miércoles, 21 de julio de 2010

Esas cosas que cree la gente



Los heterosexuales suelen creer cosas muy raras sobre los gays.


Algunos piensan que las locas tenemos el armario lleno de consoladores, borcegos y látigos de cuero. Otros creen que apenas llegamos a casa ponemos Gloria Trevi a todo volumen y practicamos coreografías con tacos altos.


Y no faltan los que creen que somos todos drogadictos, ateos, satanistas y que nos reunimos en sótanos clandestinos para planear cómo destruir la institución matrimonial y discutir ideas de perversos agitadores, como Marx, Foucalt o Nietzche (o, en su defecto, Madonna, Britney y Shakira).


Y, por supuesto, creen que todos los gays tenemos Sida.


Y no me refiero sólo a los heteros que jamás en su vida tuvieron contacto con gays o con el mundillo gay. También incluyo a los heteros que conviven con locas, que tienen parientes y/o amigo/as gays, que salen a lugares gays o que incluso a veces terminan en la cama de un gay, etc. Creen lo más fácil porque les da vagancia ver cómo es la cosa en realidad.


Los heteros suelen creer que tenemos costumbres y pensamientos casi alienígenas venidas de Plutón a pesar de que también tomábamos mamadera, jugábamos al pac man y veíamos cada producto que defecaban (y defecan) Tinelli y Cris Morena en la tv argentina.


Pero existe una creencia sobre los gays entre los heteros (sobre todo los hombres heteros) que es la más terriblemente equivocada de todas: Los heterosexuales creen que los gays nos pasamos la vida teniendo sexo.


Creen que cada día nos levantamos al lado de alguien (que puede ser nuestra pareja o no) y tenemos un mañanero con lagañas y mal aliento. Después salimos de casa y le hacemos un pete al portero, al vecino, al taxista y/o a cualquier chongo que pase por la calle y tenga unos minutitos. En el trabajo seguro hacemos chanchadas en el baño o en la terraza con el cadete y/o, con suerte, con el jefe. En el almuerzo capaz que nos juntamos rapidito con algún huesito que también tiene hora sandwich. A la salida nos vamos a un cine porno o a un sauna a seguir cogiendo como conejas ardidas hasta que llega la noche y nos vamos al parque o alguna plaza oscura a petear negros o nos metemos al chat para armar una orgía en algún depto de Nueva Córdoba o Alberdi. Y por supuesto, en la vuelta a casa seguro pasamos por un kiosco 24 horas que atienda algún chongo aburrido para comprar puchos y ver si fumamos un poco más.


Como broche final a todo ésto, un catoliquito argentino quizás diga “sí, y después llega a su casa, se mete a su cama y llora hasta al amanecer por la vida vacía que lleva”, como si alguien tuviera fuerzas (y, sobre todo, ganas) para llorar después de un día así.


Y, para ser justos, también hay gays que tienen esa idea sobre la vida de las otras locas. Sí, también hay locas que odian la promiscuidad. De hecho, está lleno. No sé si será envidia, o miedo a ser así o que se traumaron con el video de Bad Girl de Madonna, pero se la pasan criticando a las locas que cogen todo el día y “sólo piensan en sexo”.


Pero ¿existen realmente esas locas?


Yo creo que existen las locas que intentan tener esa vida, pero debe ser una en un millón la que realmente lo logre en serio.

¿Sino porqué hay tantas locas quejándose de los histéricos, los creídos, los que se hacen las estrellas, etc?


Y miren que he conocido muchas locas putonas que realmente se despiertan y se acuestan pensando en pijas. Pero una cosa es desear y otra es intentarlo. Y una cosa es intentarlo y otra lograrlo.


Hay algunas locas que realmente invierten entre un cuarto y la mitad de su tiempo diario en shirar, chatear, saunear o cualquier actividad que signifique buscar una pija. Pero, generalmente, lo que consiguen es un pete mal hecho debajo de un árbol meado en el río o en el cubículo oloroso de un baño público (si es que antes no las asaltan o les clavan una navaja por chorearles la campera o los zapatos). Y, con suerte, tienen una cojidita rápida y silenciosa en alguna cabinita pegajosa y chorreante de sauna o cyber (si es que justo el día que van hay gente y, sobre todo, gente nueva con la que no hayan cogido ya).


Es decir, lo que logran al final es tener un sexo de mierda: rápido, anónimo e inconcluso en lugares hediondos y aumentar aún más su desesperación por más pijas.


Y salvo que tengas el fetiche de tener esa clase de sexo, no es realmente una forma muy satisfactoria ni plena de llevar la sexualidad, además de los riesgos que significa.


Pero claro, el hombre es calentón. Según dicen, más calentón que la mujer (...). Cuando quiere ponerla (o que se la pongan) nada importa. Y ahí está, para mí, la verdadera diferencia entre el hetero y el gay, que es simplemente económica. El gay caliente puede ir a buscar sexo a todos esos lugares –la mayoría gratuitos o baratísimos-, aunque no lo encuentre o encuentre sexo de mierda o un par de pendejos llenos de paco que le tajeen el cuello. Al hetero caliente no le queda otra que buscar una prostituta (o dignarse a coger aburridamente con su mujer, si la tiene; y tampoco éso es gratuito).


Sin embargo, tanto ir a coger a la plaza o al sauna como ir a coger a una prostituta siguen siendo simplemente cosas que se hacen para “sacarse la leche” y nada más. Es difícil que disfrutés como loco en esas situaciones. Y ojo, no digo que no pueda haber excepciones. Quizás tenés suerte y te perforan de lo lindo contra un Eucaliptus en el parque o te succionan hasta la bilirrubina en la ducha de un sauna y volvés a tu casa flotando de felicidad. Quizás terminás aullando de placer dentro de algún auto con los vidrios polarizados o humedecidos. Quizás abrís la cortinita chirriante de la cabina de algún cyber de 1,50 la hora y te encontrás a tu príncipe azul sentado y pajeándose con una porno y a los meses están los dos casados y viviendo en Amsterdam con un pequinés, una gata siamesa y dos tiernos africanitos adoptados.


Pero, pongamos los pies en la tierra un rato y digamos la verdad: la mayoría de las veces es puro sexo primario, animal y nada más. Rapidito y sin imaginación.


¿Y qué hay del sexo con ganas, con sentimiento, con pasión? Ese sexo que se tiene con alguien que lo ves y sentís que te derretís. Es decir, el sexo con una persona a la que deseás y no con un agujero o un pedazo de carne erecta que pasan justo cerca tuyo en la semioscuridad o por los que pagás.


Y bueno, para tener sexo así hay que estar enamorado y, sobre todo, tener tiempo. Y ahí la tenemos difícil todos, seamos heteros, locas, tortas, travas, etc.


De todas formas, si vamos al sexo animal, al sexo que se tiene por pura calentura momentánea, tampoco es tan fácil entre los hombres, por más que seamos tan calentones como supuestamente somos.


Los heteros creen que vemos a alguien que nos gusta en el boliche (o en el trabajo, en la escuela, en la familia, en la calle, etc), nos miramos un rato y vamos a los bifes de una. Ellos, en cambio, tienen que hacer un ritual de acercamiento a la mujer, decirle chistes y piropos, invitarla a tomar algo, fingir que son tiernos, que buscan amor eterno y, sobre todo, que tienen plata. Y todo eso quizás sólo les sirva para una tranzadita esa noche y quedarse esperando el premio mayor unos días hasta que la mina decida que pasó un tiempo suficiente para no quedar como una puta entregada.


Y sí, a la mujer le queda bien jugar la carta de hacerse la difícil. O, al menos, se lo acepta como algo normal.


El tema es que hay locas que son más mujeres que las mismas mujeres.


Es cierto que entre los gays suelen faltar esos rituales tan largos y fingidos. Aunque alguna loca te puede invitar a tomar algo pero, salvo que sea un viejo desesperado, el invitar no implica que te va a pagar lo que consumas sino simplemente ir a un lugar más tranqui para charlar y averiguar si hay lugar para coger, los roles, etc. A la hora de pagar la cuenta, se va a medias. De nuevo, la diferencia es sólo económica.


Pero aunque falten esos rituales, no es tan fácil levantar y coger de una, como creen algunos que pasa entre los gays. Hay infinidad de locas que parecen unas putonas bárbaras que se van a coger a medio mundo en una sola noche, pero resulta que después ponen su mejor cara de petera y dicen: “Este es mi número, nunca tengo sexo en la primera cita. Llamáme mañana”.


Probablemente, el tiempo que hay que esperar para que una loca se entregue es mucho menor al tiempo que hay que esperar a una mujer. Sin embargo, que hay locas histéricas (y me refiero a histéricas en serio, no a las que rechazan tipos por feos, gordos, viejos, etc.) las hay. Que hay locas que no se entregan hasta que no las llevás 7 veces al cine y 14 veces a cenar, las hay (aunque se pague a medias). Que hay locas que no hacen un pete hasta que hablan del tema 7 veces en terapia y 14 veces con la mejor amiga, las hay.


Y lo peor de todo, es que ésas suelen ser las locas más lindas. Y claro, nadie le haría el filo así a un feo. Salvo, claro, que tengas gustos alternativos (aunque, en ese caso, seguro que no tendrías que esperar tanto tiempo).


Pero a pesar de toda esta demostración, tengo un amigo hetero que, cuando ya tiene más de dos fernet encima y me ve por ahí en algún cumpleaños o reunión, empieza, como disco rayado: “Ustedes son unos culiados, viven cogiendo. Nosotros tenemos que estar días haciéndole el filo a alguna para que se entregue. Ustedes van y cogen de una”.


Y yo le repito lo de siempre: “¿Vos te creés que si los gays fueran así de coger de una yo estaría acá escuchándote a vos?”.


Y entonces él me dice: “¿Pero porqué no son así si son todos hombres? O sea, un hombre cuando quiere coger va y encara, sea puto o no. Yo cuando veo una mina que me gusta voy de una, no me importa que me mande a la mierda después”.


Y yo le digo lo que él quiere escuchar siempre: “Será que no es cuestión de ser hombre sino de tener autoestima suficiente”.


Y entonces él dice, todo contento y autosuficiente: “¡Ahh!”.


Pero, para no molestarlo ni atacar su amor propio, nunca le digo que hay cierta diferencia entre la autoestima y la caradurez. De todas formas, las dos tienen más levante que la histeria, seguro.


Aunque también habría que considerar qué calidades levanta cada cosa.

jueves, 15 de julio de 2010

Otro 14 de Julio


Ayer fue otro 14 de Julio propicio para la Libertad, Igualdad y la Fraternidad.

Lástima que no tenemos guillotina, porque varias personas hicieron méritos para ser llevadas al cadalso. Aunque no me imagino a Bergoglio o a Mirtha Legrand con el glamour de María Antonieta para subir la escalerita del patíbulo pero, nenes, la pidieron a gritos.


Igual, no importa, ganó el SÍ a la igualdad y el NO a la discriminación. Eso debería ser todo lo que importa.


Al menos por un tiempo, mientras celebremos, mientras nos vistamos con el arco iris y vayamos a festejar por ahí con toda la onda y todo el alcohol, justo en épocas de exámenes y de comienzo del semestre nuevo.


¿Y después? A casarse los que quieran, claro. A adoptar, a formar familias, a tirarles en la cara a los homofóbicos sus prejuicios y sus enfermedades siendo felices en sus narices. En una palabra, a amarse.


Pero ojalá nadie se olvide lo que fue la sesión de ayer en el senado. Realmente un espectáculo de no creer. Las cosas que se dijeron, los argumentos que se usaron, tanto a favor como en contra, revelan que, a pesar de tanto progresismo logrado, esa gente a la que votamos para que nos gobierne no tiene un pito de idea no sólo sobre la homosexualidad, sino sobre la realidad entera.


Hay excepciones, claro. Pero ¿teníamos que bancarnos 15 horas de escuchar sandeces, encima repetidas a cada rato? Parece que así es la democracia.


Cantidad de senadores que dieron una mini clase de historia de la homosexualidad ¿para qué? ¿para probar que siempre hubo gays? Lo que se discutía era darle derechos a una minoría, éso era lo único que tenían que debatir. ¿Les damos los derechos o no se los damos? Nada más. Pero hubo que escuchar que Alejandro se comía a Hefestión, que Saladino era medio-medio, que el pobre Oscar Wilde estuvo preso por homosexual, etc. Eso sin mencionar las reiteradas citas a Kant, Habermas, Engels, etc.


Bueno, bárbaro, querían demostrar que saben, que les importa el tema, que estudiaron, que son intelectualoides, que se basan en algo. Pero sólo una senadora, que yo sepa, María Eugenia Estenssoro, se refirió a una pareja de gays que ella conocía para ilustrar con una anécdota lo que es la situación actual de los gays. Porque no hay que irse a la Grecia clásica para entender a la homosexualidad, hay que mirar al costado nomás.Y, por supuesto, en nuestra era no estamos felices buscando por las calles efebos o señores grandes con barba. Para hacer eso, tenemos que ir de noche, sin que nadie vea, a lugares que no están muy lejos de ghettos o de prostíbulos como boliches, saunas, parques, etc.


Anyway, quizás algunos pensaron que mencionar a Wilde o Da Vinci les daba más fuerza para votar a favor del proyecto. Y apoyaron la igualdad.


Pero qué manía esa de hablar de los gays famosos de la historia. Yo también la tengo, pero no soy senador. Creo que los senadores deberían dejar un poco los libritos de antropología, historia y biología y salir un poco a hacer trabajo de campo en los diversos barrios de las ciudades que ellos legislan, donde pululan realidades mucho más ricas y más inmediatas que las que puede darnos un libro. Y no les digo que se metan a las villas miserias, si eso los asusta. Vayan a un country si quieren, pero vayan. Hablen con los gays, pregunten, interésense por ellos no sólo como un colectivo votante sino como argentinos que también son.


Me pregunto cuántos de esos senadores tendrán contacto con personas o lugares gays. Seguro que muchos, aunque la verdad, tener contacto no es lo mismo que conocer.


Eso lo dejó clarito Rodríguez Saa, quien, según sus palabras, respeta mucho a los homosexuales y está en contra de la discriminación, pero igual vota para que el proyecto ni se discuta. Y claro, como no puede decir “me dan asco los putos” como argumento, se agarra de lo único que podían usar los homófobos, “no se discutió con suficiente tiempo la norma de la unión civil”.


Ya está, chavón. La votación era por el sí o por el no. ¿Vos querías más tiempo, más debate? Cagáte, tuviste tiempo, tuviste debate. Ahora la votación es por el sí o por el no. Si tanto querés y respetás a los gays y tanto odiás a la discriminación, hubieras votado por aprobar el matrimonio. Era la única opción posible para alguien que realmente pensara así. Y no la tomaste. O sea, ¿qué creés, Rodriguez,Saá, que somos los mismos boludos que se creen los cuentos de Bergoglio sobre el diablo? Las palabras bonitas no sirven si no se las acompaña con actos que las hagan valer.


Igual ni Rodríguez Saá ni ninguno de los otros homófobos que desfilaron por el senado ayer le llegan a los talones a ese esperpento político que es la senadora Negre de Alonso.


Pobre mina. Se hizo un videito tendencioso que despertó sonrisas ahí nomás y protestas muy justificadas de otros senadores. Juntó 700 mil firmas en contra del proyecto ¿para qué? No tienen valor de consulta popular, de plebiscito, de nada. O sea, usó la plata que le dieron para juntar 700 mil firmas al pedo. Y como bien le dijo la senadora Morandini, el derecho no depende de la mayoría sino de la universalidad.

Pero esta señora oxigenada sólo quería contar que anduvo por un montón de provincias, con el mejor espíritu federal, charlando con abuelas y madres de familia preocupadas por el tema. No sé cuántas veces se felicitó a sí misma y a sus compañeros de comisión por su trabajo, que al final no sirvió para ocote.


Para colmo, la pobre estúpida interpretó, con su cola de paja, que le dijeron nazi. Nadie te dijo, nazi, nena, sólo dijeron que una de las fórmulas legales que tanto defendés es propia de una ideología nazi. Pero ahí nomás saltaste a gritar como loca en medio de la cámara y después....te largaste a llorar!!!!


O sea, si a mí me dicen nazi, puedo pasarme horas discutiendo si está bien que me lo digan o no. Pero ni una lágrima me van a sacar porque sé muy bien que no lo soy. Esta, en cambio, no está tan segura.


Pero que se quede tranquila, porque ni nazi llega a ser. Es sólo una pobre retardada a la que le meten ideas en la cabeza y cuando le impostan en la cara la obtusidad de sus ideas no sabe defenderse y llora. Lo terrible es que esta tarada que sólo sabe defenderse diciendo “la objeción de conciencia la tienen en Bélgica, Suecia y 6 países más” (qué casualidad, igual que el matrimonio gay ¿porqué no copiamos todo, ya que estamos copiando?) es senadora.


Y bueno, al menos perdió.

Y con ella perdió la Iglesia Católica, que hace años que viene perdiendo fieles, plata y, por suerte para todos, representatividad. Porque hasta senadores católicos criticaron al ahora impresentable cardenal Bergoglio que habló de guerra santa. De nuevo la pobre infeliz, enfundada en un fuxia berreta y con sus labios mal pintados que descomponían el cuadro, trató de defender la indefendible postura de la Iglesia, diciendo que esa expresión pertenecía a una carta privada del cardenal a las carmelitas. Y si era tan privada ¿Porqué nos enteramos todos de su contenido? ¿No debería monseñor Bergoglio pensar que esas palabras pueden ofender y causar dolor si salen a la luz? ¿Porqué no cuidó que quedara su ideología fascista oculta en las tinieblas de la institución, como siempre hacen?


Lo mejor fue que no hubo un sólo argumento válido en contra (que yo sepa). Se quejaron de que hubo poco tiempo para el debate, que el oficialismo usó todo el kilombo para hacer campaña, que había mucha presión externa, que el proyecto de la unión civil era mejor...pero nadie pudo decir (a pesar de que algunos se morían de ganas): “No hay que darles derechos a los putos” porque queda mal. Porque si decís eso, te serruchan la banca, y no sólo los gays.


Al menos éso se ha logrado. Ya no es políticamente correcto hablar mal de los gays, ya no está bien burlarse ni degradar. Ya no se puede discriminar tan fácil como hacían los milicos, los sacerdotes y otras autoridades en otros tiempos no muy lejanos. Si lo hacés, el costo político es grande. Y eso es un logro tremendo.


Porque ya no somos los putos, a los que se puede humillar, perseguir, torturar y usar de chivos expiatorios. O, más bien, seguimos siéndolo, pero ahora el que nos diga puto, tiene que pagarla. Al menos en la esfera pública.


En la cancha, en la barrita del barrio, en el aula del colegio y en miles de lugares más, nos seguirán tratando como a negros en el Apartheid con toda impunidad. Pero en el congreso de la nación, en la tele, en la radio, en los discursos, en todos los medios masivos, no.


Y esa es una primera conquista, bastante importante. Sobre todo hoy, que son los medios los que manejan la opinión pública y no los curas con sus biblias.


Ya sé que ésto viene de hace mucho, pero una sesión como la de ayer deja ese precedente bien firme y clavado frente a los rosarios y vírgenes que usan los intolerantes para justificar su odio, su miedo, su intolerancia, su bestialidad inhumana y, sobre todo, su ignorancia.


Una verdadera guillotina...virtual, como todo en ésta época, pero no menos filosa.

lunes, 5 de julio de 2010

La gente que nos odia


Estoy harto de escuchar a la gente decir “yo no odio”, "el odio está mal", "no hay que odiar", con aire de monje tibetano.


Aceptémoslo: los seres humanos odiamos. Todos odiamos a alguien, sino ahora, en algún momento de nuestra vida. Lo importante es ver qué es lo que uno odia. Y, sobre todo, quién nos odia.


Hay gente que es odiosa por naturaleza: pensemos en Pinochet, Bush o el Papa ¿No son absolutamente odiables? Siempre hay alguien a quien odiar: compañeros, profesores, celadores, parientes, vecinos, choferes de colectivos, kiosqueros, políticos, etc


Pensemos en nuestra etapa escolar ¿Qué mujer no odió nunca a la celadora putona que usaba minifalda bajo el guardapolvo? ¿Qué chongo no odió nunca a alguna profe de Inglés o Literatura? ¿Qué loca no odió nunca al profe de Gimnasia?


Si vas por la calle, también está lleno de odiosos. ¿Quién no odia al pelotudo que viene caminando por donde querés pasar vos y no se mueve? ¿Quién no odia a los teenagers que andan riendo como mogólicos y con 5 celulares distintos con el reggaeton a todo volumen? ¿Quién no odia a los perros que te ladran desde una reja y te hacen pegar flor de julepe (o, al menos, a los dueños de esos perros)?


En cualquier época del año se puede odiar, pero algunas fomentan más el odio que otras. La navidad es el mejor ejemplo. Ahí tenés que ver y sonreirle a la gente que más odiás en el mundo, a la cual evitás todo el año precisamente porque la odiás. Algunos cumpleaños y eventos impostergables también suelen ser buenos generadores de odio.


Pero esas son las cosas que todos odiamos. Lo interesante es ver las cosas y personas que solamente uno odia.


Por ejemplo, yo odio, detesto, desprecio y mataría a palos a Ricardo Arjona. Ya sé que no soy el único, pero hay gente que lo ama (por supuesto, también los odio).


También odio la primavera cordobesa, con su polvillo y sus alergias, odio a McDonald´s , odio la Pepsi, odio a los choferes del N3, odio a la gente que usa la palabra “paradigma” o que cita a Bourdieu cada dos por tres, odio la gente que deja sueltos a los perros por la calle, odio a los perros…bueno, podría seguir enumerando y seguro no terminaría nunca.


Pero, por más que sea divertido pensar en qué es lo que uno odia, lo mejor es pensar en quiénes son los que nos odian.


Porque hace bien, porque es nutritivo para el ego, porque sirve para conocerse mejor.


Y si uno se pone a pensar en la gente que nos odia, se llega a la conclusión de que no hay nada más lindo que ser gay.


Porque ¿quiénes odian a los gays?


Para empezar, los mismos gays. Pero no los gays alegres y felices de la vida, sino los reprimidos, los traumados y los amargados. Después están los diversos fanáticos del conservadurismo que aún sobreviven en el siglo XXI, como los católicos o los militares. Aunque no sé para qué hago tantas distinciones porque ¿cuánta diferencia hay entre un gay reprimido, un católico y un milico?.


Conozco algunos gays pseudo y super activistas que se enojan cuando en la tele sale alguna Doña Rosa diciendo que la homosexualidad es perversidad o algún cura figuretti que habla de cómo los gays atentan contra el proyecto de Dios. Y por supuesto, fulguran de rabia ante las marchas contra el matrimonio gay (que van a estar en boga hasta el 14 de Julio, al menos) y ahí nomás arman las contramarchas, con casi la misma cantidad de gente, a favor de la diversidad y la democracia.


No es que no respete el activismo, pero yo me relajaría. Porque no hay nada más lindo que ver que los que te odian son unos pobres diablos.

El día que una persona medianamente sana de cuerpo y alma me diga que odia a los gays, me preocuparé y pensaré en cómo defenderme.

Pero mientras sean los mismos fanáticos mojigatos y perdedores de siempre los que prediquen el odio, me quedaré tirado en mi sofá sintiéndome maravillosamente bien sólo por saber que mi persona los incomoda, los altera y los llena de odio.



P/s: Che, y hablando de activismo, ¿qué pasó con los que ayudaban a Haití? ¿Siguen mandando plata o ya no es top ayudarlos? Como ya los diarios no dicen nada del tema...

lunes, 21 de junio de 2010

La gente que no coge bien




Detesto a la gente que no coge bien.


Y no es tanto por el hecho de que me hagan perder un tiempo precioso que podría haber usado para estar con alguien que sí coja bien o para hacer cualquier otra cosa más gratificante que estar con una loca traumada que tiene miedo a besar o a tocar o a chupar, etc., o que no sabe mover su cuerpo ni aunque le pongas el nuevo cd de Lady Gaga.


Los detesto porque la gente que no coge bien sólo está en el mundo para arruinarles la vida al resto de la gente.


Yo comprendo que un adolescente sea un queso en la cama por falta de experiencia. Incluso a alguien puede resultarle atractivo un pendejo que no sabe nada y hay que enseñarle y entrenarlo. Pero que un tipo grande tenga miedo de tener sexo me parece patético, imperdonable y, sobre todo, peligroso.


El sexo asusta, seguro. Desde chicos nos asusta. Biológicamente es el lugar más sucio. Psicológicamente, es el lugar que hay que estar conteniendo. Socialmente, el lugar que hay que estar ocultando. Lindas situaciones como para no generar culpas, miedos, traumas y las más diversas parafilias.


Pero, loco, no estamos en el mundo para pasárnosla teniendo miedo. Y aunque el miedo no nos abandone nunca, tampoco nos excusa para hacer las cagadas que nos mandamos por no enfrentar situaciones mal llevadas a veces durante toda la vida.


A veces el miedo viene de cosas sencillas como, por ejemplo, el dolor físico. Muchas locas te dicen “busco sexo sin penetración” no tanto por trauma sino por miedo a que después les duela la colita o porque ya tienen un paquete hemorroidal de aquellos y no se pueden ni lavar muy fuerte.


También está el miedo al sida y a todas las demás enfermedades sexuales. Generalmente, la gente mayor de 30 años (es decir, los que fueron adolescentes en los ´80/90) suele tener pánico al sida por más que sepan perfectamente cómo cuidarse y por más que les expliques 100 veces que ya no es una enfermedad mortal.


Los pendejos de ahora vienen sin forro. Pero claro, a ellos no les metieron en la cabeza que el sida era un castigo infernal para los putos sino sólo una enfermedad crónica por la cual te condenás a pagar medicamentos de por vida (igual si tenés obra social, estás hecho).


Como sea, por miedo al sida y a otras cosas, hay locas que no besan, que no la chupan o la chupan con forro, que no se dejan coger, que abrazan con miedo, que están pendientes que ninguna gota de saliva, semen o, incluso, sudor les caiga encima, etc.


Digo yo, si tanto miedo tenés, directamente no tengas sexo. Hay formas más seguras que otras, pero ninguna es garantía de que no te va a pasar nada. Para pasarla bien, además de forros y lubricante, también hace falta valor.


Pero bueno, es otra la cuestión a la que voy. La gente que le tiene miedo a una fisura anal o al sida me parece más comprensible que la gente que le tiene miedo a Satanás.


Porque, créase o no, algunas locas cogen (o más bien, intentan coger) y después rezan el Acto de Contrición.


Y si no me creen, les cuento un caso que pueden googlearlo (quizás ya lo conocen).

Hace unos años nomás, un pastor muy importante de no sé qué Iglesia rara de esas que tienen los yankees salió a hablar en contra del matrimonio gay cuando lo estaban por legalizar. Unos días después, un taxi boy morrudote de 40 años salió a decir que el pastorcito lo había contratado varias veces, no sólo para tener sexo homosexual (¡) sino para que le pasara droga.


La Iglesia ésa hizo una investigación y resultó que era todo cierto. Las pruebas de la droga eran positivas, habían llamadas registradas y grabadas al celular del taxi y el mismo pastor tuvo que aceptar que era verdad.

Así, el pastorcito, que se llama Ted Haggard, perdió su alto y bien pagadito puesto de líder religioso y se tuvo que eclipsar por un tiempo.


Acá lo tienen a Ted Haggard en contacto

con Jebús.


Mientras tanto, Mike Jones, el taxi boy, apareció en varios medios contando la experiencia. En una entrevista, dijo que él no sabía nada de su cliente y se sorprendió al verlo en la tele hablando contra los gays. Fue entonces cuando pensó en deschavarlo y grabó las conversaciones por teléfono y demás. Y lo hizo.


Por eso muchos creen que todo fue preparado por alguna organización gay para hacer quedar mal a los que se oponen a que los gays tengan los mismos derechos que los heterosexuales. Pero el que llamó para comprar pija y droga fue el pastorcito, así que no hay vuelta.


Esta historia es mucho más larga y además sigue. Ahora, Ted Haggard, salió a decir que se curó de la homosexualidad en un rancho celestial y en su página sale con toda su familia sonriendo como yankees boludos.

Si no me creen, vean wikipedia o la página del reprimido éste.


Pero bueno, a mí lo que me interesó fue lo que dijo el tal Mike Jones. En un momento el entrevistador le preguntó “¿Y cómo era el sexo con su cliente?”.


Y el tipo contó que en realidad no tenían sexo sino que primero él le entregaba la droga para que se diera.


Después se desnudaban en plena oscuridad y se sentaban uno frente a otro. Teddy empezaba a masturbarse y le pedía a Mike que hiciera lo mismo. Al rato, le tocaba un poco las bolas y empezaba a pajearlo. Después se acostaba en la cama y se masturbaba él mismo hasta acabar.


Y chau, hasta la próxima, que sería unas semanas después y prácticamente igual.


Esta musculoca desagradable es la heroína de

esta historia: Mike Jones


Muchos tipos son así, sólo quieren “pajearse con otro macho”. Lo que no entiendo es que apaguen la luz, porque no lo ves al otro como para excitarte. O será que tienen miedo a mostrarse.


O será, más bien, que por ser oscurantistas prefieren la oscuridad.


Y ojo, puede ser que haya gente que disfrute teniendo sexo así. Y está muy bien, si es lo que te gusta, hacélo. Ahora, si lo hacés porque sos un cagón que no se atreve a otra cosa, andá urgente a un psiquiatra antes que empecés a hablar con la Virgen.


Los tipos como este Ted Haggard son unos cagones que no se atreven a vivir a pleno.


No se atreven a que los vean desnudos, no se atreven a ver mucho, no se atreven a tocar (salvo los genitales), no se atreven a besar, acariciar, franelear. Y de la penetración, ni hablar.


En fin, no se atreven a pasarla bien.


Y están los que dicen “éso es sexo entre machos”, es decir, pajearse juntos y tocarse un poco. Yo diría justo lo contrario, es sexo entre tipos tan pero tan maricones que ni se atreven a coger bien.


Igual, hasta ahí, eso sigue siendo asunto de cada uno. El pastor éste podría pasarse la vida teniendo sexo en la oscuridad -perdón, pajeándose en la oscuridad- para después ir a bautizar nenes en el río. Y con la misma mano...como hacen tantos otros.


Y la verdad que, mientras nadie lo sepa ¿qué importa, no?.


Ahora, ¿porqué esta loca tapada y traumada tiene la necesidad de salir a hablar contra los gays? ¿es una imposición de su Iglesia? No, porque podría quedarse callado, hacerse el boludo o buscar una posición conciliadora.


Pero no, el tipo, después de pajear a un desagradable gordo musculoso, sale a gritar que las locas arderemos como ardió Sodoma por cometer actos impuros.


¿Porqué?


Un abogado diría “porque es una forma de cubrirse”. Un psicólogo diría que hay un problema de aceptación personal y por eso ataca a lo que ve mal en él. Un cínico diría “porque así gana plata”.


Y capaz todos tengan algo de razón.


Pero yo diría, simplemente, que es porque no coge bien.

jueves, 10 de junio de 2010

La zorra y las uvas


Seguro conocen la fábula de la zorra y las uvas. Era una zorra a la que, por alguna razón, se le metió la idea de comer uvas y empezó a saltar y saltar para alcanzar un racimo. Pero a pesar de sus esfuerzos, no consiguió las uvas y se alejó diciendo “bah, están verdes!”.


Yo conozco una zorra muy parecida a la de la fábula, sólo que más humana. Se llama Emiliano, pero algunas personas le dicen la yarará (una serpiente típica de Córdoba).

Resulta que esta zorra de la yarará, con todo su veneno y escamas, también tiene corazón. Y la muy boluda se enamoró de (o, más bien, se hipercalentó con) un chongo hermoso que obviamente no le va a dar bola nunca porque Emilianito no se distingue ni por su belleza, ni por su flacura, ni por la blancura de sus dientes (lo cual es lo peor).


El chongo en cuestión se llama Oscar. Es un tipo super educado, profesional, con un lomazo tremendo y una personalidad muy simpática. La cuestión es que Emiliano/zorra/yarará se volvió super denso, acosándolo todas las noches que lo veía en el boliche, hasta que una noche Oscarcito se hartó y lo mandó a la mierda.


¡Para qué!


Nunca, nunca, nunca manden a la mierda a una loca venenosa. Es como hacer enojar a una yarará.


La zorra Emi no vino a decirnos: “está verde”, dijo simplemente, en todas partes donde pudo:“la Oscar es una pasiva de cuarta”.

Y dijo muchas cosas más, claro. Hasta donde le dió la imaginación.


Es una forma muy extraña de enfrentar la realidad. No logra probar cómo es la realidad entonces inventa otra que lo consuela. Por más que sabe que se está mintiendo, se sigue mintiendo. Pero lo increíble es que realmente se cree su propia mentira.


Porque lo importante acá no es que Emizorra haya difundido chismes a diestra y siniestra diciendo que el tal Oscar tenía sida y robaba billeteras. Lo importante es que Emizorra se autoconvenció de que era así.


Y está lleno de Emizorras en todas partes. Las veces que habré entrado a algún chat y por no contestar un mensaje choto o proveniente de una foto horrenda me dijeron de todo después.


Me acuerdo una vez, patente, me escribió un tipo, empecé a contestarle y recibí de golpe otro mensaje de él “chau, sos una loca pasiva asquerosa”. Puede que haya sido un acostumbrado a las conexiones rápidas, pero creo que más bien era una zorra histérica con muy poca paciencia.


Y supongo que aún hoy seguirá creyendo que soy una pasiva asquerosa.


¿Cómo hace esta gente para lograr ese maravilloso autoconvencimiento?


Porque no vamos a negar que si uno pudiera autoconvencerse de que las cosas son como uno quiere, la vida sería mucho más linda.


Y lo más interesante es la reacción de la gente. Porque nadie le cree, todos sabemos que la Emi quedó resentida porque no la quisieron coger. Pero nadie dice nada nunca sobre el tema, sólo se quedan calladitos escuchando las locuras que Emi inventa sobre Oscar. Es como que se le permite mentirse, pero nadie se prende con él.


Pero claro, yo soy medio yarará también y resulta que una noche estaba apoyado en la barra del boliche con bastante alcohol encima y se me vino la yarará a contarme sus nuevos inventos sobre Oscar. Más que nada por hartazgo del tema le dije:”Mirá, la cosa no es así. El guaso te dijo que no tenía onda y vos ahí te pusiste a hablar mal de él. Y ahora ya fue, entendé. Todo el mundo sabe que mentís.Ya sos patético inventando boludeces todo el tiempo. Hartaste.”.


Quedó muda, claro.


Hasta ahora no se ha vengado de mí, que yo sepa.


La cuestión es que a todos nos cuesta tolerar el rechazo, pero hacer lo que hizo la zorra de la fábula es peor. Porque terminás demostrando que sos un loser total y encima no te lo bancás.

Lo mejor es retirarse con la dignidad que nos quede.


Bueno, ya que me puse moralista, permitan que este pobre blog les deje algo: Locas (y no locas), cuando alguien los rechace piensen que ellos son los boludos que se pierden estar con ustedes, que son maravillosas y hermosas. Y nunca, nunca, nunca digan “es una pasiva de cuarta!”, porque las que van a quedar como pasivas de cuarta son ustedes mismas.

sábado, 6 de marzo de 2010

Nunca le cortes el pelo a un hombre


Hace mucho (como 10 años) mi amiga Mariela conoció a Juan Pablo.


Mariela era por entonces una veinteañera morocha de ojos verdes, tetona y con cinturita de avispa entre cuyos ex novios figuraban rugbiers, futbolistas y hasta un corredor de rally (sólo por esas pequeñas cosas tenía que ser mi amiga, claro).


Juan Pablo era un veinteañero morocho cuya cara no se podía ver bien a causa de la barba, los granos y las ojeras entre cuyas ex novias figuraba alguna que otra gordita calentona de pocas luces y, tal vez, una solterona amargada con ganas de carne joven.


Juan Pablo, por supuesto, deseaba cogerse a Mariela y Mariela, por supuesto, deseaba que Juan Pablo desapareciera de la faz del planeta (o al menos, del boliche donde estaban).


Y como suele ocurrir en estos casos, terminaron en la cama esa misma noche.


Pero eso no fue todo. Unas semanas después, en un asado de no sé quién, apareció Mariela de la mano de Juan Pablo. Y ya unos dos o tres meses después de conocerse, estaban oficialmente de novios, lo cual representó un misterio para todos los amigos, amigas, parientes y conocidos de Mariela, ya que todos habíamos supuesto siempre que terminaría como una princesa botinera tomando daikiri en la piscina de la mansión de su esposo.


Sin embargo, había una explicación (y no, no es que Juan Pablo la cargara).


Resulta que Mariela, unos días después de conocer a Juan Pablo, fue a la farmacia y compró no sé qué crema para los granos y se la puso a Juan Pablo. Por raro que parezca, la crema funcionó y de golpe asomó un rostro humano detrás de la mata de pelos y cicatrices rojas que constituían el rostro de Juan Pablo. Pero también, Mariela agarró unas tijeras y le rebajó los cabellos a Juan Pablo, al tiempo que lo afeitó con mucho cuidado dejándole una linda chivita que lo hacía parecer menos teenager.


Más adelante, cuando Mariela ya se quedaba a dormir en lo de Juan Pablo y tomaba mates con la madre, el placard de Juan Pablo fue requisado por mi amiga, tras lo cual varios calzoncillos agujereados y remeras que sólo le hubieran servido a Cindy Lauper en noviembre de 1984, fueron arrojadas a la basura para dar lugar a Calvin Klein y Levi’s.


Poco antes de irse a vivir juntos, Mariela se enteró de que Juan Pablo, quien a duras penas había terminado la secundaria en alguna escuelucha municipal, había intentado entrar a la policía. Pero en la revisación médica le dijeron que tenía pie plano y que no podían aceptarlo, por lo cual Juan Pablo regresó a su casa a comer bife a la plancha hecho por su madre, dormir siesta y después patear un futbol toda la tarde.


Mariela lo mandó a dos hospitales, a un médico amigo y a un estudio de abogados hasta que al final, y con mucho kilombo, dejaron que Juan Pablo entrara a la policía.


Pero no duró mucho ahí, porque un tío de Mariela le ofreció a Juan Pablo un puesto de cadete en una agencia de turismo medianamente importante. Mariela empilchó a Juan Pablo como si fuera el ejecutivo principal de la empresa y no un pelotudo inservible que todos los días deposita plata en el banco. Y funcionó.


Con esa facha (y ya con cierta seguridad y confianza que agarró de tanto salir y conocer gente arrastrado por Mariela) le ofrecieron un trabajo mejor pago y con más responsabilidad.


Y entonces Mariela hizo cuentas y decidió que ya era hora de que vivieran juntos, así que dejó Psicología y consiguió de su tío un laburo en un estudio jurídico. Y se fueron los dos a un departamentito diminuto, sin lavarropas y con heladera prestada.


Poco después, Mariela tuvo que aumentar sus horas de trabajo para poder pagar a tiempo todas las cuentas. Juan Pablo tuvo otro aumento y empezó a trabajar todo el día, así estuvieron un poco mejor económicamente, pero Mariela tuvo que dejar de verse tanto con sus amistades porque ahora tenía que trabajar el doble en la casa.


Y tiempo después, Juan Pablo era un dandy con corbata que compraba perfumes importados y se escandalizaba si Mariela compraba un detergente caro. Y Mariela compraba cada vez más criollitos y lloraba a veces sin saber porqué y me llamaba a las 2 de la mañana para decirme que no aguantaba más y que iba a cortar con Juan Pablo (cosa que, por supuesto, nunca ocurría).


Hasta que finalmente, Mariela y Juan Pablo cumplieron 30 años.


Mariela se miró al espejo y vió que su cintura ya no existía, que sus tetas no estaban tan firmes como antes, que sus ojos estaban cansados y que su piel necesitaba capas de base y cubreojeras para parecer la piel de una mujer de 30.


Juan Pablo se miró al espejo y vió a un treintañero que ya sabía cómo peinarse, afeitarse, vestirse y hacerse el picante para que lo miraran todas.


Y una de las que lo miró fue Laura, una rubia desabrida y pelotuda como la mayoría de las rubias, que al lado de una mujer como Mariela hubiera sido insignificante…si hubieran tenido la misma edad. Pero Laura tenía 21 años. Y trabajaba sólo seis horas por día en la empresa de Juan Pablo mientras que el resto del tiempo se lo pasaba hueveando, comprando ropa y probando esmaltes de uñas.


Juan Pablo entonces se enfrentó, por un lado, con una rubia pelotuda de 21 años que se pintaba las uñas de 10 colores diferentes mientras miraba a Rial o Pettinato y, por el otro con una treintañera ojerosa que vivía enfurruñada porque no alcanza la plata y se lastraba 10 facturas mientras miraba a Rial o Pettinato.


Y Juan Pablo eligió lo que cualquiera en su situación -hasta Mariela- hubiera elegido.


Después del gran bolonki de llantos, gritos, arreglos económicos y pastillas calmantes, Juan Pablo se fue con Laura a un departamento de dos habitaciones y Mariela se fue a su casa con su madre.


Por supuesto, todas las amigas de Mariela que se habían resentido por cómo se había borrado mientras estuvo con Juan Pablo, reaparecieron por unos días para decir, palabras más palabras menos, que ella tenía la culpa de todo.

Ella lo había criado, lo había convertido de Ceniciento en Príncipe mientras ella pasaba de Princesa a Patito Feo.


Y Mariela, con sus casi 15 kilos de más y su mamá despotricando contra los hombres todo el día, terminó bajando la cabeza y aceptando que era su culpa. En sus ratos más filosóficos llegó a formular la siguiente sentencia: “Los hombres ven una mina y les gusta por lo que es, nosotras vemos un tipo y nos gusta por lo que puede llegar a ser gracias a nosotras”.


Yo le decía que, en el fondo, lo que definía a una persona como femenina o masculina es la presencia o ausencia del deseo de cortarle el pelo al otro. Y eso también se aplica a los gays, pero Mariela no se reía.

Durante un tiempo se transformó en un radiador de tristeza, soledad, fracaso y desolación. En sus estanterías, Simone de Beauvoir y Marguerite Yourcenar reemplazaron a Agatha Cristie y Paulo Coelho. Nadie quería estar con ella ni aguantarle los interminables llantos y mucho menos su madre, por lo que se tuvo que ir a vivir sola. Aunque en realidad, más que irse a vivir sola, se instaló y vivió intermitentemente en mi casa y en la de su mejor amiga, con los consabidos y esperables inconvenientes.


Pero un día en casa teníamos fernet y zapatos nuevos, así que tuvimos que salir a bailar. Y unas semanas después Mariela se estaba maquillando y probando aros. Y entonces llegó la dieta y el gimnasio y el celular de Mariela se llenó de nombres masculinos. Y de golpe estábamos en Brasil bailando en la playa en medio de nudistas y divirtiéndonos como nunca antes.


Y Mariela ya no tenía miedo de que la encontraran en facebook sus viejas amistades y retomó psicología y, por supuesto, hizo un curso de italiano.


Y por fin llegó la noche de gloria, cuando salimos un Sábado a tomar algo y lo vimos a Juan Pablo tomando cerveza en un bar con un par de amigos con la mitad del cabello que tenía antes y con una cara de orto que volteaba. Y apenas el Lunes, Mariela descubrió que Juan Pablo la había agregado al facebook. Y apenas el martes, ya estaban chateando por el msn.


Y Mariela se enteró por Juan Pablo que Laura era caprichosa, inútil, llorona, adicta a los antidepresivos y que cada dos meses tenía un embarazo psicológico.


Un mes después de chats y mensajes, Mariela y Juan Pablo se juntaron a coger en un hotel. Él le dijo que le gustaría verla seguido, de vez en cuando, tipo huesito. Y ella le dijo que no tenía drama, pero nunca más se juntó con él a pesar de que Juan Pablo la invitó incluso a un fin de semana solos en las sierras.


Y entonces Mariela se dió cuenta que le daba lo mismo ver o no ver a Juan Pablo mientras él la llamaba 3 veces por día y se transformó en un radiador de alegría, triunfo, felicidad y éxito. Y hasta se le pararon un poco más las tetas.


Y uno de los que le miró las tetas fue Javier, un gringo de 30 años dueño de una concesionaria que juega al paddle todas las noches y que anoche le regaló a Mariela un anillo de plata y 86 rosas, “una por cada día que llevan juntos” (puajjjj!!).


Y yo necesitaba escribir todo ésto porque hoy al mediodía, mientras Mariela me provocaba náuseas contándome todas las frases románticas que le dice Javier, me dijo: “¿Sabés que pienso? Que si el Javi se hiciera un corte militar en vez de andar con los pelos así sueltos le quedaría mucho más cheto.”


Sí, estoy por comprar un bat de béisbol para molerla a palazos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Ahora la loca quiere ser monja


Resulta que han creado un grupo en el Facebook para recaudar fondos por lo de Haití. Resulta también que me invitaron a participar y, como estoy de vacaciones y justo estaba nublado, entré a decirles lo que pensaba de la gente que recauda fondos caritativos. Me odiaron más que al contador ése que salió en defensa del derecho de hablar a favor de ahorcar a los gays.


Ustedes dirán, sos un culiado, porqué te metés a decirles cosas feas a la gente. Y en parte estoy de acuerdo. Si se forma un grupo con un objetivo, sea recaudar fondos para un terremoto o sea hablar bien del último disco de Lady Gaga ¿qué tenés que meterte vos a decirles a esa gente que son todos unos pelotudos infradotados manejados por los medios?


Y no, no tengo porqué hacerlo. Puede que esté mal que lo haga, pero ¿porqué ellos pueden invitarte tan pomposamente a sus boludeces con total impunidad?

Me revienta que me manden invitaciones de cosas que no me interesan, que no me convencen o que no quiero pensar. Y más me revienta que lo hagan para demostrarte que ellos sí se interesan, que sí están convencidos y que sí lo piensan.


Son como los Testigos de Jehová y compañía. Cada dos o tres semanas te tocan el timbre para comunicarte que Jebús te ama y que el Anticristo ya está entre nosotros.

O sea, si vos querés creer que un judío treintañero de pelo largo sanaba leprosos y multiplicaba panes hace 2000 años, creélo. Pero no me lo vengas a contar, primero porque ya me lo contaron y segundo (y más importante) porque no me interesa.


Si vos querés creer en Jebús, creé. Yo voy a pensar que sos un pelotudo, un hipócrita, un cómodo, etc. como también habrá quien piense que sos buena persona y te vas a ir al cielo. Pero aunque yo piense lo peor, si no venís a darme la “buena nueva” del Señor yo tampoco te voy a decir una sola palabra de lo que pienso.


Ahora, si venís a contarme tus creencias, bancáte que te diga de todo o poné oídos sordos y andáte a contárselo al vecino, a ver si él te cree. O mejor aún, convencéme que la Biblia fue dictada por un Dios Padre con barba y tiara que ama a los humildes y no por un grupo de políticos romanos que querían mantener sometido al populacho.


Volviendo a lo de Haití, el terremoto ha tenido consecuencias hasta en los perfiles de manhunt. Hay un par de locas muy románticas y educadas que han llegado a publicitar ese grupo de facebook en sus propios perfiles.

Digo yo ¿es una nueva forma de levante? Ahora no sólo te dicen, “soy bi masculino”, “soy casado tapado”, “tengo un pinchilón de 33cm” sino que encima te ponen “yo recaudo fondos para los pobres y desgraciados”.


Y, lo peor de todo, es que no va a faltar una loca que le diga “Ay, qué buena persona que sos. Ojalá hubieran más como vos”


Sí, realmente cuánto amor, cuánta caridad, cuánta preocupación por el ser humano, cuánta consciencia social que tiene ésta gente. Porque mirá que todos los días se muere gente en Haití desde que se independizaron de Francia (y antes también), pero ahora se murieron muchos de golpe y entonces algunas locas se enteran que existe una isla llena de negros muertos de hambre a los que, para colmo, se les cayó el techo encima.


Me pregunto cómo reaccionaría esa gente tan humanitaria si mirara alrededor, acá nomás en Córdoba, en la misma ciudad capital y viera la cantidad de gente que se muere a diario no porque se les cae el techo encima sino porque apenas toman un vaso de agua potable por semana y gracias.


Pero claro, esos negros no cuentan, no tienen el glamour de los números. No son setenta mil heridos ni cien mil muertos, son sólo un par de negritos que uno ni mira y que se están muriendo en la calle, al lado nuestro. Los periodistas no les dan bola, salvo esos días que no tienen noticias y te arman, con música tétrica, la “penosa historia de ramoncito” o “el tremendo esfuerzo de doña petronila”.


Entonces a ninguna loca se le ocurre derramar lágrimas y –mucho menos- donar unos pesos para esa gente, porque esa gente no tiene prensa. No sale en la primera plana como los damnificados de Haití.


¿Hoy la tele y el diario nos hablan de Haití? Ahí están todas las locas imbéciles (y los heteros también, por supuesto) donando plata (y encima andá a saber quién la recauda) para sentirse la Madre Teresa (y claro, para algunas es más fácil eso que intentar ser Britney).


Ese humanitarismo express me da asco. Haití es el país más pobre de América desde hace años. ¿Tenía que moverse la tierra para que se despertara el espíritu humanitario de estas pelotudas que viven mirando fotos y jugando mafia wars en el face?


Ahora, otra cosa. Si a vos te duele ver las imágenes de Puerto Príncipe devastado y la gente robando comida o, mejor, al ejército yankee instalándose como en su casa y querés hacer algo bueno ¿qué necesidad tenés de publicarlo? ¿y encima en el facebook??


Claro ¿es que de qué sirve mandar comida o plata si los demás no se enteran? La Iglesia vive mostrando los números de la gente a la que ayuda haciendo caridad, cuando el mismo Jebús dijo en el evangelio que cuando uno da debe hacerlo en secreto y con vergüenza (pero claro, los que menos leen la biblia siempre son los que la predican y ganan plata con ella).


Y si sos tan zurdo y tan humano, andá a armar un grupito que recaude fondos para los muertos, heridos, lisiados y torturados con placer y saña que tiene Irak a diario. Quiero ver cuánta gente se te une.