sábado, 16 de septiembre de 2017

Solas Pero Unidas!!



Locas que se quejan de sus miserables, desdichadas y amargosas vidas hay, han habido y habrán siempre.

Claro que hay una diferencia entre la loca que se queja por que alguien la rechaza por ser gorda, vieja, fea, calva (o cualquier otra característica indeseable no sólo entre los gays sino entre todos los seres humanos que habitamos occidente independientemente de nuestra orientación sexual) y la loca que se queja por que en su país hay pena de muerte para los que cometen el delito de homosexualidad o porque si se enteran en su casa que son putos sus propios padres las golpean a matarlas o llaman a los vecinos para que las apedreen todos juntos o las entregan a tipos con uniforme para que, en nombre de Yavé o Alá, las tiren atadas y amordazadas desde el techo de un edificio mientras todo el pueblo mira, filma y saca fotos entre risas y burlas.


Es una diferencia, creo yo, tan enorme e importante que sería difícil -por no decir imposible- confundir las dos realidades.

En los tiempos de Alfonsín o en el 2001-2002, los argentinos nos quejábamos -con toda razón- de que no teníamos plata para ir al súper y gritábamos que íbamos a morir de hambre pero, aún así, sabíamos diferenciarnos de los somalianos o etiopíes que veíamos/vemos en algún documental de domingo por la tarde que mostraba negros escuálidos y cabezones comiendo basura con buitres achechándolos.

Pero parece que para algunas personas no es tan fácil entender esa diferencia.

Entre ellas está el tal Michael Hobbes que escribió hace unos meses una extensísima nota sobre los homosexuales y la soledad para el Huffington Post sugestivamente titulada "Together Alone. The Epidemic of Gay Loneliness" (algo así como "Unidos y solos. Lo epidémico de la soledad gay").


Resumiendo, el tal Hobbes (o la tal, no me quedó claro si es loca o no ni me interesa porque está lleno de gente que -sin ser loca-  opina e incluso escribe ensayos sobre las locas y parece que es legal y hasta normal) dice que a pesar de todos los avances que han tenido los derechos LGBT en la mayoría de los países occidentales, los gays seguimos teniendo altas tasas de suicidio, depresión y conductas auto-destructivas manifestadas principalmente por un descocado ímpetu para largarnos a coger sin forro y un (¡Dior nos libre!!) desenfrenado consumo de sustancias.



Para Hobbes, el hecho de que hoy en día existan el matrimonio igualitario, las leyes de identidad de género, las diversas leyes contra el acoso y la discriminación y tantas otras leyes e instituciones y organizaciones que protegen la vida, la integridad física y mental, la dignidad, la libertad y la propiedad de las personas LGBT no sirve absolutamente para nada ya que las locas seguimos deprimiéndonos, suicidándonos, cogiendo sin forro, chupándonos y/o drogándonos.

Esa sería una de sus premisas básicas (que, en realidad, es también su conclusión) para decir que a pesar de haber salido del armario las locas seguimos siendo tan infelices como cuando eramos tapadas.


Ejemplo de locas infelices/alcoholicas/drogadictas/barebackeras y futuras suicidas, según Hobbres (y seguro también según muchas locas malcogidas que jamas marcarán una abdominal en su vida).

Pero éso no es todo.

Para Hobbes, ahora las locas somos aún MÁS infelices, ya que al salir del armario nos enfrentamos con ese terrible y condenable averno que es el AMBIENTE GAY, una especie de dantesco círculo infernal (que se extiende por discos, pubs, saunas, páginas gays y todo tipo de lugares gay friendlys, sean reales o virtuales de levante) el cual está poblado de monstruos y seres malignos que denigrarán a cualquier desprevenido que se atreva a poner un pie adentro sólo por no ser BLANCO, JOVEN, MUSCULOSO, MASCULINO Y EXITOSO ECONÓMICAMENTE (una musculoca, para decirlo en argentino y abreviar un poco).




La teoría de Hobbes nos podría llevar incluso a pensar que dentro del armario se está mucho mejor (excepto, claro, que seas blanco, joven, musculoso, masculino y exitoso) porque, salvo que sea un armario de cristal (donde, a pesar de todos los esfuerzos que hagas para hacerte el macho hasta el menos avispado se da cuenta que sos un trolo comepijas) al menos ahí nadie te discrimina (salvo vos mismo, claro). O, mejor dicho, no te discriminan gritándote puto por la calle o persiguiéndote para pegarte o matarte pero sí te discriminan legal y culturalmente porque, aunque no se te note nada, tus derechos a vivir tu propia sexualidad libremente sin culpas ni peligros siguen estando cohartados.

Y, sobre todo, en las oscuras profundidades de un armario no existe esa presión de ser una loca triunfadora y deseable, como somos TODAS en nuestros perfiles de Manhunt, Grinder y otras redes en las que podemos subir fotos falsas o con pedazos de cuerpos donde no se vean nuestras arrugas ni nuestros rollos y donde podemos presumir de ser blancos, jóvenes, musculosos, masculinos y exitosos (no son pocas las locas que llegan a afirmar ser unos arios puros, menores de edad, nuevos schwarzeneggers, heteros/bi/futborugbiers/tapados y millonarios).




Entonces, según Hobbes ¿Cuál es el destino de esas pobres loquitas que, después de una sufrida y seguramente bullyneada adolescencia, salen por fin y triunfalmente del armario?

La soledad.

Y no cualquier soledad.

Las espera la epidémica "gay loneliness". La soledad hobbesiana. Un terrible estado anímico donde te sentís una basura de persona que no merece vivir por no ser blanco, joven...etc. y que te conducirá irremediablemente al alcohol, a las drogas y, finalmente, al suicidio.

Quizás está mal que diga "soledad hobbesiana" ya que, seguramente, a muchos que ni siquiera son locas salidas del armario les sonará en algo ese estado anímico depresivo que viene de no lograr cumplir con los estereotipos de éxito en nuestra sociedad. Es más, también les sonará a muchos que ni siquiera son locas y hasta son heteros...¡Y blancos, jovenes, musculosos, etc.!

Pero bueno, no me resistí a remarcar que para este señor la soledad es un estado indeseable al que nadie querría llegar mientras que algunos llevamos años luchando inútilmente para aumentar nuestra cantidad de tiempo solos. Resulta un poco paradójico...aunque no tanto si después vemos que para Hobbes está mal desear ser algo (musculoca) que no está mal ser (musculoca) cuando no tenés herencia genética, dinero ni tiempo para poder serlo (musculoca). Es decir, un planteo absolutamente lógico dentro de la lógica del capitalismo, con lo cual el Hobbesito éste sería una voz más entre miles de voces disfrazadas de progres y diciendo exactamente lo mismo.

Lo que sí es algo propio de este autor (otros tambien lo hacen, claro) es situar la culpa en los ambientes y no en las personas. De hecho, y de nuevo paradójicamente, el autor tiene una mirada tan condescendientemente compasiva con sus propios casos estudiados que hasta termina siendo un nuevo victimario de las "pobres e inocentes" víctimas que analiza.

La culpa, para Hobbes (y la verdad que la mayorías de las locas que conozco estarían de acuerdo con él) la tiene el ambiente gay. No somos nosotros los que estamos mal, es el ambiente.

En todo caso, si los gays tienen que tener algo de culpa, son los gays de ambiente los culpables.

Tal como quiere Hobbes (y como dicen la mayoría de las locas en sus perfiles virtuales y en persona), los gays 0 ambiente son los buenos, las locas ambienteras son las malas.

El pobrecito gay recién llegado o con años de salir y relacionarse con otros gays sin mezclarse mucho no tiene la culpa de nada. Es más, hace bien en no mezclarse tanto con la chusma, por que si lo hiciera terminaría transformándose en uno de ellos o (según Hobbes) terminaría chupado, drogado y/o suicidado.

El problema, entonces, está en el ambiente. En los lugares de ambiente, en las páginas de ambiente y, por supuesto, en las viles y asquerosas locas de ambiente que -a pesar de que Hobbes los describe como blancos/jóvenes/musculosos/masculinos/etc.- en general lo que se dice de una loca de ambiente es todo lo contrario: son todas unas pobres diablas muertas de hambre, afeminadas, ridículas, resentidas, viejas brujas y, por supuesto, pasivas.

Acá hay una contradicción importante. La loca de ambiente ¿Es una de esas musculocas que vemos en reality shows o en los volantes de propaganda de los saunas (a la que el 99% de las locas querrían cogerse y a la que el 99% de las locas envidia malsanamente) o es una loca flacucha, pobretona, afeminada, de edad incalculable y pasivísima de cuarta que se la pasa circulando chismes sobre las demás pasivas a las que odia más que a sí misma  (a la que el 99% de las locas no se cogerían ni por plata y a la que el 100% del mundo desprecia, odia, persigue y asesina impunemente)?




¿En qué quedamos?

¿O es que ambos tipos de personas son tan odiados que da lo mismo contradecirse mientras podamos seguir odiando?

Hobbes ni siquiera analiza ese tema. Pero si lo leemos entre líneas, cualquiera de los dos tipos de locas serían despreciables para su análisis. Él se centra en las musculocas de los ambientes gay friendly del primer mundo que viven en pose de masculinas para -en teoría- conseguir más garches. A las ambienteras afeminadas sin músculos ni siquiera las registra.

Pero dejando de un lado lo que no dice (porque ya con lo que sí dice es bastante), su conclusión concreta es que las altas tasas de suicidio, depresión y drogodependencia del colectivo gay se deben a esa soledad causada por no encontrar empatía en los ambientes para homosexuales (ya que éstos lugares sólo son empáticos para las musculocas exitosas).

Hay una brecha (por no decir "grieta") de salud mental entre los gays y los heteros, según Hobbes. Los gays, según las estadísticas que presenta este autor, tenemos mayores probabilidades que los heteros/as de suicidarnos o volvernos alcohólicos y/o drogadictos incluso aunque vivamos en países tan progres como Holanda.

¿Está todo perdido para Hobbes? Casi que sí.

Cualquiera podría tirarse un leve y predecible amague de solución en la idea de que lo mejor es alejarse del ambiente lo más posible, buscar rápido una pareja y construir un hogar lejos de ese infierno para vivir tranquilos y sin presión. Y sí ahí seguís sientiéndote deprimido, como la mayoría que hace éso, bueno, loca, ya no hay otra, suicidáte nomás. O, si tenés ganas, tiempo y coraje, revisá tus prioridades, tus ideas y tus miedos (claro que es mil veces más fácil y rápido sucidarse y exige menos seriedad de autonálisis).

Pero la solución hobbesiana es aún más utópica. Hacia el final de su artículo habla de un tal Panchankis (¡por dior, loca, cambiáte el apeshido!!) y sus grupos de terapias cognitivas y conductuales "gay affirming" (supongo que será algún tipo de auto ayuda que les martillee a las locas depresivas que no deben sentirse mal sólo por no ser musculocas). Si bien la Panchankis recién está comenzando, dice que está logrando que muchas locas dejen de andar tan estresadas y deprimidas por no ser el tipo de loca con el que les gustaría tener sexo.

O sea, la única solución posible que propone Hobbes para el problema que plantea Hobbes es hacer terapia.

¿Era todo para vendernos un ticket de entrada a los grupos de locas deprimidas que van al consultorio de la tal Panchankis?

Ojalá. Porque si el único objetivo de Hobbes al escribir todo lo que escribió era simplemente tirarle mierda a los gays y decirles que es al pedo quedarse o salir del armario porque igual la vida es una mierda...queda claro para quién trabaja.

Y no, no puede decir que él escribió simplemente por escribir y registrar una verdad -o lo que él considera verdad- y que no es su culpa que varios grupos conservadores que llevan largo tiempo luchando por anular todos los avances en derechos LGBT -y, si es posible, sacar leyes para discrminar, prohibir, perseguir, expropiar, torturar y asesinar a las personas lgbt,- se apropien de su trabajo para decir que los gays somos personas enfermas, propensas al suicidio y a las conductas autodestructivas y que merecemos ser tratados como ciudadanos de segunda clase en vida para luego arder en el infierno.

No podés hacerte el inocente escribiendo esas cosas en un mundo donde están tirando del cuarto piso a adolescentes de 13 años sólo porque los tacharon de gays o donde están abriendo los primeros campos de concentración de la historia desde Hitler sólo para torturar chechenos y pedir rescates a sus familias o obligarlos a que ellos mismos los maten. Incluso si fueran ciertas las boludeces que decís sobre las locas yanquis deprimidas por no marcar las abdominales, lo que lográs es darle más armas a la gente que quiere vivir en un mundo así.

Es como si alguien se hubiera puesto a escribir un ensayo sobre lo asquerosos y avaros que son los judíos en la Alemania nazi y después dijera "Ah, yo sólo escribo porque quiero describir algo que yo mismo y algunos amigos observamos. Si después usan mi inocente trabajo con fines perversos, yo no tengo la culpa".

Por supuesto, a los 3 días de publicado el artículo de Hobbes ya saltaba el primer pastor de no se qué congregación de creyentes pelotudos yanquis a citar algunas de sus frases para acompañar y aggiornar las dos o tres frases de la Biblia que auguran el infierno para los hombres que se acuestan con hombres (¡Qué honor, señor ensayista/filósofo/progre Hobbes! Lo próximo es que Vladimir Putin o el mismo Donald Trump te citen para sacar otra ley para perseguir aún más a las personas LGBT).

Igual, por supuesto, el artículo de Hobbes es criticable por todas partes (hasta sospecho que dejó miles de flancos abiertos en su argumentación totalmente a propósito para que hablemos de él -aunque sea mal- como yo ahora). Rápidamente surgieron críticas a sus argumentos, a sus conclusiones, a su trabajo de campo, incluso a las estadísticas que usa.

Primero se le criticó algo totalmente obvio: la pobreza de sus fuentes. Su estudio se basa en entrevistas que él mismo hizo a varones gays de diferentes edades que viven en algunas grandes ciudades de los EEUU. No sólo que excluyó a casi todo el colectivo LGBT centrándose en los varones gays, sino que además se centró en un grupo reducido dentro de ellos: gays blancos, cis, profesionales, de ingresos medios, habitantes de grandes urbes como San Francisco o Nueva York.

Pero en definitiva esa crítica es bastante apresurada, por que es precisamente ése grupo el que más posibilidades tiene de salir del armario y son a ésos gays a los que Hobbes quiere estudiar y utilizar para demostrar que, aunque salgas del armario y vivas en la fabulosa NYC que nunca duerme igual podés sentirte deprimido, por muy increíble que parezca.

También se le criticó la tranquilidad con que supone que todos y todas acordamos con la idea de que si no lográs ser una musculoca con plata, sos una loca fracasada y no tenés razón para vivir. Y es que claro, algunas personas (entre las que parece estar Hobbes) tienen ese deber ser tan internalizado que ni siquiera se les ocurre que puedan haber otras formas de tener éxito y razones para no pegarte un tiro.

Pero más allá de las críticas, el planteo de Hobbes atrapó a muchas locas que elogiaron su artículo porque, para apoyar sus asquerosamente cuasihomofóbicas conclusiones, cuenta unas rápidas, crudas y fácilmente identificables anécdotas de lo que vivimos todas las locas actualmente con las redes sociales a la hora de levantar.

Y ahí su artículo se vuelve rico e interesante en planteos e ideas disparadoras sobre el inagotable y eterno tema del cortejo sexual (en este caso homosexual) ya que analiza distintos rituales de levante y formas de ser gay e incluso compara formas de antes con formas actuales post-Grinder.

Si Hobbes se hubiera limitado a quedarse con esas anécdotas, habría construido algo parecido a una columna de Carrie Bradshaw en Sex And The City versión gay. Pero quiso ir más allá y usó sus estudios de casos para plantear que no importa que las personas LGBT dejemos de avergonzarnos por nuestra sexualidad y nos enorgullezcamos de ser quienes somos ni que ahora tengamos estados y leyes que nos protejan porque, a fin de cuentas, vamos a seguir siendo infelices.

De ahí, a decir "vuelvan todas las maricas a sus armarios e invisibilícense y silénciense y siéntanse unas sucias e inmundas pecadoras por ser gays mientras anulamos todas las leyes pro gay que no sirven para nada porque igual siguen deprimiéndose" hay un sólo paso.

Claro, Hobbes sabe que debe, rápidamente, decir algo polémico para que su artículo resulte trascendente y no quede como una columna de Carrie o, peor, un post mío.

Pero igual ese apresuramiento no es nada raro, ya que existen locas comunes y silvestres que no escriben ensayos pero que andan diciendo prácticamente lo mismo. No hace mucho, en la mismísima Universidad Nacional de Córdoba, ví y escuché -con los ojos como huevos fritos- a locas, lesbianas y, por supuesto (pero quizás menos grave) heteros/as militantes de partidos de izquierda defenestrar la ley de matrimonio igualitario y la ley de identidad de género porque seguían perpetuando visiones o instituciones retrógradas en vez de proponer nuevas ideas o, principalmente, porque las estaba promulgando el kirchnerismo y no ellos que de pedo tienen dos o tres legisladores en el Congreso.

Si un estudiante universitario que milita en un partido de izquierda y escucha Silvio anda diciendo esas cosas...¡¿Qué no va a decir la loca que de pedo terminó el secundario y escucha Cadena 3 todo el día en su laburo de mala muerte mientras toma mate con yerba comprada haciendo la polla!??

Para empezar, habría que hacerles entender a Hobbes, a las locas zurdas, y a todo el mundo, que la ley de matrimonio igualitario o la ley de género no están pensadas para hacernos más felices, para evitar que nos deprimamos, para salvarnos de la droga ni -muchísimo menos- para hacer una revolución. Están para que AHORA tengamos derechos que AHORA necesitamos y por los que DESDE HACE MUCHO peleamos y, en todo caso, para vivir en una sociedad que más se acerque a los ideales de libertad, igualdad, justicia, equidad, etc. a los que nuestras leyes dicen aspirar.

Por lógica, vivir en una sociedad más libre, justa, igualitaria, etc. crea mejores condiciones para que sus integrantes seamos más felices y podamos sentirnos mejor. Pero el simple hecho de que vivamos en una sociedad mejor no quiere decir que vamos a sentirnos mejor.

Y, mucho menos, automáticamente.

Sentirte bien no depende enteramente de las condiciones legales o culturales del lugar donde vivís. Y si después de los 18, 22, 30 o incluso 40 años seguís deprimiéndote por no ser una musculoca exitosa (teniendo, al menos, la oportunidad para serlo con un poco de disciplina para salir a correr, hacer flexiones, comer sano y romperte el lomo laburando y ascendiendo como para lograr un nivel de vida que al menos te envidien otras locas) y tampoco has desarrollado otras facetas de tu cuerpo y tu personalidad que no dependan de la aprobación de los mediocres, ni tampoco has extendido tus redes de relaciones personales para tener un grupo mínimo de personas con las que sentirte cómodo, contenido y apreciado...bueno, obviamente que sos un fracaso de ser humano y tenes toda la razón del mundo en estar deprimido y en pensar en suicidarte o en darte con algo hasta que te mates.

Un gay que vive en la Chechenia actual obviamente tiene más razones que una loca middle class neoyorquina para decir que el ambiente en el que vive es difícil, peligroso y supone un riesgo para su salud mental y su supervivencia. Y aún así, incluso un gay checheno tiene posibilidades de luchar, sobrevivir y tener una vida feliz, por muy difícil que parezca.

Entonces, para no decir boludeces, hay que evitar mezclar las cosas.

Una cosa es la lucha -individual o colectiva- de los gays y sus aliados por lograr una ampliación de derechos para las personas LGBT cuyo principal objetivo es dar un marco legal e institucional que proteja a esas personas de la discriminación, persecución, prohibición y hasta matanza de las que han sido víctimas desde hace siglos gracias -en parte- a la ausencia de ese marco legal-institucional y para evitar que las derechas neoconservadoras impongan sus modelos económico-culturales que son iguales o peores que los de Irán, Rusia o Chehenia.

Otra cosa es cómo nos sentimos anímicamente las personas LGBT teniendo en cuenta las exigencias del mundo actual (que afectan a gays y no gays por igual) en cuanto a cómo debemos vernos, actuar, vestirnos, etc.

Y otra cosa más es si, en algún momento y de alguna forma, las leyes que favorecen los derechos de las minorías sexuales terminan creando o ayudando a crear ambientes más óptimos para que las personas LGBT seamos más felices o, al menos, tengamos una menor tasa de suicidios y drogodependencia.

Pero claro, decir las cosas así no hace que tus artículos despierten polémicas y sean viralizados.

Sin embargo la Hobbes parece no haber pensado que su artículo puede servir para que la próxima vez que elijamos culpar al ambiente, a las musculocas o a las ambienteras afeminadas de nuestros fracasos a la hora de levantar, reflexionemos un poquito sobre quién tiene realmente la culpa de ese fracaso y -por ende- de quién tiene la culpa de nuestra propia depresión y soledad.

Buscar chivos expiatorios no soluciona el problema, sólo nos saca la bronca por un rato.

Y si los gays intentáramos ser una comunidad donde realmente seamos solidarios entre nosotros en vez de clavarnos un cuchillazo por detrás cada vez que algo de otro gay no nos gusta o nos hace sentir mal, estaríamos realmente unidos y seguramente muchas locas depres se sentirían menos solas.

Y entonces le cerraríamos el culo a las imbéciles útiles al sistema como la Hobbes, que se vería obligada a titular sus ensayos como Togheter In Company, o algo así.

Pero claro, es más divertido acuchillarse y echarle la culpa al ambiente, a las musculocas y a las afeminadas de que nos sentimos deprimidas, despreciadas, solas y abandonadas por aquellos mismos a quienes despreciamos, abandonamos y consideramos alcoólicos/drogadictos/sidosos, etc.

3 comentarios:

  1. Esto, a pesar de haber sido publicado hace casi 365 días, es tan acertado y certero como si se hubiera publicado hoy. Que lastima que no hays seguido publicando. La tuya es una de las voces que me gustaría oír .

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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