la terraza con el cadete y/o, con suerte, con el jefe. En el almuerzo capaz que nos juntamos rapidito con algún huesito que también tiene hora sandwich. A la salida nos vamos a un cine porno o a un sauna a seguir cogiendo como conejas ardidas hasta que llega la noche y nos vamos al parque o alguna plaza oscura a petear negros o nos metemos al chat para armar una orgía en algún depto de Nueva Córdoba o Alberdi. Y por supuesto, en la vuelta a casa seguro pasamos por un kiosco 24 horas que atienda algún chongo aburrido para comprar puchos y ver si fumamos un poco más.


Como broche final a todo ésto, un catoliquito argentino quizás diga “sí, y después llega a su casa, se mete a su cama y llora hasta al amanecer por la vida vacía que lleva”, como si alguien tuviera fuerzas (y, sobre todo, ganas) para llorar después de un día así.


Y, para ser justos, también hay gays que tienen esa idea sobre la vida de las otras locas. Sí, también hay locas que odian la promiscuidad. De hecho, está lleno. No sé si será envidia, o miedo a ser así o que se traumaron con el video de Bad Girl de Madonna, pero se la pasan criticando a las locas que cogen todo el día y “sólo piensan en sexo”.


Pero ¿existen realmente esas locas?


Yo creo que existen las locas que intentan tener esa vida, pero debe ser una en un millón la que realmente lo logre en serio.

¿Sino porqué hay tantas locas quejándose de los histéricos, los creídos, los que se hacen las estrellas, etc?


Y miren que he conocido muchas locas putonas que realmente se despiertan y se acuestan pensando en pijas. Pero una cosa es desear y otra es intentarlo. Y una cosa es intentarlo y otra lograrlo.


Hay algunas locas que realmente invierten entre un cuarto y la mitad de su tiempo diario en shirar, chatear, saunear o cualquier actividad que signifique buscar una pija. Pero, generalmente, lo que consiguen es un pete mal hecho debajo de un árbol meado en el río o en el cubículo oloroso de un baño público (si es que antes no las asaltan o les clavan una navaja por chorearles la campera o los zapatos). Y, con suerte, tienen una cojidita rápida y silenciosa en alguna cabinita pegajosa y chorreante de sauna o cyber (si es que justo el día que van hay gente y, sobre todo, gente nueva con la que no hayan cogido ya).


Es decir, lo que logran al final es tener un sexo de mierda: rápido, anónimo e inconcluso en lugares hediondos y aumentar aún más su desesperación por más pijas.


Y salvo que tengas el fetiche de tener esa clase de sexo, no es realmente una forma muy satisfactoria ni plena de llevar la sexualidad, además de los riesgos que significa.


Pero claro, el hombre es calentón. Según dicen, más calentón que la mujer (...). Cuando quiere ponerla (o que se la pongan) nada importa. Y ahí está, para mí, la verdadera diferencia entre el hetero y el gay, que es simplemente económica. El gay caliente puede ir a buscar sexo a todos esos lugares –la mayoría gratuitos o baratísimos-, aunque no lo encuentre o encuentre sexo de mierda o un par de pendejos llenos de paco que le tajeen el cuello. Al hetero caliente no le queda otra que buscar una prostituta (o dignarse a coger aburridamente con su mujer, si la tiene; y tampoco éso es gratuito).


Sin embargo, tanto ir a coger a la plaza o al sauna como ir a coger a una prostituta siguen siendo simplemente cosas que se hacen para “sacarse la leche” y nada más. Es difícil que disfrutés como loco en esas situaciones. Y ojo, no digo que no pueda haber excepciones. Quizás tenés suerte y te perforan de lo lindo contra un Eucaliptus en el parque o te succionan hasta la bilirrubina en la ducha de un sauna y volvés a tu casa flotando de felicidad. Quizás terminás aullando de placer dentro de algún auto con los vidrios polarizados o humedecidos. Quizás abrís la cortinita chirriante de la cabina de algún cyber de 1,50 la hora y te encontrás a tu príncipe azul sentado y pajeándose con una porno y a los meses están los dos casados y viviendo en Amsterdam con un pequinés, una gata siamesa y dos tiernos africanitos adoptados.


Pero, pongamos los pies en la tierra un rato y digamos la verdad: la mayoría de las veces es puro sexo primario, animal y nada más. Rapidito y sin imaginación.


¿Y qué hay del sexo con ganas, con sentimiento, con pasión? Ese sexo que se tiene con alguien que lo ves y sentís que te derretís. Es decir, el sexo con una persona a la que deseás y no con un agujero o un pedazo de carne erecta que pasan justo cerca tuyo en la semioscuridad o por los que pagás.


Y bueno, para tener sexo así hay que estar enamorado y, sobre todo, tener tiempo. Y ahí la tenemos difícil todos, seamos heteros, locas, tortas, travas, etc.


De todas formas, si vamos al sexo animal, al sexo que se tiene por pura calentura momentánea, tampoco es tan fácil entre los hombres, por más que seamos tan calentones como supuestamente somos.


Los heteros creen que vemos a alguien que nos gusta en el boliche (o en el trabajo, en la escuela, en la familia, en la calle, etc), nos miramos un rato y vamos a los bifes de una. Ellos, en cambio, tienen que hacer un ritual de acercamiento a la mujer, decirle chistes y piropos, invitarla a tomar algo, fingir que son tiernos, que buscan amor eterno y, sobre todo, que tienen plata. Y todo eso quizás sólo les sirva para una tranzadita esa noche y quedarse esperando el premio mayor unos días hasta que la mina decida que pasó un tiempo suficiente para no quedar como una puta entregada.


Y sí, a la mujer le queda bien jugar la carta de hacerse la difícil. O, al menos, se lo acepta como algo normal.


El tema es que hay locas que son más mujeres que las mismas mujeres.


Es cierto que entre los gays suelen faltar esos rituales tan largos y fingidos. Aunque alguna loca te puede invitar a tomar algo pero, salvo que sea un viejo desesperado, el invitar no implica que te va a pagar lo que consumas sino simplemente ir a un lugar más tranqui para charlar y averiguar si hay lugar para coger, los roles, etc. A la hora de pagar la cuenta, se va a medias. De nuevo, la diferencia es sólo económica.


Pero aunque falten esos rituales, no es tan fácil levantar y coger de una, como creen algunos que pasa entre los gays. Hay infinidad de locas que parecen unas putonas bárbaras que se van a coger a medio mundo en una sola noche, pero resulta que después ponen su mejor cara de petera y dicen: “Este es mi número, nunca tengo sexo en la primera cita. Llamáme mañana”.


Probablemente, el tiempo que hay que esperar para que una loca se entregue es mucho menor al tiempo que hay que esperar a una mujer. Sin embargo, que hay locas histéricas (y me refiero a histéricas en serio, no a las que rechazan tipos por feos, gordos, viejos, etc.) las hay. Que hay locas que no se entregan hasta que no las llevás 7 veces al cine y 14 veces a cenar, las hay (aunque se pague a medias). Que hay locas que no hacen un pete hasta que hablan del tema 7 veces en terapia y 14 veces con la mejor amiga, las hay.


Y lo peor de todo, es que ésas suelen ser las locas más lindas. Y claro, nadie le haría el filo así a un feo. Salvo, claro, que tengas gustos alternativos (aunque, en ese caso, seguro que no tendrías que esperar tanto tiempo).


Pero a pesar de toda esta demostración, tengo un amigo hetero que, cuando ya tiene más de dos fernet encima y me ve por ahí en algún cumpleaños o reunión, empieza, como disco rayado: “Ustedes son unos culiados, viven cogiendo. Nosotros tenemos que estar días haciéndole el filo a alguna para que se entregue. Ustedes van y cogen de una”.


Y yo le repito lo de siempre: “¿Vos te creés que si los gays fueran así de coger de una yo estaría acá escuchándote a vos?”.


Y entonces él me dice: “¿Pero porqué no son así si son todos hombres? O sea, un hombre cuando quiere coger va y encara, sea puto o no. Yo cuando veo una mina que me gusta voy de una, no me importa que me mande a la mierda después”.


Y yo le digo lo que él quiere escuchar siempre: “Será que no es cuestión de ser hombre sino de tener autoestima suficiente”.


Y entonces él dice, todo contento y autosuficiente: “¡Ahh!”.


Pero, para no molestarlo ni atacar su amor propio, nunca le digo que hay cierta diferencia entre la autoestima y la caradurez. De todas formas, las dos tienen más levante que la histeria, seguro.


Aunque también habría que considerar qué calidades levanta cada cosa.

jueves, 15 de julio de 2010

Otro 14 de Julio


Ayer fue otro 14 de Julio propicio para la Libertad, Igualdad y la Fraternidad.

Lástima que no tenemos guillotina, porque varias personas hicieron méritos para ser llevadas al cadalso. Aunque no me imagino a Bergoglio o a Mirtha Legrand con el glamour de María Antonieta para subir la escalerita del patíbulo pero, nenes, la pidieron a gritos.


Igual, no importa, ganó el SÍ a la igualdad y el NO a la discriminación. Eso debería ser todo lo que importa.


Al menos por un tiempo, mientras celebremos, mientras nos vistamos con el arco iris y vayamos a festejar por ahí con toda la onda y todo el alcohol, justo en épocas de exámenes y de comienzo del semestre nuevo.


¿Y después? A casarse los que quieran, claro. A adoptar, a formar familias, a tirarles en la cara a los homofóbicos sus prejuicios y sus enfermedades siendo felices en sus narices. En una palabra, a amarse.


Pero ojalá nadie se olvide lo que fue la sesión de ayer en el senado. Realmente un espectáculo de no creer. Las cosas que se dijeron, los argumentos que se usaron, tanto a favor como en contra, revelan que, a pesar de tanto progresismo logrado, esa gente a la que votamos para que nos gobierne no tiene un pito de idea no sólo sobre la homosexualidad, sino sobre la realidad entera.


Hay excepciones, claro. Pero ¿teníamos que bancarnos 15 horas de escuchar sandeces, encima repetidas a cada rato? Parece que así es la democracia.


Cantidad de senadores que dieron una mini clase de historia de la homosexualidad ¿para qué? ¿para probar que siempre hubo gays? Lo que se discutía era darle derechos a una minoría, éso era lo único que tenían que debatir. ¿Les damos los derechos o no se los damos? Nada más. Pero hubo que escuchar que Alejandro se comía a Hefestión, que Saladino era medio-medio, que el pobre Oscar Wilde estuvo preso por homosexual, etc. Eso sin mencionar las reiteradas citas a Kant, Habermas, Engels, etc.


Bueno, bárbaro, querían demostrar que saben, que les importa el tema, que estudiaron, que son intelectualoides, que se basan en algo. Pero sólo una senadora, que yo sepa, María Eugenia Estenssoro, se refirió a una pareja de gays que ella conocía para ilustrar con una anécdota lo que es la situación actual de los gays. Porque no hay que irse a la Grecia clásica para entender a la homosexualidad, hay que mirar al costado nomás.Y, por supuesto, en nuestra era no estamos felices buscando por las calles efebos o señores grandes con barba. Para hacer eso, tenemos que ir de noche, sin que nadie vea, a lugares que no están muy lejos de ghettos o de prostíbulos como boliches, saunas, parques, etc.


Anyway, quizás algunos pensaron que mencionar a Wilde o Da Vinci les daba más fuerza para votar a favor del proyecto. Y apoyaron la igualdad.


Pero qué manía esa de hablar de los gays famosos de la historia. Yo también la tengo, pero no soy senador. Creo que los senadores deberían dejar un poco los libritos de antropología, historia y biología y salir un poco a hacer trabajo de campo en los diversos barrios de las ciudades que ellos legislan, donde pululan realidades mucho más ricas y más inmediatas que las que puede darnos un libro. Y no les digo que se metan a las villas miserias, si eso los asusta. Vayan a un country si quieren, pero vayan. Hablen con los gays, pregunten, interésense por ellos no sólo como un colectivo votante sino como argentinos que también son.


Me pregunto cuántos de esos senadores tendrán contacto con personas o lugares gays. Seguro que muchos, aunque la verdad, tener contacto no es lo mismo que conocer.


Eso lo dejó clarito Rodríguez Saa, quien, según sus palabras, respeta mucho a los homosexuales y está en contra de la discriminación, pero igual vota para que el proyecto ni se discuta. Y claro, como no puede decir “me dan asco los putos” como argumento, se agarra de lo único que podían usar los homófobos, “no se discutió con suficiente tiempo la norma de la unión civil”.


Ya está, chavón. La votación era por el sí o por el no. ¿Vos querías más tiempo, más debate? Cagáte, tuviste tiempo, tuviste debate. Ahora la votación es por el sí o por el no. Si tanto querés y respetás a los gays y tanto odiás a la discriminación, hubieras votado por aprobar el matrimonio. Era la única opción posible para alguien que realmente pensara así. Y no la tomaste. O sea, ¿qué creés, Rodriguez,Saá, que somos los mismos boludos que se creen los cuentos de Bergoglio sobre el diablo? Las palabras bonitas no sirven si no se las acompaña con actos que las hagan valer.


Igual ni Rodríguez Saá ni ninguno de los otros homófobos que desfilaron por el senado ayer le llegan a los talones a ese esperpento político que es la senadora Negre de Alonso.


Pobre mina. Se hizo un videito tendencioso que despertó sonrisas ahí nomás y protestas muy justificadas de otros senadores. Juntó 700 mil firmas en contra del proyecto ¿para qué? No tienen valor de consulta popular, de plebiscito, de nada. O sea, usó la plata que le dieron para juntar 700 mil firmas al pedo. Y como bien le dijo la senadora Morandini, el derecho no depende de la mayoría sino de la universalidad.

Pero esta señora oxigenada sólo quería contar que anduvo por un montón de provincias, con el mejor espíritu federal, charlando con abuelas y madres de familia preocupadas por el tema. No sé cuántas veces se felicitó a sí misma y a sus compañeros de comisión por su trabajo, que al final no sirvió para ocote.


Para colmo, la pobre estúpida interpretó, con su cola de paja, que le dijeron nazi. Nadie te dijo, nazi, nena, sólo dijeron que una de las fórmulas legales que tanto defendés es propia de una ideología nazi. Pero ahí nomás saltaste a gritar como loca en medio de la cámara y después....te largaste a llorar!!!!


O sea, si a mí me dicen nazi, puedo pasarme horas discutiendo si está bien que me lo digan o no. Pero ni una lágrima me van a sacar porque sé muy bien que no lo soy. Esta, en cambio, no está tan segura.


Pero que se quede tranquila, porque ni nazi llega a ser. Es sólo una pobre retardada a la que le meten ideas en la cabeza y cuando le impostan en la cara la obtusidad de sus ideas no sabe defenderse y llora. Lo terrible es que esta tarada que sólo sabe defenderse diciendo “la objeción de conciencia la tienen en Bélgica, Suecia y 6 países más” (qué casualidad, igual que el matrimonio gay ¿porqué no copiamos todo, ya que estamos copiando?) es senadora.


Y bueno, al menos perdió.

Y con ella perdió la Iglesia Católica, que hace años que viene perdiendo fieles, plata y, por suerte para todos, representatividad. Porque hasta senadores católicos criticaron al ahora impresentable cardenal Bergoglio que habló de guerra santa. De nuevo la pobre infeliz, enfundada en un fuxia berreta y con sus labios mal pintados que descomponían el cuadro, trató de defender la indefendible postura de la Iglesia, diciendo que esa expresión pertenecía a una carta privada del cardenal a las carmelitas. Y si era tan privada ¿Porqué nos enteramos todos de su contenido? ¿No debería monseñor Bergoglio pensar que esas palabras pueden ofender y causar dolor si salen a la luz? ¿Porqué no cuidó que quedara su ideología fascista oculta en las tinieblas de la institución, como siempre hacen?


Lo mejor fue que no hubo un sólo argumento válido en contra (que yo sepa). Se quejaron de que hubo poco tiempo para el debate, que el oficialismo usó todo el kilombo para hacer campaña, que había mucha presión externa, que el proyecto de la unión civil era mejor...pero nadie pudo decir (a pesar de que algunos se morían de ganas): “No hay que darles derechos a los putos” porque queda mal. Porque si decís eso, te serruchan la banca, y no sólo los gays.


Al menos éso se ha logrado. Ya no es políticamente correcto hablar mal de los gays, ya no está bien burlarse ni degradar. Ya no se puede discriminar tan fácil como hacían los milicos, los sacerdotes y otras autoridades en otros tiempos no muy lejanos. Si lo hacés, el costo político es grande. Y eso es un logro tremendo.


Porque ya no somos los putos, a los que se puede humillar, perseguir, torturar y usar de chivos expiatorios. O, más bien, seguimos siéndolo, pero ahora el que nos diga puto, tiene que pagarla. Al menos en la esfera pública.


En la cancha, en la barrita del barrio, en el aula del colegio y en miles de lugares más, nos seguirán tratando como a negros en el Apartheid con toda impunidad. Pero en el congreso de la nación, en la tele, en la radio, en los discursos, en todos los medios masivos, no.


Y esa es una primera conquista, bastante importante. Sobre todo hoy, que son los medios los que manejan la opinión pública y no los curas con sus biblias.


Ya sé que ésto viene de hace mucho, pero una sesión como la de ayer deja ese precedente bien firme y clavado frente a los rosarios y vírgenes que usan los intolerantes para justificar su odio, su miedo, su intolerancia, su bestialidad inhumana y, sobre todo, su ignorancia.


Una verdadera guillotina...virtual, como todo en ésta época, pero no menos filosa.

lunes, 5 de julio de 2010

La gente que nos odia


Estoy harto de escuchar a la gente decir “yo no odio”, "el odio está mal", "no hay que odiar", con aire de monje tibetano.


Aceptémoslo: los seres humanos odiamos. Todos odiamos a alguien, sino ahora, en algún momento de nuestra vida. Lo importante es ver qué es lo que uno odia. Y, sobre todo, quién nos odia.


Hay gente que es odiosa por naturaleza: pensemos en Pinochet, Bush o el Papa ¿No son absolutamente odiables? Siempre hay alguien a quien odiar: compañeros, profesores, celadores, parientes, vecinos, choferes de colectivos, kiosqueros, políticos, etc


Pensemos en nuestra etapa escolar ¿Qué mujer no odió nunca a la celadora putona que usaba minifalda bajo el guardapolvo? ¿Qué chongo no odió nunca a alguna profe de Inglés o Literatura? ¿Qué loca no odió nunca al profe de Gimnasia?


Si vas por la calle, también está lleno de odiosos. ¿Quién no odia al pelotudo que viene caminando por donde querés pasar vos y no se mueve? ¿Quién no odia a los teenagers que andan riendo como mogólicos y con 5 celulares distintos con el reggaeton a todo volumen? ¿Quién no odia a los perros que te ladran desde una reja y te hacen pegar flor de julepe (o, al menos, a los dueños de esos perros)?


En cualquier época del año se puede odiar, pero algunas fomentan más el odio que otras. La navidad es el mejor ejemplo. Ahí tenés que ver y sonreirle a la gente que más odiás en el mundo, a la cual evitás todo el año precisamente porque la odiás. Algunos cumpleaños y eventos impostergables también suelen ser buenos generadores de odio.


Pero esas son las cosas que todos odiamos. Lo interesante es ver las cosas y personas que solamente uno odia.


Por ejemplo, yo odio, detesto, desprecio y mataría a palos a Ricardo Arjona. Ya sé que no soy el único, pero hay gente que lo ama (por supuesto, también los odio).


También odio la primavera cordobesa, con su polvillo y sus alergias, odio a McDonald´s , odio la Pepsi, odio a los choferes del N3, odio a la gente que usa la palabra “paradigma” o que cita a Bourdieu cada dos por tres, odio la gente que deja sueltos a los perros por la calle, odio a los perros…bueno, podría seguir enumerando y seguro no terminaría nunca.


Pero, por más que sea divertido pensar en qué es lo que uno odia, lo mejor es pensar en quiénes son los que nos odian.


Porque hace bien, porque es nutritivo para el ego, porque sirve para conocerse mejor.


Y si uno se pone a pensar en la gente que nos odia, se llega a la conclusión de que no hay nada más lindo que ser gay.


Porque ¿quiénes odian a los gays?


Para empezar, los mismos gays. Pero no los gays alegres y felices de la vida, sino los reprimidos, los traumados y los amargados. Después están los diversos fanáticos del conservadurismo que aún sobreviven en el siglo XXI, como los católicos o los militares. Aunque no sé para qué hago tantas distinciones porque ¿cuánta diferencia hay entre un gay reprimido, un católico y un milico?.


Conozco algunos gays pseudo y super activistas que se enojan cuando en la tele sale alguna Doña Rosa diciendo que la homosexualidad es perversidad o algún cura figuretti que habla de cómo los gays atentan contra el proyecto de Dios. Y por supuesto, fulguran de rabia ante las marchas contra el matrimonio gay (que van a estar en boga hasta el 14 de Julio, al menos) y ahí nomás arman las contramarchas, con casi la misma cantidad de gente, a favor de la diversidad y la democracia.


No es que no respete el activismo, pero yo me relajaría. Porque no hay nada más lindo que ver que los que te odian son unos pobres diablos.

El día que una persona medianamente sana de cuerpo y alma me diga que odia a los gays, me preocuparé y pensaré en cómo defenderme.

Pero mientras sean los mismos fanáticos mojigatos y perdedores de siempre los que prediquen el odio, me quedaré tirado en mi sofá sintiéndome maravillosamente bien sólo por saber que mi persona los incomoda, los altera y los llena de odio.



P/s: Che, y hablando de activismo, ¿qué pasó con los que ayudaban a Haití? ¿Siguen mandando plata o ya no es top ayudarlos? Como ya los diarios no dicen nada del tema...