sábado, 18 de marzo de 2017

Todo sea por un Chivas


Estoy sentado en un sillón cubierto de una tela blanca, que parece toalla de motel, en la galería de una casa gigantesca la cual se erige orgullosamente en su mal gusto de diseño apresurado dentro de uno de los aburridos countries  que hay camino a La Calera.

Hay un sofá y otros sillones, también cubiertos de telas blancas, además de banquitos sin respaldo y sillas de algo que parece una especie de mimbre sintético color marrón caca.

Sobre esos inexplicablemente protegidos sillones se apoyan los culos -seguramente vírgenes- de un montón de conchas descerebradas que luchan entre sí por meter el chiste más ordinario y soez dentro de una conversación de frígidas malcogidas haciéndose las putas liberadas como ya deberían serlo hace mucho por la edad y la plata que tienen pero que, lamentablemente para ellas, no son ni serán nunca.

Lejos, en la otra punta de esa interminable y dantesca galería donde se encuentra el asador, se reúnen los maridos, novios, hermanos y/o sacrificados soportadores masculinos de estos horribles ejemplares del bello sexo que aprovechan para escapar por un rato de sus brujas arruinavidas amparándose inteligentemente en el constante pedido de "quiero que seas más sociable con los maridos de mis amigas" de sus mujeres y en la pesada tradición argentina de que son los hombres los que saben sobre fuego y carne, mientras cuentan chismes sobre amigos ausentes y discuten deporte, economía y, con cierta prudencia, política.

Resumiendo, estoy atrapado

O me quedo en esa juntanga de sillones tapados con toallas de motel sintiendo cómo crece mi instinto femicida o me voy a escuchar chongos pelados, panzones y recatadamente homofóbicos (que igual comen travas y capaz crossdressers sin depilar) para aburrirme como tronco y sumar mayor carga a mi rebalsado instinto asesino con tortura previa que me provocan los hijos sanos del patriarcado.
Hay una tercera opción que sería entrar a la casa y meterme al cuarto donde están jugando con la play station 4 los continuadores de esos genes arruinados por el alcohol, los ansiolíticos, Tinelli y la reforma educativa de los 90. En otras palabras, la tercera opción es entrar a un infierno con la mayor tortura imaginada en mis peores pesadillas que me llevaría directamente al más desesperado de los suicidios.
También hay un patio enorme con una piscina iluminada como a 15 o 20 metros. Podría decir "voy a ver la pileta" y quedarme un buen rato ahí escondido tras las sombras que proyectan las mismas luces subacuáticas y disfrutando del aire fresco -aunque impregnado levemente de cloro- hasta que esté el asado o hasta que alguna concha o chongo aburrido tenga la misma idea y al verme allí se acerque a charlar pavadas que, con suerte, no superen el grado medio de mi umbral de vergüenza ajena. 
Pero justo cuando estoy por hacerlo, la conversación (que consistía en defenestrar a Macri aclarando que lo prefieren mil veces antes que a Cristina, con leves intentos de divagues sobre recetas caseras cool que incluyan cúrcuma, jengibre y/o leche de almendras o sobre los jardines de infantes y colegios más y menos deseables para internar un mínimo de 8 horas diarias a los críos a los que dicen amar más que a sus propias vidas) se ve interrumpida por una concha con lentes, pelo atado como pendeja de secundario y pollera de jean arrugada que pregunta: "Che ¿Qué libro me recomiendan para llevarme a Cancún?".

La concha alfa -una cuarentona de pelo corto con un leve parecido físico (y sólo físico) a Malena Pichot y que está sentada muy despatarradamente en medio del sofá ocupando el lugar donde entrarían dos conchas y media como ella- pega un respingo mientras busca con su mirada agradablemente sorprendida alguna compañera para bullynear a la lectora de libros de verano por ser una nerd inadaptada que aún abre esos raros objetos llamados libros. 
Pero se queda cortada, por que rápidamente todas empiezan a hablar de libros y descubren con sorpresa que todas -excepto la concha alfa, por supuesto- han leído El Tiempo Entre Costuras de María Dueñas. 

Pero éso no es todo...les ha gustado. ¡Y aún hay más! ¡Lo dicen sin avergonzarse!

La concha alfa dice riendo "Ay, a mí no me gusta leer". Lo dice dos o tres veces, tratando de interrumpir la conversación, pero la charla literaria se ha vuelto imparable y, como está al medio de todas, no puede escapar. 

"Sory, mamita -pienso, intentando disfrutar al máximo el leve placer sádico que me produce verla atrapada tanto física como mentalmente- vas a tener que pegar un salto volador estilo Chun Li o quedarte ahí a ver y escuchar mujeres que hablan de leer libros como si fuera un pasatiempo deseable. Igual no te preocupes, no creo que dure mucho."

La concha de lentes que inició la conversación explica -porque parece que se impone una explicación a su deseo de leer- que a ella no le gusta meterse al mar y que se queda sola en la playa mientras su marido y sus hijos se pasan horas jugando en el agua así que no le queda otra que leer. "Viste que el sol en la plasha no te deja ver bien la pantalla del cel" añade, como reforzando sus excusas para justificar el condenable pecado de abrir un libro, aunque sea en vacaciones.

- "¡Ay, nena! ¡Escuchá música!" propone la concha alfa con tono de madre hablando a una hija caprichosa que se queja de que nada la divierte.

- "Naaa, escuchar música es más aburriiiidooommm..." dice en tono de "cerrá la boca pelotuda" la concha beta, una peliteñida ruluda casi cincuentona que se portó muy mal en otra vida porque en ésta Dior la castigó haciéndola medir un metro noventa y otorgándole una capacidad impresionante para recuperar peso después de una dieta y/o lipo.

-"Ay, sho me puedo pasar todo el día con los auris puestos" retruca sutilmente la concha alfa, mirándome a mí por que seguro cree que mis sonrisas al mirarla fueron de apoyo y acuerdo y no de conmiseración y desprecio. Pero se queda algo contrariada al ver que no abro la boca para decir "Sí, la música es lo mejor" o algo por el estilo.

-"No sé" sigue la cuatrojos con fobia al mar "Un libro por lo menos te distrae un rato. Además es más fácil de llevar..." dice en tono de bibliotecaria militante que enumera las ventajas prácticas de los libros frente a las NTyCs, pero se ve interrumpida por la concha alfa que grita:

-"¡Ah, éso sí!" le concede, asintiendo lenta pero exageradamente como si fuera un profesor que alienta a su  alumno preferido en el examen oral "¡Y no gastás batería! ¡Jajajajaja!".

La carcajada de la concha alfa es demasiado exagerada y desubicada para la simpleza y opacidad de su pavo chiste pero algunas de las conchas ríen levemente, quizás por piedad, mientras cruzan entre sí rápidas miradas que resumen parte de mis peores pensamientos sobre ese desmejorado clon de la Pichot. Dos de las conchas, una linda otra fea, ya directamente hacen silencio y no acompañan las risas ni por piedad. El breve reinado de la concha alfa se acerca a su fin, pero se empeña en fingir que no se da cuenta despatarrándose al máximo en su trono de toallas de motel y aumentando aún más el volumen de su ya de por sí insoportable voz de posible soprano.

Y entonces, ocurre la catástrofe.

La anfitriona -antigua amiga y compañera de colegio que en los 90, mientras políticos y empresarios paranoicos hacían construir el country donde ahora habita estaba seguramente bebiendo cerveza de pico o jugando al metegol despreocupadamente en algún kiosco boliviano de Alto Alberdi y que gracias a los bondadosos hados ha devenido en esposa de dueño de empresas innombrables incluso ante mí- dice, con la mejor intención de hacer participar a todos en la charla: "Rubio es de leer mucho, él te puede aconsejar bien". 

Las conchas hacen silencio. Va a hablar el puto.

Caen sus hombros pero se tensan sus cuerpos, como gatas juntando fuerzas, mientras la concha alfa ya la concha beta tuercen su cuello al mismo tiempo hacia mí y la concha mar-fóbica aprieta sus labios y clava sus ojos lentudos en los míos, esperando en silencio mi oráculo.

Puede que escupa una ironía ácida estilo Pinti o Graham Norton la cual deje clavada para siempre una dolorosa daga de humillación y vergüenza en la concha alfa (siento que hay varias que esperan éso, sobre todo la concha beta cuyos ojos brillan como seguro brillaban los de las mujeres de París mientras veían a María Antonieta apoyar su cuello en la guillotina) o puede que simplemente me sume a su inquisidora cruzada anti-libros y pro-auris para convertirla en mi futura benefactora cuando estemos cenando con los machos y se ría de mis chistes en retribución. 

Puede también que les revele un maravilloso autor que les cambiará o hará más soportables sus archiburguesas vidas o puede que introduzca temas innombrables en sus libros (comprados en Amazon vía link pasado por algún amigo o amiga del mismo bando) o en sus mismas vidas (compradas en la prostitución matrimonial vía cita o encuentro casual arreglado por algún amigo o amiga del mismo bando), como son el sida, los transexuales, el post-porno, el nudismo, la pederastia, el comunismo, el socialismo, el sionismo o -incluso- el kirchnerismo.

Puede pasar de todo por que, después de soportar tanto en sólo media horita de cumpleaños de ahijado de country, ya estoy como cualquier personaje del MK9 tras recibir los golpes necesarios que cargan la fatality brutality hara kiry y sobre todo conchality.

Pero entonces me acuerdo de que mi ex compañera -con alto peligro de prontamente convertirse también en ex amiga- es libriana y odia los conflictos -sobre todo si son en su casa- y también recuerdo fugazmente todas las veces que me acompañó con su mejor onda de hetera desconflictuada a Hangar o al Beep o incluso a Piaf, sin contar el inolvidable gesto de su marido de conseguirme -¡y regalarme!- entradas para el Sticky And Sweet Tour antes de que salieran a la venta y de embriagarse conmigo tantas veces con Whisky importado para el que jamás puse un peso por que con un gay que no le va a presentar minas (supuestamente) ni pasar videos de burros cogiendo adolescentes camboyanas (eso sí que seguramente no) su esposa sí lo deja beber. Ah, y claro, de elegirme padrino de su primogénito que, aunque lo adore, aún no sé si poner ese gesto en la columna de ventajas o desventajas.

Así que movido por la piedad y por el cariño a los buenos viejos tiempos y por mi lamentable afición al Whisky caro, decido no apretar el botón R de la fatality y pongo mi más angelical sonrisa -que sólo guardo para cuando tengo la enorme suerte de cruzarme con un activo madurito aún en forma que tiene el morbo de sentirse macho cogedor con un pasivo más joven, mezclada con una inconfesable sensación de paternidad frustrada- para mirar a la concha que ama la lectura playera -que no para de temblar detrás de sus lentes- y decirle tímidamente "Y...no sé ¿Qué géneros te gustan?".

Las conchas se relajan y a la vez se decepcionan. No estoy buscando pelea. Tampoco voy a tomar partido por nadie. No hace falta prepararse para poner caras de sorpresa, disgusto o pánico ni para soltar una carcajada que celebre el chiste del puto.

Pero la cuatrojos se pone más nerviosa por que parece que no entiende qué tiene que ver la palabra "géneros" con los libros que se va a llevar a Cancún para no aburrirse tanto mientras elige perderse de momentos inolvidables con su familia en vez de enfrentar su TOC con el océano.

Entonces interviene de nuevo la anfitriona, empeñada en que la reunión salga bien, pero que se da cuenta de la insalvable diferencia de idiomas de sus invitados y la rema diciendo "Claro, a mí por ejemplo me gustan las novelas nomás".

Pero la concha beta, que no está satisfecha de no tenerme de aliado o que quizás me quiere de contrincante, me lanza"¿Cuál es tu escritor favorito?".

"Marguerite Yourcenar" le digo sin vaselina mientras clavo mis ojos en los suyos pero que irremediablemente se desvían unos centímetros hacia arriba al percatarse por primera vez del horrible espectáculo que dan sus cejas las cuales de golpe me dan unos comprensibles deseos de  tener una bordeadora de pasto.

-"¿Y ésa quién es?" pregunta la concha alfa al aire y sin mirarme, feliz de que le haya dejado un flanco descubierto para intentar atacarme mientras entrecuza las manos sobre su pancita de fernet con coca y post partos mal recuperados que ya apunta directamente al techo de lo despatarrada que está. 

-"Es una escritora francesa" dice sorprendiéndonos una concha morocha que había estado muda hasta entonces y que de golpe genera una conexión invisible conmigo que se refuerza más al decir "Algunos de sus libros los tradujo Cortázar...".

-"Ah, me suena a zurdita entonces, jajaja" interrumpe rápidamente la concha alfa, con tono de esposa de milico y esta vez apoyada por primera vez en la noche por la concha beta que en tono irónico suma un inexplicable:

-"Y símmm, viste como son los frannnnccceses" que supongo tendrá sentido en la carpeta de "prejuicios contra franceses" del minúsculísimo cajón de "prejuicios xenofóbicos contra países del primer mundo" del inconmensurable armario de "Prejuicios xenofóbicos" que se encuentra en el infinito salón de "Prejuicios generales para sentirme que soy superior a todos, incluyendo al primer mundo" de su paupérrimo archivero mental de mierdas inservibles donde hasta podemos encontrar odiosos entrecruzamientos y asombrosas coincidencias entre la izquierda y los franceses.

Y ahí sí se me nubla todo. No soy zurdo ni francés (gracias a dior), pero en ése momento lo soy más de lo que jamás podría serlo un hijo del Che Guevara con Simone de Beauvoir.

Tengo dos opciones.

Una es posar mi mirada suavemente sobre los ojos de la concha alfa, sin dejar por ello de mirar intermitentemente a la concha beta, y decir simplemente: 
"Sí, bolú, Obbbvvvio. Me parece lógico que a una persona que tiene un bagaje cultural tan pobre como el tuyo le suene zurdo Cortázar, Yourcenar o cualquier nombre o palabra que, mínimamente, se aleje de ese pequeño conjunto de autores y libros que explotan el mercado de las amas de casas aburridas y probablemente hartas de las abúlicas vidas que eligieron con la sola idea de escapar de la excitante, divertida, maravillosa pero peligrosísima y cruenta realidad por lo que necesitan distraerse un rato con algún romance ajeno atravesado de suspense y eternas descripciones de los sentimientos de la protagonista ante las casuales y casi siempre forzadas vicisitudes que le hace vivir el autor sin llevarla jamás a perder su situación de princesa malcriada pero poniéndola en peligro para finalmente reafirmarla mediante algún movimiento barato del argumento que, por más que sea un simple cliché utilizado cientos de veces en la historia de la literatura, seguro las sorprende gracias a su penosa carencia de lectura acumulada y hasta con suerte les crea una vertiginosa y conmovedora sensación que acaba por convencerlas de que disfrutaron enormemente la lectura de un aburrido y ordinario libro pasatista que, en definitiva, es quizás el máximo placer al que seres como vos pueden aspirar en el mundo de la lectura el cual -por suerte para tu vergonzosa y cuasi analfabeta ignorancia- cada vez es más rechazado en este mundo repleto de pobres de espíritu que sin embargo no se privan de posar en determinadas situaciones como los intelectuales pensantes que deberían ser gracias a la enorme cantidad de recursos materiales con los que cuentan por ser hijos y/o esposos/as de parásitos tercermundistas que basan su riqueza material -y por ende espiritual- en las cada vez más decrecientes ganancias del sistema que genera la pobreza y la inseguridad de las que constantemente se quejan como si fueran castigos divinos inmerecidos (y no consecuencias lógicas del sistema exclusivo del que se alimentan) sumadas a pequeños y grandes ingresos facilitados por la corrupción y el robo de guante blanco que también explican tu rapidez clasista en tachar de zurda a una autora -a la que ni conocés y a la que difícilmente puedas llegar a disfrutar dadas tus penosas limitaciones intelectuales y existenciales determinadas por tu falso, cobarde y ridículo clasismo- pero que bien podría ser definida como clasista desde el momento en que sus libros cuentan con una amplitud de vocabulario, una exquisitez de gramática y una soberbia de descripción de tiempos, lugares y personajes que sólo son posibles de lograr cuando tenés el privilegio de bañarte en la luz que irradia la escritura humana universal a la que, lamentablemente, sólo pocos privilegiados pueden acceder y que, de entre ellos, sólo muy pocos tendrán el valor de abrir sus psiquis para dejarse incendiar, abrasar e -irremediable pero gloriosamente- consumir por esa pasión desbordante que es el fuego de la creación artística -representada en este caso por la escritura- que puede conducirte a un mundo de goces y sensaciones tan inconteniblemente poderosas que hasta la más minúscula chispa de ellas incendiaría de cuajo a los corazones secos de todos los countries del mundo y que incluso podría llegar a funcionar como la cura de esa antigua y siempre renovada forma de miserable infelicidad humana que tus amigas cool suelen llamar vacío existencial y que es provocada por esa misma sequedad sentimental que los obliga a renunciar a toda forma de compromiso o riesgo que implique un mínimo de valentía, pensamiento o arrojo y que los conduce inevitablemente a habitar en medio del enorme prado de mediocres insatisfechos que mediante cobardes y torpes fingimientos de intelectualidad, riqueza o extravagancia ante otros mediocres iguales o peores a ellos mismos, buscan desesperadamente la confirmación de que son especiales -cual teenagers inseguros que publican millones de selfies para encontrar esa foto que finalmente les diga "sí, sos lindo"- mientras que todos los que mínimamente nos hemos acercado a ese goce inalcanzable para tu poco cultivado espíritu reímos y nos compadecemos a la vez de la insoportable pobreza espiritual en la que te ves condenada a vivir y en la que penosamente vas a morir haciendo ihumanos esfuerzos hasta el último de tus segundos por negar que existe esa intimidante luz que te hubiera dado la felicidad y la plenitud total a las que tu patética bestialidad no se atreve."

La otra es devanarme los sesos por hacer un comentario que me deje bien con mi amiga la anfitriona, que también me coloque en un plano de leve simpatía con esas conchas a las que recién me presentan (y a las que espero no volver a ver nunca pero que quizás tenga que hacerlo) y que a la vez me permita acostarme cada noche sin tener el remordimiento de haber traicionado leve pero innegablemente mis principios intelectuales, espirituales, literarios, políticos, sociales, etc. todos los cuales son profundamente misántropos.
La respuesta, como siempre, me la da mi diosa.

-"Mirá, nena" le digo con el más rubio y más tarado de mis tonos a la concha lenteja iniciadora de este terrible y jaquecoso debate que ha centuplicado por mil mis deseos de tener una bomba, una metralladora o aunque sea un cuchillo de manteca, (aunque no sepa manejar adecuadamente ninguna de esas cosas) "lleváte Sex de Madonna a Cancún y vas a brishar".

El levísimo pero apropiado chiste me vale una desubicada carcajada de la concha alfa, una risa rápidamente autosofocada de la concha beta que todavía da batalla, una rara expresión que cruza la confusión total con la sonrisa de circunstancias de la concha con lentes, un suspiro de alivio de mi anfitriona, unas risas generales y comentarios jocosos de un par de conchas del decorado y, por supuesto, una sonrisa leve y deliciosamente sardónica de la concha morocha.

La conversación se desvía entonces por los diferentes y previsibles derroteros que provoca la mención de Madonna como son la música de los 80, las viejas que se mantienen en forma, los discursos feministas y otros seres únicos en el mundo como Bono, Mick Jagger y el Indio Solari.

Zafé.

Y como si Dior aprobara mi piadoso y misericordioso gesto, siento de repente una mano caliente que se apoya suave y franeleramente en mi hombro mientras oigo una voz masculina con deje de pucho y whisky gritar con falsa violencia "¿De qué se ríen las chicas?" y sin esperar respuesta lanza rápidamente en otro tono mucho más bajo y plañidero pero con violencia más real la autoritaria frase de: "Gorda, andá poniendo la mesa que ya está". 

Los culos vírgenes empiezan a despegarse rápidamente de sus asientos para ayudar con los platos, para ir a ver a los críos, para lavarse las manos o para fumarse un pucho mientras el único culo de la reunión que ha sabido disfrutar inteligentemente de sus mejores años (y espera seguir haciéndolo) no puede evitar un momento de tensión y preguntas al oír por primera vez en una larga hora de conchas parlantes la voz de un pene que, aunque cargada de un odioso machismo, suena como una cascada después de atravesar un desierto.
Pero la tensión desaparece y las preguntas se contestan rápidamente al darme vuelta y ver la siguiente parte de mi tortura que me espera en esa larga mesa en torno a la cual ya están sentados unos cuantos penes con cara de cansados y en la que ya se están acomodando la concha con lentes y la concha beta.

No me siento capaz de seguir aguantando un minuto más en heterolandia y se ve que el sentimiento se refleja en mi cara por que el marido de mi ex compañera me susurra  satánicamente: "Tengo un chivas y un blue label. Te quedás ¿no?" casi con el mismo tono que mi padrino me susurró en una aburrida navidad a mis 13 o 14 años: "Tengo Venus codificado, decíle a tu viejo que te quedás a cuidarme la casa, que yo me voy de joda. Eso sí no me manchés nada ¿no?".

-"¡Obviooo!" le contesto, pensando que él está incluso peor que yo y que necesita mi apoyo (por más paradójico que éso suene) "Pero podríamos ir empezando ahora para degustar mejor el asadito ¿no?" añado con el tono con que le pedía a mi papá que empezáramos a untar pan en la salsa antes que se sentaran todos a comer y con la seguridad de obtener siempre un rapido y calladito .

-"Están en mi mesa de luz en la parte de abajo. Entrá por la puerta ventana por que Natalia está en la cocina. Yo me choreo dos vasos con hielo y nos vemos en cinco detrás de la pileta, antes que terminen de sentarse todos" me dice rápidamente y se va caminando distraída pero directamente hacia la heladerita que hay a unos metros mientras yo me levanto para apresurarme a seguir sus instrucciones

"Por suerte se dice en cinco y no en cuatro" pienso con cierto remordimiento al pensar en lo que diría Nati si supiera de estos pequeños diálogos entre su marido y su amigo gay aunque después de lo que ella me obliga a padecer no tendría el menor escrúpulo en hacer una orgía con su marido, su padre, su hermano e incluso su primo gordo si supiera que éso le haría algún daño.
Lo peor de todo es que si es atrás de la pileta donde nadie nos ve, no le importaría.

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