sábado, 8 de octubre de 2011

De feos y mendigos

“Hola, ya sé que no me vas a dar bola, pero quería decirte que sos muy lindo”.

¿Cuál es la respuesta adecuada a esta frase supuestamente pensada para levantar? Lo único que se me ocurre pensar a mí es “gracias, que lástima que vos seas un loser horrible”.

Si hay algo que me molesta terriblemente en la gente es que apelen a tu lástima o a tu compasión. Me enferma. Si ya detesto a ésas personas que no tienen nada interesante para hacer con su vida o su tiempo y vienen a hablarte (sobre todo via facebook) de los carenciados, los pobres, los olvidados, los africanos, las ballenas, las focas, los árboles del amazonas, etc. para pedirte inmediatamente una firma, una donación o un alimento perecedero, más detesto a los que utilizan la lástima como medio de levante.

Detesto que me pongan carita de perro abandonado o de gato hambriento. Detesto que imiten la voz de un mendigo que pide limosna para insinuarte que tienen ganas de hablar con vos.

Pero a pesar de me revienta esa forma lastimosa que tienen algunos de hacerse las víctimas para hacerse los interesantes, soy consciente de que esa reventez es un problema mío. Es decir, a alguna gente le gusta que se le acerquen de ésa manera, supongo. ¡Quiero suponer que esa patética táctica de levante les funciona con alguien alguna vez!

Así que en vez de contestar “gracias, pedazo de hombre insuficiente” finjo una simpática sonrisa y digo “jaja, gracias” y, acto seguido, me doy vuelta y miro para otro lado buscando un intersticio entre la gente que baila pegoteada para poder escapar ¡No quiero resultar maleducado con alguien que me dice lindo!

Pero no hay caso. Una persona que se arriesga a acercarse a vos para levantarte en medio de un boliche poniendo en juego su autoestima física y su capacidad para elegir vestimenta, siempre pensará que vos sos un antipático, un histérico o un creído aunque lo rechaces con la mayor delicadeza y finura posibles en esta tierra de Dior. Nunca, nunca, nunca pensará que él es feo, o que su camisa está traspirada, o que su aliento está demasiado cargado de fernet y tabaco, etc. Es decir, nunca pensará que el problema está en él sino que seguirá aportando pruebas para su ideología de que el mundo está lleno de locas histéricas y buscará una nueva víctima para someterla a su grotesco inicio de ritual de apareamiento, quizás en la misma noche y en el mismo lugar. Y, por supuesto, mucho menos se le ocurrirá pensar que a uno le pueden molestar ciertas “frases de levante”.

Y bueno, así es la vida. Probablemente esta situación se repite todos los fines de semana incontables veces en los distintos boliches de la ciudad y del mundo. Y no sólo gays.

Pero ¿qué pasa cuando el antipático, histérico, creído va hacia la barra a pedir más fernet, cerveza y/o vodka para su organismo que ya está desbordado de alcohol y ve y escucha a su pobre rechazado señalarte y decirle a uno de sus amigos, sonriendo con suficiencia: “mirá, esa loquita es la que me quiso levantar allá en la pista”?

Son muchas las cosas que pueden ocurrir y todas involucrarían puteadas, vasos volando y patovicas arrastrando locas desfiguradas hasta la calle. Pero esta vez, quizás por lo aburrida que estaba la noche, probé algo diferente y poniendo mi mano sobre su flácido hombro, le dije melosamente y bien alto para que su amigo de camisa leñadora escuche: “Uy, mi amor, sos vos ¡por fin te encuentro, hombre de mi vida, con tu panza grasosa que abre los espacios entre los botones de tu camisa y tu colmillo amarillo que asoma entre tus evanescentes labios que se pierden en la marañosa desprolijidad de tu barba cuajada de migajas y pegajosas gotitas de salsa de tomate! Ya sé que yo no te voy a gustar a pesar de tener la mitad de tus años, dos tercios de tu peso y un quinto más de tu altura pero quiero que sepas que esta noche y todas las noches de mi vida soñaré con tu voz zezoza, tu mirada desencajada y tu cola caída. Pero no te preocupes, me iré con mi corazón destrozado a seguir bailando. No quiero ser la molestia que arruine tu noche”.

Son cosas que sólo se pueden hacer bajo el influjo del alcohol en determinados tiempos y lugares y con la compañía de ciertos amigos que también beban. El lunes te dirán que sos cruel, perra o, simplemente, loca mala y vos te defenderás diciendo que sólo sos el instrumento de la justicia poética, pero en ese momento se reirán con vos.

Y más se reirán cuando, a la salida, te encontrés con el amigo de camisa leñadora apoyado sexymente contra la pared y murmurándote “¿Así que te gustan los hombres feos, che?”.

Lo peor es que sí me gustan. Pero claro, de éso mis amigos no se enteraron.