En un revolucionario intento de
luchar por la diversidad y combatir la homofobia la DC comics, la empresa que
“inventó” a los superhéroes allá por la infame década del 30, anunció en 2012 que
uno de sus superhéroes más importantes saldría del closet y asumiría su
homosexualidad públicamente, delante del correctísimo Superman, el caracúlico Batman,
el burlón Guasón e incluso de los mismísimos fans de los comic books, que, por alguna razón hasta ahora sociológicamente
inexplicable, son -en una gran mayoría- varones heterosexuales (al menos, de
palabra).
Los cínicos de siempre se
apresuraron a señalar que sólo éso les faltaba inventar a los directivos de DC
comics para llamar la atención de los medios sin necesidad de aumentar los
gastos por publicidad, mientras algunas locas luchadoras pertenecientes –o no-
a los movimientos LGTTB, expresaron su conformidad (¿conformismo?) con la idea
de que haya un personaje gay leído (y quizás imitado) por niños y adolescentes
de EEUU y algunos países de su esfera económica.
Saliendo de la aburridamente
repetitiva discusión ética de motivos y razones, lo cierto es que para algunos fans
de los comics la noticia generó cierta preocupación.
Claro que cabría preguntarse,
como sabiamente hizo Homero Simpson una vez, si a alguien debería importarle lo
que piensan los fans. Más aún cuando son una manada de gordos barbudos con
ojotas que se la pasan en internet con una mano en el mouse y la otra en la
pija, la coca y/o la porción de pizza.
Pero importen o no las opiniones
de los lectores de comics, la noticia generó cierto revuelo que un año después
todavía no termina en algunos threads de comentarios que nadie lee. Incluso
cuando ya las ventas del personaje en cuestión siguen igual que siempre, el
debate sobre si un personaje de comic puede y/o debe ser gay, continúa.
Preocuparse por la orientación
sexual de un personaje que no existe puede parecer incluso más estúpido que
preocuparse por la orientación sexual de un personaje que sí existe. Es decir,
quizás valdría más preguntarse si Tom Cruise o John Travolta se la comen o no
en vez de preguntarse si Batman y Robin hacen tríos con Alfred o si la Mujer Maravilla realmente vivió
toda su adolescencia en una isla tropical poblada sólo por mujeres con armadura
sin hacer una tijereta ni en sus clases de lucha amazónica en el lodo. Igual,
por supuesto, también hay gente que se encarga de preguntarse sobre la
sexualidad de las personas reales.
Incluso hay gente que vive de ello, qué le
vamos a hacer.
Pero cuando uno piensa que muchos
niños crecen jugando a que son Superman o Batman, la cosa cambia un poco y
entonces algunos empiezan a pensar si realmente esos tipos musculosos con capa son
buenos modelos a seguir cuando empiezan a representar o encarnar ideas no
tradicionales.
Porque claro, mucho no importa
que un superhéroe de comic sea violento, machista, agresivo, incluso asesino,
pero que sea puto es otra cosa, porque, con la misma lógica de Vladimir Putin,
muchos creen que está bien que los niños puedan ver violencia pero no que vean
homosexualidad.
Y ojo, que lo que menos quiero es
que los superhéroes dejen de ser violentos, machistas o lo que sea. Sólo me río
(o me entristezco) con la hipocresía miope de siempre que tienen los
homofóbicos, que encima a veces parecen hasta convencidos de que prohibiendo
algo van a lograr que desaparezca. Porque una cosa es usar ese argumento de
pretexto para matar o perseguir gays, como hacen en Rusia, Irán y cia. algunos
oportunistas con pretensiones de neonazis, pero otra cosa es realmente creer
que tamaña huevada sea cierta, como parece ser que creen algunos conservadores.
Y pensar que, aunque tantos fans
del comic actual se llenan la boca con eso de proteger las tradiciones y la
moralidad, a los mismos comics de superhéroes les tocó su caza de brujas en su
momento (pero, por supuesto, ninguno de ésos giles aprendió nada ni así). En la
década del 50 el senado yankee armó flor de kilombo contra las historietas
gracias sobre todo a las hoy increíbles -y hasta jocosas- investigaciones del
doctor Wertham y, para calmar las consciencias, fundó un organismo de censura
que convirtió a las historietas en soporíferas aventuras sin la menor alusión a
sexo, drogas, violencia, sangre, etc., justo cuando la televisión comenzaba a
instalarse en los hogares restando horas al tiempo tradicional de lectura de
niños y adultos.
Por supuesto, la censura no duró
mucho y pronto los superhéroes comenzaron a luchar con narcotraficantes y
proxenetas además de los siempre simpáticos extraterrestres y científicos
locos, hasta llegar al punto de convertirse ellos mismos en violentos
vigilantes de tétricas ciudades que harían parecer a la insegura Buenos Aires de
la que tanto se quejan los caceroleros una feliz aldea pitufa.
Y así, un poco rezagados pero sin
poder evitar seguir el signo de los tiempos- los comics llegaron al punto en
que un superhéroe puede ser gay.
Tampoco es que sea la primera vez
que hay un personaje gay en los comics. Del lado de los “malos” estuvieron
siempre. Del lado de los buenos, sin declararse, hubieron también algunos. Y ya
en la década de los 80 comenzó el tema a tratarse desde diversos ángulos, con
un poco más de objetividad o, al menos, a visualizarse: la primera vez que
Batman salió a combatir el crimen fue derechito -como haría cualquiera que se
planteara ser Batman- a la zona roja de ciudad Gótica donde terminó agarrándose
a piñas con un par de travestis en lo que, sin saberlo, también fue su primer
encuentro con Catwoman (rarísimo que un travesti fuera siquiera DIBUJADO en un
comic, aunque fuera del lado de los “malos”).
Poquito después, con un enfoque
un poco más comprometido (bastante pobre para los cánones de ahora pero
revolucionario en su época) Flecha Verde persiguió a una banda de “mataputos”
en Seattle (primera vez, que yo sepa, que un superhéroe defendió a los gays).
Pero ésos son ejemplos
prehistóricos, obra de artistas de vanguardia como lo eran Frank Miller y Mike
Grell en ése entonces. En los 90 y, por supuesto, en el nuevo milenio, se
visualizó el tema mucho más. De hecho, la Marvel comics se adelantó con la salida del
closet de varios de sus personajes aunque, que yo sepa, de mucho no le sirvió.
Entonces ¿porqué luego, en 2012,
después de tanta agua bajo el puente, saltaron tantos guardianes de la moral y
las buenas costumbres a espantarse por el anuncio de DC?
Porque ahora, al parecer, la cosa
era distinta. Porque se trataba de volver gay a un personaje “mainstream”.
Es
decir, a un personaje de los más importantes, de los clásicos, ésos que se
publican mes a mes, desde un poco antes de la Segunda Guerra Mundial y que
siguen encantando a nuevas generaciones.
O sea, a casi nadie le importa si
BatWoman (una equis total) es torta o NorthStar (otro equis, y no solo por ser
de los X Men) se casa con su novio.
Pero que alguno de la Liga de la Justicia, de ésos que se
sientan en la mesa redonda que flota en un satélite vigía para luchar por la
justicia, la verdad y el modo de vida americano, salga del closet, es una
noticia un poco más bomba.
¿Y a quién le tocó? Tengo que
confesar que mis apuestas estaban con Aquaman...o sea, un rubiecito que se hace
el macho sobrador con barba, un garfio en vez de mano y duerme con los peces en
vez de aprovechar la onda que tiene con Wonder Woman da para pensar cualquier
cosa.
Pero debería haberlo pensado un poco mejor. El más indicado era Green
Lantern, por supuesto.
Y no, no porque sea fácil cambiar
Green por Gay, o porque tiene un “anillo de poder” (lo cual hubiera sido más
que suficiente) sino porque era el personaje idóneo desde todo punto de vista.
Para empezar, no hay un solo
Green Lantern, hay cientos. Miles. En todo el universo.
Resumiendo la historia
(pedorrísima), los Linterna Verde son una especie de policía intergaláctica que
combaten el mal en todo el universo. Hay Linternas Verdes en todos los tiempos
y lugares, de todas las razas, sexos, credos y edades. A cada uno le es
asignado un sector del universo para actuar como defensor del bien. Y la
tierra, por supuesto, es uno de los lugares donde hay Linternas Verdes.
Ya con esa premisa era fácil
pensar que, en medio de tantos locos diversos sueltos en el universo entero con
anillos de poder, alguna vez tenía que tocarle a alguna loca defender a su
planeta o sector de la galaxia o lo que sea.
De hecho, en nuestro planeta,
hubieron varios Linternas Verde… ¡Incluso uno fue negro! Por ende, resultaba
fácil hacer gay a Green Lantern, ya que, si el personaje no funciona se lo
cambia por otro, como han hecho siempre.
El primer Linterna Verde de la
historia se llamó Alan Scott y peleó en la Segunda Guerra Mundial con capa
con cuellito, antifaz y pantalones ajustadísimos (¡cómo no se dieron cuenta
entonces!).
El segundo se llamó Hal Jordan y es
el que más conocemos visualmente los que fuimos niños en la década del 80 ya
que fue el utilizado en dibujos animados y figuritas.
(Sorry, Hal, imposible no poner ese encuentro con Batman en un blog gay)
Después, entrados los 80,
vinieron John Stewart, el primer Linterna Verde negro (con su esposa que
también era negra y tenía su propio anillo), Guy Gardner, un ex paciente mental
con doble personalidad (a veces es Rambo, a veces es Ned Flanders) Kilowog y
Arysia (unos extraterrestres horrendos que nunca supe porqué se vinieron a la
tierra) y, ya en los 90, Kyle Rayner, artista gráfico y dibujante de
historietas –nada menos- con mucha más imaginación que los otros para usar el
anillito, supuestamente.

Fue durante las andanzas de Kyle
Rayner como Green Lantern, en la segunda mitad de los 90, que se introdujo el
personaje de Terry Berg, un pendejito rubio, lampiño de cola redonda (un pasivo
Belami, digamos) que se enamora de Kyle y trabaja como su asistente personal. Aunque
lamentablemente nunca pude leerlo de primera mano, los guionistas crearon una
interesante relación entre ellos: la del típico gay inexperto y jovencito
enamorado de un “artista” hetero que medio lo ningunea, medio le presume, medio
lo usa.
Los guionistas explotaron este subplot al máximo en un episodio que
hasta fue galardonado con premios GLBTT donde Terry era golpeado casi hasta
morir por un par de matones homofóbicos y Kyle no llega a tiempo para ayudarlo.
En ese momento, justo igual que ahora, estaban re de moda los llamados
“crímenes de odio” (mejor dicho, estaba de moda hablar de ellos), así que
quedaba justo (qué bien nos vendría un Green Lantern en Rusia ahora).
Pero bueno, aunque Kyle Rayner,
artista-sensible-neoyorquino-con amigo gay y barbita sexy hubiera parecido el Linterna
más indicado para decir “me la como y qué”, de todos los Green Lanterns la DC escogió al primero, al
original, a Alan Scott, para que cambiara el verde por el arco iris (y me
alegro, porque lo de Kyle hubiera sido muy Will & Grace).
La cuestión es que el tal Alan
Scott tiene una historia larguísima (unos 70 años, nada menos) desde su primera
aparición durante la segunda guerra mundial. Pero, ahora, en el siglo XXI, la DC decidió relanzar por enésima
vez la historia del personaje desde cero. Ya saben, los personajes de comics
nacen, mueren, se reencarnan, se exilian a otra dimensión y vuelven al futuro o
al pasado o al presente con otra edad, otro traje y –quizás alguna vez- otro
sexo. Aparecen versiones del mismo personaje que viven en tierras paralelas (de
hecho, Hal Jordan era al principio una especie de versión más moderna de Alan
Scott pero que vivía en otra tierra).
Y éste es, entonces, un nuevo
origen para Green Lantern, que ahora es de nuevo Alan Scott, sólo que gay.
Pero algo que pocos saben
(incluídos muchos de los actuales fans de comics) es que antes, a principios de
los 60, Alan Scott se casó en secreto con Rose/Thorne (Rosa/Espina), una
extraña mujer con dos personalidades (una mala y una buena) que terminó
abandonándolo en su luna de miel por miedo a que su personalidad mala (La Espina, claro) lo
matara. .
Por supuesto, como en toda buena
novela, después de abandonar a su hombre, Rosa/Espina se enteró que estaba
embarazada de él y tuvo dos gemelos, un nene y una nena, que en el futuro
serían los gemelos Jade y Obsidian.

Pero de nuevo Rosa/Espina (no me digan que
no queda como telenovela mexicana) decide abandonarlos por miedo a matarlos y
los da en adopción a dos parejas diferentes, por lo que los gemelos crecen
separados. Jade (Jenny Lynn Hayden) crece en un hogar clase media prototípico y
se convierte en una jovencita ochentosa piola y charlatana de piel verde que
sueña con ser actriz y q posee los mismos poderes de su padre (aunque sin el
anillo) mientras que Obsidian (Todd Rice) crece con un padre alcohólico con el
que se lleva para el culo (el abuso –no sexual- queda sólo sugerido) y llega a
ser un pibe taciturno y melancólico con el poder de convertirse en sombra y
–más interesante- de obligar a las personas a enfrentarse con la oscuridad de
su propia alma.
Es decir, que si Obsidian te toca con su sombra te ves forzado
a verte tal cual sos y enfrentarte con todo aquello que no te gusta de vos
mismo y que negás, aquello que llevás siempre oculto “en las sombras” de tu
alma. Buuu.

No es que éste sea un concepto
muy original. De hecho, hoy en día está gastadísimo. Pero lo interesante es que
Obsidian/Todd Rice, mucho tiempo después de aparecer mensualmente en la revista
Infinity Inc a mediados de los 80., de tener algunas esporádicas apariciones en
diversos títulos, de probar un tiempo como supervillano y de ser, en los 90, un
miembro de la Liga
de la Justicia,
terminó entrando al nuevo milenio encarando su propia oscuridad y salió del
closet, poniéndose de novio y todo con un tal Damon Matthews en la revista
Manhunter (sí, significa lo mismo pero no tiene nada que ver con la página de
Manhunt). Digamos que tardó más o menos 20 años en asumirse, aunque sólo
parezca haber envejecido 20 meses (¡ojalá fuera así la vida real!)
Así que, por si parecía poco que
Linterna Verde sea gay, hay que decir que el hijo del Linterna Verde gay era
gay antes que su padre fuera gay. Es un poco difícil de entender porque la
“continuidad” de los comics es más complicada que la de Dinastía y Los Simpsons
juntos.
Digamos que, en una primera
continuidad, cuando Alan Scott era el Linterna Verde original (no gay), tuvo un
hijo gay (Obsidian, llamado Todd Rice por su padre adoptivo). Ahora, en la
nueva continuidad, Alan Scott es Linterna Verde y es la nueva estrella gay del
universo DC mientras que Obsidian, al parecer, sigue saliendo con Damon (el
chico que conoció en Manhunter, qué mal suena) aunque todavía no sé si van a
cambiarles la relación o qué han hecho porque hace tiempo que no leo nada.
De todas formas, lo interesante
de todo ésto es que, sin quererlo y sin saberlo, la DC comics publicó durante años
-concretamente desde 1983 hasta 2004- la historia de un gay tapado no asumido con
tantas coincidencias con las locas tapadas de la realidad que hasta asusta.
Marc Andreiko, el escritor de
Manhunter, dijo que se le ocurrió hacer gay a Obsidian porque leyendo sus
aventuras pasadas notó que “nunca le había ido bien con ninguna chica”. Pero
podría haber ido más lejos y notar que Todd no sólo “arruinaba” sus “citas” con
mujeres sino que se conducía por la vida como un típico gay tapado y resentido
cuya principal misión en la vida parecía ser amargarle la existencia a los
demás. De hecho, ése era su superpoder. El tipo podía con total tranquilidad e
impunidad mostrarles a los otros lo que se negaban a aceptar de sí mismos
mientras él andaba por la vida negando su propia sexualidad.
Cuando Todd era miembro del grupo
Infinity Inc (una juntanga de hijos y protegidos de los superhéroes originales
de la Segunda Guerra
Mundial), el guionista Roy Thomas (su creador) lo convirtió en el “chico malo”
del grupo. En Infinity estaba Hector Hall (Silver Scarab) hijo del Hombre y la Mujer Halcón originales, un
rubio fachero de ojos celestes, con las 6 abdominales marcaditas, estudiante de
medicina, forrado en guita, con algunos discursos de yankee republicano y que,
por supuesto, chocaba con Todd continuamente. Hector y Todd tenían una relación
más o menos copiada de la de Cyclops y Wolverine en los X Men, aunque sin la
competencia por la misma mina, ya que aunque
Hector estaba de novio nada menos que con la despampanante Lyta Trevor
(Fury) hija de la Mujer Maravilla
original (¡nada menos!) Todd no sentía ninguna atracción por ella. Sólo odiaba a
Hector porque era un rubio con guita.


Pero, haciendo una lectura un
poquito más sutil aún de aquellos inolvidables comics excelentemente
guionizados por Thomas en su mejor momento y con los dibujos del por aquel
entonces novato pero originalísimo Todd McFarlane (el creador de Spawn ¡nada
menos, again!) podríamos hasta decir que Todd (Todd Rice, no McFarlane) estaba
caliente con Héctor. Y cuando digo caliente me refiero a que se moría por
chupársela a Héctor pero como no se atrevía a admitirlo reaccionaba
asquerosamente contra él buscándole roña, contradiciéndolo, rebajándolo,
sacádole el cuero, dándole piñas de vez en cuando y también, por supuesto, como
buena loca ciclotímica, pidiéndole perdón, reconciliándose con él, ayudándolo
con el traje, tapando rayos que iban contra él, etc.
Una verdadera novela gay que si
yo, a mis 14 años –cuando leí por primera vez Infinity -, hubiera sido un poco
más avispado, habría disfrutado mucho más. Pero claro, en aquella época todavía
no sabía ni lo que era una loca tapada.
Y si alguna loca romanticona está
pensando en ponerse a leer Infinity en 2013 sólo para comprobar mis teorías, le
recomiendo que no lo haga, porque después de este bien contado y hermosamente
dibujado histeriqueo entre el hijo de Hawkman y el hijo de Green Lantern, todo
se va al carajo pero en serio. Héctor es asesinado, (creo que por un dios
egipcio o algo así) y su espíritu se va a vivir a la dimensión de los sueños
donde también irá Lyta y tendrán un hijo en el reino de Sandman (sí, el de la
canción de Metallica) pero luego Sandman les robará el hijo y Héctor
desparecerá mientras Lyta se vuelve loca (en una fabulosa y colgadísima
historia escrita por Neil Gaiman, nada menos al cuadrado) y volverá a ser
resucitado como el nuevo Dr Fate con el hijo de ambos como nuevo Sandman...


...mientras que Todd andará histeriqueándole a Nuklon (un pelirrojo musculoso de
2, 25m de alto) hasta volverse “malo” y “curarse” de su maldad, para volver otra
vez con Nukloncito a la Liga
de La Justicia
, (que por entonces lideraba Wonder Woman, lo cual seguramente contribuyó a que
Todd sintiera un poco de “girl power” y se inspirara para salir del closet) y
enamorarse finalmente del mencionado Damon Matthews, un personaje secundario en
Manhunter, con quien viviría (y hasta donde sé, sigue viviendo) una relación de
pareja abierta y desprejuiciada al estilo Manhattan (y que ¿paradójicamente? se
parece mucho a Héctor).
Sí, así son los comics. Y éso que
sólo resumí lo principal.
Como último dato, cuando Todd
andaba en la liga con Wondy, Nuklón, que siempre encarnó al típico grandote
sencillo, honesto y pelotudo, le preguntó con toda su inocencia si era gay. Y
Todd respondió: “¿porqué esa manía de etiquetar?”.
Cartón lleno.
Yo nomás le hubiera agregado el
“¡ay!” al principio de esa frase tan querida por las locas en proceso de
asunción.
La cuestión es que Obsidian/Todd
Rice, a pesar de ser un personaje interesante de por sí y de haber sido
guionizado y dibujado por algunos de los grandes autores del comic book
norteamericano durante los últimos 30 años, fue siempre un personaje de
segunda. Con bastante carisma para ser uno de los Infinitors más queridos y
reciclados, pero de segunda al fin.
Ahora le toca a su papá ser el
gay de la DC
comics. Todavía no he leído nada de la nueva carrera gay de Alan Scott. Sólo
espero que tenga la suerte de ser guionizado por algún nuevo Miller o, aunque
sea, un nuevo Thomas, para que esté lejos tanto de la moralina políticamente
correcta como de la rebelión queer vacía.