viernes, 29 de abril de 2011

De Tin Marín De Do Pingüé Cucara Macara Titere Gay




Hay tantas pero tantas huevadas que se dicen sobre la homosexualidad que daría para escribir enciclopedias enteras sólo recopilándolas y sin hacerles ni un sólo comentario.


Y es que tampoco hay nada, ni ciencia, ni religión, ni creencia popular, ni documental de programa de cable que tenga la posta sobre la homosexualidad (o, mejor, sobre la sexualidad). Como de tantos otros temas, se puede decir y afirmar cualquier cosa aunque uno ni siquiera sea homosexual o, al menos, conozca a algún homosexual. Y ni hablar cuando uno es homosexual y ni se conoce a sí mismo pero igual habla de sí mismo.


Así que sobre homosexualidad se dice de todo: se dice que es una enfermedad, un pecado, una orientación sexual anormal, una orientación sexual normal, un mandato de los genes, el resultado de algún abuso infantil, una consecuencia psicológica de la falta de una figura paterna fuerte o de la sobreprotección materna, un gusto causado por un exceso de Barbies en vez de autitos en el cajón de los juguetes, una disfunción causada por un exceso de pollo transgénico en la alimentación (¿no se le ocurrió a Evo pensar en los miles de insoportables locas vegetarianas?), un mal de “estos tiempos” (increíble que lo diga gente que sepa un mínimo de historia), un síntoma de decadencia social, un vicio como cualquier otro, un plan de la CIA para disminuir la natalidad en los países subdesarrollados, una excusa para no asumir responsabilidades de hombre (como matar mujeres y niños en la guerra), una actitud de rebeldía pura, un umbral más que cruzar en la exploración sexual, un amor excesivo por Madonna o la diva de turno, etc.


Pero por muy anticuadas, postmodernas, perversas, increíbles, patéticas, hilarantes, ahistóricas, descontextualizadas, freudianas, pseudofreudianas, foucaltianas o simplemente estúpidas que sean todas esas afirmaciones, creo que ninguna superará nunca a la mayor huevada que se ha dicho nunca sobre la homosexualidad: que es una elección.


Basta con pensar simplemente en que, si la homosexualidad realmente fuera una elección, directamente no existiría. Porque nadie sería tan idiota para elegir ser discriminado como un paria pudiendo elegir estar integrado.


Y por supuesto, podría llegar a haber algún ultracristiano obtuso que afirme que al homosexual le gusta ser discriminado y por eso elige ser gay. Pero en ese caso nos enfrentaríamos con un problema de rebeldía o de masoquismo social que trasciende el tema sexual.


Porque, yendo a lo concreto, la homosexualidad es un tema básicamente sexual y el gusto por un sexo u otro no se elige. O sea, yo nunca me dije “entre un hombre y una mujer, elijo a un hombre”. Simplemente un día, más o menos a los 11 años, me dí cuenta que me gustaban los hombres y no las mujeres.


Y, concretizando más, tampoco un heterosexual elige ser heterosexual. Simplemente un día se da cuenta que le gusta el sexo opuesto y listo. No se para de pronto a decir “a ver ¿qué me gusta más?¿un pito o una concha?”. Simplemente le gusta un pito o una concha.


En ese sentido (y teniendo también en cuenta la cantidad de nenes que se ponen los tacos de la madre antes de aprender a caminar o la cantidad de nenas que se atan la corbata del padre antes de aprender a vestirse), podríamos decir que la homosexualidad es algo, si no genético, al menos no elegido.


Porque una elección implica, primero, tener y conocer dos o más opciones posibles y, segundo, tener la posibilidad de elegir cualquiera de ellas.


Es decir, una elección implica consciencia y libertad.

Con la sexualidad no se da ninguno de los dos casos.


En primer lugar, uno no prueba primero los dos sexos para después decidir cuál le gusta más. Lo que primero pasa es que se siente atraído hacia uno o hacia otro sexo y después, cuando se siente listo físicamente (o, más bien, cuando se da la oportunidad), prueba lo que le atrae. Y acá hay una gran diferencia entre los heteros y los gays, (que es en cierta forma la causa por la cual haya tanta falta de comprensión entre los heteros y los gays). Porque los/as heteros prueban el sexo por primera vez con una persona del sexo opuesto.


Siempre es así.


Incluso los/as heteros violados o abusados por alguien de su mismo sexo, cuando se deciden a probar el sexo por ellos mismos, eligen a alguien del sexo opuesto. Porque es lo que les atrae, lo que les dicta su deseo sexual.


En cambio, muchos gays probamos primero con el sexo que no nos atrae. Hay algunas locas que jamás estuvieron con una mujer, es cierto. Entre las lesbianas, se suele denominar como “lesbiana golden” a la mujer que jamás estuvo con un hombre y siempre estuvo con mujeres. Podríamos decir que hay muchos gays “golden”, pero también hay muchos que tuvieron su primera vez con una mujer por no asumirse como gays, por imposición social, por no estar seguros aún de ser gays, por “probar”, etc.


Pero un/a hetero jamás se ve enfrentado/a a esas situaciones. Cuando se da cuenta que le gusta alguien del sexo opuesto, no experimenta ningún conflicto interior del tipo “soy un desviado” ni, mucho menos, social. Simplemente, la vida se da como “tenía que darse”.


Entonces, ni los heteros eligen ser heteros (porque no prueban ambos sexos antes de decidir cuál les gusta) ni los gays elegimos ser gays (porque aunque probemos con otro sexo ya sabemos que nos pasa algo con los de nuestro sexo).


Y, en segundo lugar (y más importante aún), tampoco nadie tiene la posibilidad de elegir libremente una u otra orientación sexual. Es decir, supongamos que, a cierta edad, sin probar o incluso habiendo probado relaciones sexuales con ambos sexos, pudiéramos decirnos “ok ¿qué elijo? ¿que me gusten los hombres o que me gusten las mujeres?”. ¿Puede alguien ser tan idiota para creer que, en ese momento crucial, los gays dijimos “ay, voy a ser puto así me insultan, me humillan, me discriminan, me odian, me persiguen y me impiden tener los mismos derechos que los demás” mientras que los heteros dijeron “voy a ser hetero así nadie me tacha de desviado y mis papis están orgullosos y me caso y tengo hijos y envejezco rodeado de nietos”?

¿Puede alguien ser tan idiota para pensar que existe ese “momento crucial”?


Y, sobre todo ¿puede alguien ser tan idiota para pensar que un ser humano puede condicionar a voluntad su deseo sexual?


Bueno, sí. Existen miles y miles y millones de idiotas, empezando por Benedicto XVII (por nombrar a un famoso), que afirman que la homosexualidad es una elección. Existen personas que creen que uno eligió ser puto. Existen personas que creen que vino el diablo a susurrarnos a la oreja que chupemos una pija de la misma forma que a los asesinos les susurró que mataran a alguien o a los ladrones que robaran algo. Y entonces, como viles y sucias criaturas de Satán, no nos resistimos a la tentación y fuimos y chupamos una pija así como el asesino fué y mató y el choro fué y choreó.


Supongamos, por un momento (un momentito nomás) que tamaña huevada fuera cierta. Supongamos que, efectivamente, no nos resistimos a la bestia interior y elegimos el camino del mal y chupamos una pija o cogimos con otro hombre. No murió nadie ni nadie fue robado. No hubo violencia ni dolor (y si lo hubo, fue zarna con gusto). No hubo daño ni, mucho menos, intención de daño. En todo caso hubo intención de complacerse o complacer. Y, con suerte (porque no siempre pasa), hubo placer.


Pero, para ciertas mentes, igual fue un pecado. Yo aún sigo esperando que algún doctor en teología me explique porqué (y, sobre todo, que me convenza). Pero la única razón que dan es que la Biblia dice por ahí que éso está mal y, como con la Biblia no se discute, no hay más nada que decir del tema.


Por ahí te saltan con que uno tiene que refrenar sus pasiones porque sino, el mundo sería un caos de libertinaje y estaría justificado hacer cualquier cosa que se nos antoje. Sería como decir “si quiero matar y chupar una pija, mato y chupo una pija, porque es mi deseo”.


Pero no es así tampoco porque una persona normal elige no matar -por más que sienta el deseo de hacerlo- porque sabe que eso está mal, que provoca un daño. En cambio, coger con otro hombre (consentidamente, obvio) no provoca ningún daño a nadie. Claro que, para algunos, coger con otros hombre atenta contra el orden social-sexual instaurado. Y es muy cierto. Pero el orden social-sexual instaurado atenta contra todos los que no nos sentimos cómodos en él y, como hay gays en todas las clases sociales, no se los puede exterminar tan fácilmente como se extermina a los marginales que molestan.


Si al menos este orden social-sexual instaurado garantizara un buen vivir general para todos, o al menos una amplia mayoría, entonces habría que pensar si vale la pena combatirlo o no. Pero, con sólo mirar alrededor, nos damos cuenta que sólo unos pocos viven bien en este orden y, para colmo, cada vez son menos.


Por lo tanto, en vez de ver si un libro escrito hace cientos de años permite o no una cosa, sería más cuerdo y más humano juzgar las acciones por sus resultados. Pero hay gente que no es cuerda ni humana y prefiere seguir considerando pecado a cualquier cosa que le convenga o que le digan de arriba. Pero eso, aunque terrible e importantísimo, es otro tema.


Así que volviendo al tema principal –la homosexualidad como elección- y ya que he terminado de decir las obviedades más estúpidas para probar la estupidez de tal juicio, habría que señalar que, en la homosexualidad (como en toda sexualidad) hay algo que sí se elige: el cómo vivirla.


Uno no elige si le gusta un pito o una concha. No elige sentir deseo por un sexo o por el otro (ni siquiera por una persona u otra).


La ciencia no está en condiciones de afirmar fehacientemente que el deseo sexual humano obedezca a razones genéticas, o a las feromonas, o a la luz solar, o al tamaño del hipotálamo, etc., a pesar de la cantidad de estudios que se hacen sobre el tema. Lo que sí está claro para cualquier estudio científico (y para cualquier cerebro medio) es que el deseo sexual no es una elección consciente ni algo sobre lo que la voluntad tenga poder (por más que hayan sectas que dicen tener “la cura” para la homosexualidad).


Uno no puede condicionarse para que le guste un sexo o el otro. Puede negarse, mentirse, ocultarse, reprimirse, etc. pero si nos gusta el pito, nos va a seguir gustando siempre porque el deseo sexual no se elige.


Lo que sí se elige es decirle o no decirle al mundo lo que a uno le gusta.


Los hombres heterosexuales destinan prácticamente la mitad de su tiempo (si no más) a decir lo que les gusta, a gritarlo, a exhibirlo y hasta a agrandarse con ello. Es decir, cuanto más te gusten las mujeres, más macho sos. Cuantas más minas te cojas, más ganador sos. Y cuanto más macho ganador sos, más admirado, más imitado y más envidiado sos en nuestra sociedad.


Para las mujeres, la cosa es al revés. Cuanto más te gusten los hombres más puta sos. Cuantos más tipos te cojas (o, más bien, te cojan) más loser-solterona-facilona-desesperada sos. Y cuanto más puta sos, más criticada, más odiada y más discriminada sos en nuestra sociedad.


Por lo tanto, para los gays es doblemente terrible decirle al mundo que uno es gay. Porque implica que no sólo no sos hombre sino que encima sos puta.


Y decir o no decir éso sí se elige.


Y hay todo tipo de elecciones. Están los que eligen no decirlo nunca -ni a los padres ni a los amigos ni a la esposa ni a los hijos ni al psicólogo ni al cura- y coger con tipos en la semisegura oscuridad de un sauna o en el riesgoso anonimato del motel con taxiboy.


Y, pasando al otro extremo (y salteando muchas otras elecciones), están los que salen a caderear con los ojos delineados y posando alegremente ante cualquier cámara que quiera filmarlos o fotografiarlos en las poses y frases gays más clásicas y –tradicionalmente- más repulsivas en nuestra sociedad.

Pero, paradójicamente, en nuestra sociedad hay que ser muy macho para salir así a la calle y asumir que uno es puto delante de los padres, amigos, jefes, novios y de quien sea.


Desde un punto de vista antropológico, resulta gracioso comprobar que el “macho” que se la pasa fingiendo ser macho es, en realidad, más maricón que cualquier travesti, flogger, emo o cualquier ser andrógino que, gesticulando como Lady Gaga, proclama ser gay en plena luz del día. Porque, a diferencia de los hombres heteros...¡y de las locas asumidas!!!...no tiene los huevos suficientes para decirle al mundo lo que le gusta. No tiene los huevos para decir que le gustan los huevos...ni mucho menos tiene huevos para estar orgulloso de ello. Sólo tiene huevos para hacer lo que le gusta en alguna oscuridad, donde no corra ningún tipo de riesgo (sacando el más fácil contagio de HIV o el riesgo que supone relacionarse con el ambiente de la prostitución clandestina). Es decir, vive como un verdadero cobarde-maricón-afeminado cuando, en teoría, tales cosas le causan repulsión y formatea su entera existencia para evitar ser tachado de lo que realmente es, llegando incluso hasta casarse y tener hijos (a veces) para montar una fachada.


Y por ello es que el concepto de “orgullo gay” es un verdadero anatema para las locas tapadas. Pero el grado de confusión, negación y auto-indulgencia es tal que cualquier loca “promedio” (es decir, las que van de medianamente afeminadas a exagerada y fingidamente masculinas) te dice, en tono filosófico: “Detesto a las mariquitas, porque por culpa de las mariquitas nos tachan a todos los gays de maricones”.


Y sí, no todos los gays son maricones, es cierto. Pero habría que ver el verdadero significado de la palabra maricón, primero.


Si ser maricón es ser amanerado, todos somos maricones por aquello de que “a todos se nos cae una pluma”. Incluso está lleno de varones heteros amaneradísimos o mujeres hetero hipermachonas. Sería difícil encontrar a un hombre o a una mujer que no tenga nada de amaneramiento del otro sexo. Claro que existen grados, pero definirlos sería siempre una cuestión subjetiva (no hay más que pensar en las modas del bigote, del pelo largo o del hippismo para ver que una misma cosa puede ser a veces de puto y a veces de macho).


Si ser maricón es no atreverse a ser uno mismo, a jugarse, a correr riesgos, a asumir una posición, a descubrirse, entonces también todos somos maricones, porque ¿dónde habrá alguien tan maravilloso cuya única socrática meta en la vida sea “conócete a tí mismo” y que jamás se desvíe de ella?. Claro que acá también existen grados y, como ya dije, una loca que se prueba la peluca sería menos maricona que el “macho” que no se atreve a hacerlo por miedo al qué dirán. Pero, por supuesto, jamás se le ocurriría pensarlo.


Y si ser maricón es ser homosexual, es decir, ser hombre y que te guste coger con hombres, ahí sí que todas las locas son mariconas, tapadas o no. Y acá no hay ningún grado más que el pensar qué tanto te gusta coger con hombres.


Por lo tanto, como conclusión de todo ésto, se podría decir que cuanto más amanerado sos, más macho sos, cuanto más tapado sos, más maricón sos y cuanto más homosexual sos más homosexual sos.

Es decir, como ya dijo alguien alguna vez, hay que ser muy valiente para ser feminista en un mundo machista.


Yo nomás le sumo que hay que ser muy maricón para ser machista en un mundo machista. Y éso sí es una elección.

12 comentarios:

  1. Pensar que es una elección es hablar en nombre del papa, como bien lo dijiste. Creo que la gente dice que es una elección ,para ocultar la realidad simbólicamente y sentirse mejor ellos mismos como quienes eligen "bien" . Decir "es una elección sexual ",es puramente discriminativo, pero hasta que lxs mismxs homosexuales vayamos en contra de esta Concepcion, recién se dejara de pensar así y ahí el inadi se va a movilizar haciendo denuncias al respecto. Tu texto ayuda a aclarar esa afirmación. Nos vemos...

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  2. Muy bueno, excelente la reflexión del final. Es tal cual como vos decís: existe discriminación no sólo desde afuera sino también desde adentro... Pasiva, loca, mujer, por sólo mencionar algunos de los términos. Creo que básicamente es porque todavía incluso a muchos gays nos sigue chocando que algunos tengan tanto de "ser mujer". Y es una verdadera mierda que incluso "entre nosotros" nos discriminemos (y hago un mea culpa).

    Ah, un comentario pequeño: yo agregaría que, además de gays, también hay heterosexuales que tienen "maneras" del sexo opuesto -tanto hombres como mujeres-. Quizás alguno que otro sea un tapado, pero los hay que no lo son. Quiero decir, nadie está exento de eso.

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  3. Todo un tratado a la discriminación. Interesante post.

    Yo tenía un amigo, que solía decir que ser gay era algo interesante, que por lo menos nos sacaba de la monotonía con la que parecían cargar los heterosexuales, que el hecho de ocultar algo le ponía picante a la vida. Se escucha cada cosa.

    Un abrazo.

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  4. ¡OTRA HUEVADA MÁS!

    Supongamos..., supongamos..., supongamos...

    La realidad es que hay que tener la mente muy cerrada para encasillar

    "lo que sí está claro para cualquier estudio científico (y para cualquier cerebro medio) es que el deseo sexual no es una elección consciente"

    de forma determinista para que

    "ni algo sobre lo que la voluntad tenga poder".

    ¡VAMOS, QUE POR QUE TE GUSTE UNA PIJA TE TIENES QUE TRAGAR TODAS! ¿sin posibilidad de elegir?, por favor...

    Cada quien elige, acto de la voluntad; voluntad humana que es capaz de sobreponerse a cualquier adversidad; por que es libre; y los gustos muy variados, y variables ¿por qué no?.

    ¡VIVA LA LIBERTAD! sin etiquetas generalizadas...

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  5. *Aplausos*

    Como siempre un buen post, claro que no es una elección, y pues no se proque se sigue mencionando que es pecado, o sea a nadie le importa si es pecado o no, bueno como no soy creyente ni mi familia lo es.

    Si existiera dios seguro me mataría al escribir lo siguiente: Jesucristo se dejo cojer en el ano por su padre José mientras Jesucristo penetraba a la puta de María.

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  6. las miles de insoportables locas vegetarianas, jajaja

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  7. Hola. Me encantó este texto y no quería dejar de decirlo. Hablando con un amigo comentábamos este tema: el de ser gay una elección. Y lo peligroso que es que personas de los medios tengan esta idea (tan errada) en sus discursos politicamente correctos de tolerancia televisiva. Porque no hace más que dejarnos como los loquitos que no queremos ser como el resto por un capricho. Bueno, nuevamente, un placer leerte. Y esperaré ansioso la proxima entrada :D

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  8. Rubio, muy bueno tu análisis, sólo que -como nunca- dejaste de lado la cuestión del poder.
    No es casual que cierta gente piense que la homosexualidad es una elección...pero claro, ya se alargaría mucho el post con éso.

    Buenísimo, como siempre.

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  9. Es cierto, yo cuando era chiquito me ponia la ropa de mi mama o de mi hermana jajaja
    tambien me ponia una tualla en la cabeza y jugaba que te nia el pelo largo y que era una mujer etc etc. Eso y otras cosas siempre me hiso pensar que los gays "nacemos" y no nos "hacemos". Ya venimos putos de fabrica jajaja

    Hey, muy buena la reflexion del final. Nice blog. Besos

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  10. Quisiera discrepar con el comentaro anterios. No todos los gays queremos ser mujeres, ok? ay muchos afeminados pero no todos somos asi,
    yo soy machito y me gusta estar con otros machos y hay muchos muchos muchos gays que no son afeminados y no les va para nada esa onda
    me gustaria saber que opina el autor de este blog sobre lo que digo

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    1. No soy el autor
      .pero machito era mi perro cuando lo traje de cachorro y de grande se hizo bien macho...ahora si estas esperando q el autor de la nota se moleste en responder ese comentario tan burgues y recurrido de "soy macho y me gusta estar con los machos"..vas muerto.
      sos una loca q no se baña y no le vas a dar nietos a tu madre....
      entendiste lo que te digo???
      O te hago un dibujito??

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